Gane quien gane las elecciones de hoy, una cosa está quedando clara, el populismo económico entrará en una etapa de repliegue.
Y entrará en una etapa de repliegue porque por las condiciones internacionales –baja de los precios de nuestras exportaciones, fortaleza del dólar y devaluaciones competitivas en la región– y por graves errores de política interna –explosión del gasto público corriente, financiado en su mayor parte con emisión monetaria, política cambiaria “negadora” de la realidad global, y política tributaria y de precios relativos antiinversión– el populismo se ha quedado sin nada para repartir. Y como el populismo económico consiste en repartir las ganancias de “los otros”, sin ganancias, y sin posibilidad de endeudamiento externo, entró en crisis.
Sin embargo, dado que una parte importante de nuestra sociedad lleva el populismo en su ADN, estaremos ante un repliegue táctico, una tregua, y no una rendición.
Si gana Scioli, su desafío será recuperar la capacidad del populismo de “volver a repartir”. Es decir, implícita en su programa está la necesidad de restablecer las condiciones locales de generar riqueza lo más rápido posible, independientemente de su sostenibilidad. Por eso su discurso económico gira en torno a corregir gradualmente algunos de los errores de política interna, mientras se aprovechan las, todavía, benignas condiciones financieras externas, para que el endeudamiento se encargue de hacer “el aguante” hasta que los precios internacionales mejoren.
Scioli no cuestiona el capitalismo de amigos, al contrario, les ofrece conseguir financiamiento para replantear las condiciones caso por caso, como hasta ahora, pero con un mejor equipo. Es por eso que Scioli no ha mencionado nunca la recomposición institucional, ni la vuelta a las reglas generales que fueron destruidas durante el actual ciclo kirchnerista. Destrucción institucional que se hizo, justamente, para “tener las manos libres” en el reparto.
Scioli propone reforzar la alianza del capitalismo de amigos, hoy deteriorada por la falta de esa capacidad de repartir. Porque el reparto no es la AUH. El verdadero reparto está en la generación de rentas extraordinarias a algunos –públicos o privados– a costa de todos los demás. No por casualidad los últimos casos de quiebra empresarial han surgido del incumplimiento de la “pata oficial” en el negocio.
Es cierto que el populismo económico se ha encargado de mejorar las condiciones de vida de mucha gente “de su casa para adentro”. Pero para ello ha renunciado a solucionar los problemas de la puerta para afuera. Seguridad, salud, educación, infraestructura en general. Basta con ver cuánto de su presupuesto asignan a inversión gran parte de las provincias argentinas para confirmar esta afirmación.
Scioli propone mantener ese capitalismo de amigos y recuperar la capacidad populista de seguir repartiendo, aunque, insisto, ello implique un tiempo de repliegue para recomponer fuerzas.
La idea central es reemplazar a los “curanderos” por buenos médicos, pero sin modificar el diagnóstico ni el tratamiento. No se trata de cambiar, si no de hacer bien lo que hoy se está haciendo mal.
Si gana Macri, el desafío resultará aún más complejo. Porque tiene que aprovechar la tregua populista para lograr ganar la guerra. Es decir, tiene que ser exitoso para convencer a una parte importante de la sociedad, sobre todo a sus elites político-empresariales, de que les va a ir mejor en una sociedad abierta de capitalismo para todos que en una sociedad cerrada de capitalismo para pocos.
Y capitalismo para todos no es el “capitalismo salvaje” que inventa el relato. Sino que es la capacidad de crear un Estado que pueda desarrollar el marco institucional y la provisión de bienes públicos, que le permita al sector privado entrar en serio al siglo XXI, produciendo, innovando, creando, creciendo y no buscando “favores”, o pidiendo “patentes de corso”.
Una parte de la sociedad lo ha entendido y se siente capaz de aceptar el reto. La clave pasa por incorporar al resto, lo más rápido posible, con un programa de política económica bien armado, bien coordinado y bien ejecutado. Complementado con un acuerdo político-social que suavice los costos.
En síntesis, el desafío para Macri será lograr que el populismo no regrese. Convertir a la Argentina en un país próspero para todos.