Para algunos, por culpa del fallo de una mayoría de la Corte sobre el 2x1 y el escándalo consecuente, el Gobierno desperdició el poder de la calle que había logrado en la espontánea manifestación cosechada el 1º de abril, esa bocanada de oxígeno que alimentó una euforia optimista e inesperada en Mauricio Macri. Fue borrado aquel fenómeno por el acto del último miércoles en la Plaza de Mayo, justo cuando las encuestas le asignaban largas preferencias al Presidente. Para otros, más corporativos, la decisión judicial significó en cambio el fin de la breve mayoría automática que parecía imponerse en el cuerpo para canibalizar a su titular, Lorenzetti: duró apenas un fallo la hegemonía de Rosenkrantz, Rosatti y Highton de Nolasco. Al menos por ahora.
Era habitual en tiempos de siete, cinco, cuatro y hasta tres miembros, en el frenesí de las disputas para satisfacer o no los deseos de los Kirchner o cuando Fayt se mataba con Petracchi, o más tarde con Lorenzetti, que circularan entre los miembros los proyectos a tratar. Esas iniciativas se propiciaban en forma individual, se analizaban del mismo modo, finalmente se concluía en un consenso o en disidencias.
Hay un proyecto sobre aborto que ya ha sido revisado por dos miembros del alto tribunal
Nuevos tiempos. Ese mecanismo implica también operar sobre otros proyectos en ciernes, conocidos y hasta aprobados antes de que los trate la Corte en pleno. Por ejemplo, un expediente sobre el aborto que generara jurisprudencia y que, trascendió, ya ha sido revisado por varios, menos los dos ministros minoritarios que deben tratarlo. Además, este nuevo sistema de sanción obedece a un golpe o transición en el fuero interno de la Corte: desde el 2x1 se recorta y disminuye el dominio que ejerció por años Lorenzetti, lo ubica en un plano secundario, de inutilidad práctica quizás, justo a quien está acechado por un juicio político, objetado en su honestidad por Carrió y otros cercanos al Presidente, y que registra también imputaciones y agravios de los opositores que hace tres días organizaron la concentración. Y que en esa fecha se dieron vuelta, cambiaron de opinión, hasta lo convirtieron en adalid de su causa. París bien vale una misa, curiosidades de la vida.
En el terreno de las versiones, se le atribuye a Rosencrantz el protagonismo del fallo en el triunvirato, en combinación menor con Rosatti y la venia implícita de Highton de Nolasco, desgastada por una presunta sumisión a la Casa Rosada luego de que ésta habilitó su permanencia en la Corte a pesar de haber vulnerado la frontera constitucional de los 75 años (como forma de impedir que un designado por el peronismo la suplantara en el cargo). En estas manualidades de la política, a Rosencrantz –jurista con alto pedigrí técnico– se le reconoce una sintonía con Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, quien lo garantizó para ser ministro de la Corte ante Macri. Así lo reconoce este abogado preferido del mandatario, mentor de sus decisiones más prácticas y también extravagantes en el derecho, cultor de Carrió y encolumnado en la batalla final contra Lorenzetti (recordar la vulgaridad de un festivo video que se burlaba del titular de la Corte bajo el eslogan “Para Lorenzetti que lo mira por tv”).
Macri supone que este letrado de Clarín no sólo es una mente brillante, sino que evitó que fuéramos hacia la chavización cuando el kirchnerismo quería intervenir lo poco que quedaba de los medios independientes (confesiones a Laura Di Marco en su libro Macri). Por supuesto, como máximo consultor jurídico no está alejado de Marcos Peña y es sujeto de admiración por parte del ministro Garavano.
Con esos elementos, y otros de la cotidianidad de las relaciones y vínculos, más de uno puede inferir que el Gobierno no fue ajeno al conocimiento del fallo, a su hechura y, por supuesto, a la forma de aprobarlo en la Corte. Niega esta especie Macri, también su Corte, lo que si fuera cierto implicaría una grave desatención para un tema tan delicado como el de los derechos humanos, casi una irresponsabilidad que le ha costado extraviar su efímero logro de ganar la calle, cuando una mayoría superior a la de los tres votantes de la Corte lo ubicó en la picota. Aunque todo es volátil y, para el Gobierno, en su eterna fe, el acontecimiento del 2x1 no le ha hecho perder ni un solo voto.