Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es, quizá, la única cuentista de raza de la nueva literatura argentina. No parece haber nada que le interese a Schweblin más que crear pequeños artificios narrativos, ninguna otra forma que la seduzca más allá del relato. Escribe poco, pausado (entre El núcleo del disturbio, su primera publicación, y Pájaros en la boca, su nuevo libro de cuentos, pasaron ocho años), corrige mucho y se mantiene al margen de rencillas, discusiones y polémicas. Pero todo lo que escribe se convierte en oro: con El núcleo del disturbio ganó los premios Fondo Nacional de las Artes y Haroldo Conti; con Pájaros en la boca, el Casa de las Américas 2008 (lo que empujó la edición de todos sus cuentos en un solo volumen, previsto en el mercado europeo para el 2009).
Schweblin participó en casi todas las antologías sobre literatura argentina que se editaron en los últimos años: su nombre aparece en volúmenes franceses, españoles, alemanes, cubanos. Uno de sus primeros cuentos, Matar un perro, está dentro de lo mejor de la narrativa breve en lengua castellana, y algunos de los que integran este nuevo libro correrán, seguramente, la misma suerte. Me arriesgo con algunos: Pájaros en la boca, pero también Conservas y, sobre todo, En la estepa (muchos pueden encontrarse fácilmente en la Web). ¿Qué es lo que tienen sus textos, que llevó a mucha gente a decir que se trata de la mejor cuentista argentina actual? Las ficciones de Schweblin son universos abiertos, por momentos absurdos, por otros perturbadores, siempre inquietantes. Hay mujeres que revierten su embarazo con extrañas técnicas de meditación, seres obsesionados por la fertilidad, adolescentes que comen pájaros vivos, niños que parecen adultos y adultos que se convierten en niños, actos de violencia inexplicables y calmas aterradoras. ¿A qué se parece su literatura? Por momentos, al clima enrarecido de los pocos buenos cuentos de Silvina Ocampo, como Las fotografías o La sed. No hay más que rastrear sus influencias declaradas, para hacerse una idea más clara: Adolfo Bioy Casares, Antonio Di Benedetto, Juan Rulfo, Patricia Highsmith, Grace Paley, John Cheever, Raymond Carver, Ray Bradbury, Dino Buzzati. El trabajo de lo inverosímil es, en ella, central, como declaró en una entrevista: “Pero para que lo inverosímil funcione, es requisito un método riguroso. Confío en la corrección, en la reescritura, en las relecturas atentas. Se puede producir a partir de la espontaneidad, pero en mi caso ese material precisa de un trabajo posterior necesario”.
Hay en sus relatos una obsesión por el detalle y la construción de la trama pero, sobre todo, de los personajes. Lo que parece absorber cualquier otra preocupación formal. No sería extraño que la crítica académica pase de su literatura: la prosa de Schweblin es transparente, a veces demasiado limpia y correcta. De los quince cuentos que componen su nuevo libro, incluso, hay ideas que hubieran necesitado un mayor desarrollo, o textos cargados de simbolismo que parecen fábulas. Pero todo esto poco importa, al lado de la potencia de sus mejores relatos, que están aquí para convertirse, sin ninguna duda, en verdaderos clásicos.
*Desde Barcelona.