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Panorama // moratorias, blanqueos, inconsistencias

Los anuncios K y la amnesia de corto plazo

Como el personaje principal de la película Memento, el gobierno de los Kirchner debe padecer de “amnesia de corto plazo”, un trauma cerebral que hace que, quien lo sufre, no recuerde lo sucedido el día anterior, o lo que hizo minutos antes, aunque pueda recordar lo acontecido antes del trauma. Sólo así puede explicarse que los K empiecen su gobierno todos los días. Como si cada día fuera “fundacional” e independiente del día anterior.

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Como el personaje principal de la película Memento, el gobierno de los Kirchner debe padecer de “amnesia de corto plazo”, un trauma cerebral que hace que, quien lo sufre, no recuerde lo sucedido el día anterior, o lo que hizo minutos antes, aunque pueda recordar lo acontecido antes del trauma. Sólo así puede explicarse que los K empiecen su gobierno todos los días. Como si cada día fuera “fundacional” e independiente del día anterior.
Un día se defiende la libre elección del sistema jubilatorio y otro día se termina con las AFJP. Un día se confiscan los fondos de pensión ahorrados y al otro día se lanza un blanqueo de capitales para “atraer fondos de los confiscados”. Un día se prohíben las exportaciones de carne, lácteos, quesos, combustibles, etc. Y al otro día se crea un Ministerio de la Producción para promover las exportaciones argentinas. Un día, con el petróleo a US$ 140 el barril se desincentiva la exploración y producción y otro día, con el petróleo a US$ 50, se presenta un programa para aumentar la producción. Un día el Gobierno de la provincia de Buenos Aires lanza “agentes secretos” para combatir la evasión y otro día, desde la Nación, se arma un extraordinario “jubileo” de las deudas impositivas y las cargas sociales. Un día se niega la existencia de una crisis y nos burlamos de los países centrales y, al otro día, se lanza un “plan anticrisis”.
Pero, como en Memento, el único que padece esta enfermedad es el protagonista. Lamentablemente, el resto de los argentinos tenemos memoria de corto y de largo plazo, lo que ha hecho que la respuesta a esta gran volatilidad de los K haya sido una aceleración de la fuga de capitales en los últimos meses, y una consecuente desaceleración de la actividad económica. Además, más allá de la volatilidad de las políticas enumeradas, la expansión del gasto público financiada con impuestos y/o confiscaciones, en un escenario global de caída de los precios internacionales de nuestros productos de exportación, principal fuente de dólares del balance de pagos y de pesos del balance fiscal, ha generado una gran inconsistencia entre la política fiscal y la política cambiaria, que se traduce en la percepción de que el tipo de cambio de hoy luce “barato” respecto del que debería regir.
Y es allí dónde surge otra analogía con la medicina, en el marco de los anuncios de estos días y de los que, seguramente, seguirán por el lado del crédito. El Gobierno ha reconocido que corremos el riesgo de que la economía enfrente un ciclo recesivo el año próximo. Si es así, los “remedios” anunciados tienen poco que ver con la “enfermedad”.
En efecto, dejando de lado, si ello es posible, cuestiones éticas y de eficiencia económica de largo plazo, las moratorias, los jubileos, los blanqueos de capitales, son instrumentos para ser aplicados a la salida de una recesión y no a la “entrada”.
Durante las recesiones, los empresarios cumplen menos sus obligaciones fiscales. Básicamente, porque usan los fondos impositivos que retienen de los consumidores, para financiar su capital de trabajo, en ausencia de crédito financiero. O bien, porque directamente venden “en negro” para ganar competitividad, sin perder rentabilidad, en un mercado que tira los precios para abajo.
Lo mismo sucede con el trabajo informal. O bien no se pagan las cargas sociales, o bien se contrata en el mercado informal para bajar costos laborales. Luego, a la salida de las recesiones, las empresas necesitan regularizar su situación fiscal, para acceder al crédito formal y porque el mercado de trabajo se vuelve más competitivo. De allí, las moratorias y facilidades de pago que se fueron verificando en estos años.
En cuanto al “blanqueo”, no parece haber hoy, en general, inversión reprimida y frenada por la imposibilidad de los empresarios de aportar capital blanco a la economía. Asimismo, como la expectativa es que el dólar está relativamente barato, vender dólares hoy para transformarlos en pesos, en un contexto en donde no surgen demasiadas inversiones rentables, y en donde se espera que el precio del dólar suba, no parece un gran negocio.
Obviamente, habrá casos de repatriación o casos en que las empresas, que ya tenían una moratoria fiscal, pasen a un plan más generoso y ganen capital de trabajo, más con tasas de interés subsidiadas. Pero el fondo de la cuestión aquí, insisto, dejando de lado, si ello es posible, las cuestiones éticas, de eficiencia de largo plazo de la política recaudadora y de “liberar” penalmente a los amigos, es que difícilmente, mientras persista la inconsistencia macro de tratar de expandir la demanda agregada con impuestos y confiscaciones y manteniendo “policía” para el dólar, estas medidas tengan efectos reactivantes.
¿Y el plan de obras públicas? ¿Y la expansión del crédito barato con los fondos incautados a los afiliados a las AFJP? Depende. El Gobierno tiene que probar que tiene fondos suficientes para hacer obras, aumentar gasto corriente, financiar crédito privado y, simultáneamente, evitar un default de la deuda pública. Si lo logra, es probable que, al menos, en una proporción menor, el plan de obras implique, sectorialmente, un empuje a la demanda agregada. De lo contrario, cada anuncio de este tipo, al incrementar el riesgo de que no alcance para pagar la deuda el año que viene, presiona sobre la fuga de capitales y sobre la expectativa cambiaria, demorando cualquier decisión de gasto del sector privado.
En síntesis, estamos frente a dos problemas. El derivado de la enorme volatilidad de las políticas públicas que incrementan la incertidumbre originada en el escenario internacional. Y el de la falta de consistencia macro entre la política fiscal de expansión del gasto con suba de impuestos y confiscaciones por un lado y moratorias y rebajas impositivas por el otro, que en vez de alejar el riesgo de default y de suba del tipo de cambio, lo acercan.
Si se quiere evitar una recesión mayor, lo que hace falta es, entonces, presentar cuanto antes la prueba de que “las cuentas cierran” para hacer todo lo que se dice que se va a hacer sin entrar en default. Y hace falta, también que, como Leonard, el protagonista de Memento, los funcionarios públicos se graben en el cuerpo los anuncios de cada día, para recordarlos al día siguiente. A ver si recuperan consistencia intertemporal, uno de los problemas habituales de la política económica argentina.