Quienes siguen habitualmente esta columna saben que, respetuoso de la idea presidencial de que “no existe el cepo al dólar”, he rebautizado a las restricciones a la compra de divisas que rigen desde hace dos años, “Sapo Pepe”.
Pese a la opinión en contrario de la mayoría, dichas restricciones han sido exitosas y han cumplido con el objetivo básico de defender las reservas. Me explico antes de que me sometan al control de alcoholemia.
La decisión de poner fin a 20 años de libre convertibilidad del peso con el dólar, fue tomada en un contexto en el que el Banco Central había vendido para “dolarización de portafolios” más de US$ 8.000 millones en el trimestre previo, y había perdido más de US$ 3.000 millones de sus reservas en el mismo período.
Es decir, la tendencia de cambio en la composición de pesos y dólares, en los ahorros de los argentinos y de los inversores extranjeros en la Argentina, que estaba claramente definida “a favor del dólar” desde hacía unos años, se profundizó durante los meses previos a las elecciones del 2011, en un escenario en dónde se ratificaba la “Cristina eterna”.
Frente a esa realidad, el Gobierno tenía dos opciones para defender las reservas, cambiar su política económica, para que el “voto” diario de los ahorristas volviera a confiar en el peso, o ratificarla y “racionar” la venta de dólares.
En ese escenario, la única opción disponible era el “racionamiento”.
Ahora bien, se puede racionar por precio, encareciendo el producto que tiene demanda excedente, hasta frenar esa demanda. O se puede racionar por cantidad, fijando un “cupo” para cada demandante. El Gobierno decidió fijar “cupos” (para importar, para girar dividendos, para pagos diversos, para turismo, en algunos casos con cupo cero).
Por supuesto, todo producto con demanda excedente y racionamiento, da lugar a un mercado paralelo, para satisfacer dicha demanda a otro precio, y ese el mercado del dólar blue, y sus variantes.
¿Por qué digo que el Sapo Pepe fue exitoso, pese a que desde su instrumentación se perdieron US$ 15.000 millones de reservas? Porque, dado que el Gobierno no estuvo nunca dispuesto a cambiar de política económica, ni racionar por precio (devaluar), sin el Sapo, ya no habría reservas… y todavía hay.
Ahora bien, como en todo esquema de “racionamiento por cantidades”, mientras la demanda excedente persista, los cupos se terminan, cuando se acaban las cantidades. A menos que las cantidades crezcan por alguna razón.
En ese sentido, no hay buenas noticias. Las exportaciones agrícolas y mineras que sostuvieron la oferta de dólares comerciales estos años lucen estancadas o serán algo menores. Por menos precios internacionales, y por igual o menor producción interna. Una mezcla de desincentivos regulatorios, aumentos de presión tributaria, problemas climáticos, etc.
De manera que la única forma de “estirar” las cantidades, antes de poner el cartelito “no hay más localidades”, es prohibiendo más salidas, con más Sapo (más restricciones a importaciones, servicios, o turismo), logrando algunos créditos en el exterior. O alentando el ingreso de fondos a un tipo de cambio sustancialmente mayor, vía los Baade, cedines, o algún otro artilugio.
Crear un mercado a “precio especial” para ciertas importaciones o exportaciones, puede mejorar la rentabilidad del Banco Central y del Gobierno, vendiendo más caras las reservas, pero no evitará que igual se pierdan, a menos que el precio sea tan alto que frene la demanda excedente de dólares.
Por supuesto, detrás de todas estas alternativas está el problema central: el mercado de dólares tiene demanda excedente. La pregunta entonces es por qué la gente prefiere ahorrar en dólares y no en pesos. La respuesta es muy sencilla, porque hoy el dólar se percibe como “barato” y el peso como “caro”.
Mientras esta percepción no se de vuelta, y para eso hace falta otra política económica, totalmente diferente a la actual, y mientras el déficit fiscal siga generando emisión y oferta excedente de pesos, la demanda excedente de dólares, al final del día, será más brecha y menos dólares en el Banco Central. Esa es una dinámica que obligará cada vez a más sapos.
A menos que el Gobierno esté dispuesto a tragarse los necesarios, y hacer lo que no quiere hacer