Dime con quién andas y te diré quién eres”. Los refranes populares tienen la sabiduría del tiempo y de la calle. Así es que, muchachos, menos “equipo” y más jugadores. Decime quiénes van a ser tus ministros y te digo cómo va a jugar tu gobierno. Son candidatos a ser entrenadores de Argentina. Ponele que, de pronto, le hacen al Tata Martino una de esas preguntas pelotudas, del tipo: “¿Va a convocar nuevamente a Messi?” y el Tata, amablemente, contesta: “No, es un desastre, voy a llamar a Pisculichi...”, mientras se saca el camperón con el escudo de la AFA, se lo tira por la cabeza al periodista, sale del estadio, se toma el 60 –si no están de paro– y nunca más se lo vuelve a ver.
Y ahí, te toca. Y asumís. Y das tu primera conferencia de prensa. Y el mismo que terminó por hartar al Tata se levanta y te pregunta: “¿Argentina va a salir a ganar?”.
Como sos nuevito, en lugar de responderle inmediatamente “no, boludo, vamos a salir a perder”, le decís, con una media sonrisa, algo así como: “Se compite para ganar, es obvio, pero el resultado es consecuencia de cómo se juega. A la larga ganan más los que juegan mejor”.
Pasan los días y se espera que des la lista de los que vas a citar para el primer partido. La hora de la verdad. Para el hincha, para los que saben, el verso se acaba cuando se conocen los jugadores. Si en vez de elegir un lateral que marca bien sale jugando y acompaña en ataque, convocás a un par de burros, como Guillermo Moreno o D’Elía, conocidos por pegar y reventarla, no hay táctica que te salve, ni dibujo en el pizarrón del Indec. Los que pongas en la cancha van a responder con lo que saben y son.
Todo esto viene a cuento del reclamado “debate” que se promueve como “histórico”. La experiencia indica que terminan por dar vergüenza ajena, con los tipos gritando, hablándose encima, acusándose, tirando chicanas, diciendo generalidades o prometiendo imposibles porque, total, años más tarde le echarán la culpa a la oposición que nos los dejó hacer.
En definitiva, circo mediático como el de todas las tardes en la tele, un embole para los espectadores, rating para el canal que lo organiza, negocio de los encuestadores que salen a inventar porcentajes de “¿quién ganó?” y discusiones de café. Para eso me quedo con Hablemos de fútbol, en Espn, o con uno de esos programas de cable o de aire con cinco, seis, siete o diez panelistas que te llenan horas de televisión sin decir nada.
A la cancha, muchachos candidatos a presidente. Son ustedes los que van a elegir cuando sean elegidos. Decime cómo va a formar tu equipo y veo si te voto. ¿Aníbal Fernández gobernador? Olvidate, no quiero más que Argentina juegue para los que trafican o encubren a los que matan a los pibes. Si te cabe un Cavallo, un Kicillof o una Felisa Miceli con la bolsa, siquiera como ayudantes de campo en Economía, tampoco.
Tenemos las pelotas por el piso. Recién tiramos y estamos tratando de dejar.
Perdimos demasiado y aprendimos. No bancamos más jugadores mentirosos, de esos que vienen a robar. No más Boudou, Jaime, De Vido, no más espías ni cómplices de la dictadura, no más Gerardo Martínez, Verbitsky. No más señores feudales, Insfrán, Alperovich, Zamora, no más Schoklender, no más Menem, no más Gostanian, no más zurdos a la derecha, como los Kirchner, no más choreo de los que se hicieron millonarios cobrando de la cuota social que ponemos todos. Hay que darles el pase a Retiro, donde quedan los tribunales federales.
Acá, en la tribuna, no pedimos un equipo con funcionamiento perfecto, ganador de todo. Sabemos lo que cuesta armarlo y el tiempo que lleva. Pero si queremos que de movida uno pueda estar orgulloso porque sabe que se trata de personas honradas, que resisten archivos políticos y prontuarios policiales.
Muchachos, menos debate, menos promesas, tiren los nombres con los que van a formar el equipo, con eso alcanza para entender cómo vamos a jugar. Tenemos aguante, somos hinchas de toda la vida.
*Periodista.