Lo que mayormente impactaba en la escena de los funerales de Néstor Kirchner era la presencia de jóvenes. Haciendo de esto una supuesta evidencia incontrastable, se pasó a imaginar que entonces éstos habían sido endulzados por el sabor del kirchnerismo. Algunos circulaban por delante del féretro y otros cantaban en la plaza la alegría de ser la representación de un encantamiento nuevo con la política. Estábamos en presencia de una demostración incontrastable: la esperanza había regresado. La política era ahora dominada por estos sujetos de corta edad que explicaban en cámara sus esperanzas. Todos decían lo mismo: “Después de 2001 yo había dejado de tener expectativas y Néstor me devolvió las ganas de involucrarme”. Se trataba de transformaciones casi expresadas en formato de pastor evangelista televisado.
Pongamos a prueba los argumentos. Imagine que usted decide ir a la cancha de All Boys. Se toma el colectivo y a medida que se va acercando a la zona del estadio empieza a ver cada vez más camisetas del club; blanco y negro por todos lados. Baja del transporte público y por las calles los fanáticos continúan apareciendo. Ingresa al estadio y allí cerca de 20 mil personas se contagian la felicidad. Mira a su alrededor y piensa que esa celebración conjunta es maravillosa y casi perfecta. Ahora bien, sobre esa experiencia, ¿se puede pensar que todo el país es ahora de All Boys? Claro que no. ¿Por qué no haríamos eso? Porque sobre la cantidad de hinchas de fútbol en Argentina tenemos información, sobre los partidos políticos y los jóvenes no tanta. El kirchnerismo utilizó como evidencia aquello que tanto utiliza como reprimenda: los medios de comunicación. Resultaba que la TV, los diarios y la radio eran elemento suficiente para la verdad.
Si realmente la escena del velatorio era expresión de una realidad oculta, algunos de los datos de imagen deberían haber detectado esta tendencia y entonces mostrar que entre la población de menor edad la aprobación del Gobierno nacional era superior.
A lo largo de 2010 la imagen del Gobierno nacional fue creciendo. Sería esperable un crecimiento mayor entre los jóvenes si las demostraciones de los funerales fueran muestra de la realidad. Los datos que tenemos no evidencian eso.
Se puede ver que entre los jóvenes no hay un comportamiento diferenciado del resto. Poco antes del fallecimiento de Néstor Kirchner, la aprobación de la gestión del Gobierno nacional (49% en agosto de 2010) era incluso algo más baja que el resto entre los mismos jóvenes (47%). Después de su muerte, la aprobación del Gobierno se dispara de 49% a 63%, pero tampoco se observa un valor mayor entre los más jóvenes, que también es de 63%.
El otro dato que podría indicarse para contrastar esta misma información es el nivel de participación política. Nosotros preguntamos en junio de 2010 si alguno de los entrevistados se encontraba afiliado a algún partido político. El resultado fue que a menor edad, menor vínculo con la política. Sólo el 3% de los entrevistados que tienen entre 18 y 29 años declaró estar afiliado a algún partido político.
La propaganda política es amiga de apurar los tiempos; tal vez el kirchnerismo esté realmente contagiando un ánimo nuevo en los jóvenes pero eso todavía al parecer necesita tiempo de maduración. Otra hipótesis puede tener que ver con las edades y nuestra época. La juventud es un momento en el que, además de descubrir a Led Zeppelin (lo cual ya sería más que suficiente), puede uno imaginar que el mundo es modificable. En medio del desencanto colectivo, los partidos de izquierda han sabido cubrir ese hueco dejado por los partidos clásicos y se han tornado un lugar para comprometerse por el cambio, y es allí donde algunos jóvenes se involucran. Tal vez el kirchnerismo haya tomado prestados jóvenes de esos partidos sólo por un tiempo. Pero tomar prestado no es lo mismo que aumentar, sino sólo repartir distinto. Por ahora, como diría justamente Led Zeppelin, “la canción sigue siendo la misma”.
*Director de Estudios Sociales de Ipsos Mora y Araujo.