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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Los principales desafíos de la transición

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Antes de repasar las perspectivas y los desafíos que enfrenta la economía argentina en el corriente año conviene comenzar reflexionando acerca de los recientes acontecimientos.

El shock social que configuró la denuncia de Nisman a las máximas autoridades del Ejecutivo por encubrimiento de los autores del atentado a la AMIA y su posterior muerte en circunstancias cada vez más sospechosas un día antes de declarar en el Congreso, monopoliza la agenda pública y reconfigura el escenario político en un año de elecciones presidenciales.

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Si bien no se puede dimensionar en términos económicos el impacto de dichos sucesos, sabemos que han afectado a la sociedad y, por ende, a los actores económicos que toman todos los días decisiones de ahorro, consumo e inversión en nuestro país.

Un punto clave a develar en el transcurso del tiempo –además del esclarecimiento del caso por parte de la Justicia– es cómo se verá afectada la credibilidad del Gobierno, activo fundamental a la hora de implementar políticas públicas, incluidas las de índole económica.

A nivel colectivo, la incertidumbre, la sensación de impunidad y/o injusticia, y la falta de garantías/límites, desnudan la debilidad de las instituciones para lograr una sociedad armónica y democrática. Este contexto no sólo perjudica el buen funcionamiento de la economía, sino que nos aleja del objetivo de largo plazo del desarrollo con equidad.

En síntesis, la magnitud y la envergadura de lo sucedido tendrán repercusiones a lo largo de todo 2015, afectando la dinámica política, económica y social de nuestro país. Si bien es muy difícil precisar su impacto, se podría conjeturar que el Gobierno estará más urgido de mostrar mejoras económicas, lo que puede llevarlo a profundizar estímulos para lograr una reactivación.

Sin embargo, para volver a crecer se necesita aflojar la restricción externa, y, a priori, la escasez de divisas luce más operativa en 2015: las reservas no son muy elevadas, se espera una mayor caída de los precios de las exportaciones que el de las importaciones, y hay el doble de vencimientos de deuda pública en moneda extranjera respecto del año pasado.

Si el Gobierno no logra reabrir el canal financiero (para la Nación, provincias, YPF y/o privados), los menores influjos de exportaciones (afectados por la caída de los precios internacionales) obligarán al BCRA a optar constantemente entre devaluar o cerrar más las importaciones.

Con insuficiencia estructural de divisas, exceso de pesos y expectativas alicaídas, la trayectoria de “vivir con lo nuestro” se encamina hacia la materialización de un estrés cambiario, definido como una escasez crónica de reservas que presiona crecientemente al BCRA a la hora de controlar el tipo de cambio oficial.

Esta trayectoria no es deseable porque implica un combo de mayor inflación y recesión que profundiza la tendencia negativa de 2014. Por eso no sorprende que tanto en la práctica como desde lo discursivo el Gobierno ya haya internalizado que este año tendrá que conseguir elevado financiamiento externo (con o sin acuerdo con holdouts) si quiere apuntalar el nivel de actividad.

En medio de la creciente incertidumbre sobre las perspectivas macroeconómicas de 2015 afloran dos certezas: 1) para la consecución del objetivo económico (apuntalar el consumo) el Gobierno tiene una hoja de ruta que indefectiblemente incluye acceder a financiamiento (en pesos y dólares); y 2) tiene como meta el gradualismo en la trayectoria del tipo de cambio oficial (y de las tarifas públicas) para contener la inflación, lo que permitiría apuntalar el salario real.

Estos dos elementos están interrelacionados, ya que a mayor financiamiento externo, mayor posibilidad de controlar el tipo de cambio oficial y, por ende, menor incremento de precios en la economía local y mayores chances de reactivar la economía. En cambio, con un menor acceso a divisas financieras se tensionan en simultáneo las cuentas externas, las variables nominales y la posibilidad de apuntalar el nivel de actividad.

La clave de 2015 será cuánto financiamiento en moneda extranjera consiga el Ejecutivo, sin importar demasiado su procedencia. De todas maneras, como el crédito otorgado por canales alternativos (como el swap con China) no alcanza para despejar la restricción externa (es decir, dinamizar la economía), cobra relevancia el acceso al canal tradicional (mercados de capitales).

Por ello, es de particular relevancia la evolución del conflicto con los holdouts y las turbulencias internacionales generadas por la apreciación del dólar y el derrumbe del precio del crudo. Vencida la cláusula RUFO, el Gobierno no ha dado señales de acercamiento, por lo que las chances de conseguir financiamiento como para lograr un repunte de la economía se achican.

Por otra parte, cada vez es más visible la intención oficial de utilizar el tipo de cambio y las tarifas como anclas nominales frente a la inflación. El acotado movimiento del dólar en los últimos meses, la baja en el precio de los combustibles, el acuerdo de la Nación con la mayoría de las provincias para mantener fijo el precio de la electricidad y la postura oficial de no subir tarifas del transporte público revelan la intención de legar al próximo presidente electo un profundo atraso de precios relativos.

Queda claro que el esquema de política económica descripto es insostenible, pero la pregunta relevante para el actual gobierno es si aguanta hasta las elecciones (fines de 2015). Antes del shock de los últimos acontecimientos, la respuesta era que sí. Esperábamos que a través de la activa búsqueda de financiamiento alternativo y colocaciones de deuda en los mercados de capitales, el Gobierno lograra aplicar gradualismo a la trayectoria del tipo de cambio oficial, moderar algo la inflación y estabilizar el nivel de actividad (el mayor influjo de capitales no alcanzaría para dinamizar las importaciones ya que también prevemos un mayor acopio de la cosecha agrícola a la espera de las decisiones del próximo presidente electo).

Sin embargo, los graves sucesos de la última semana plantean un interrogante ya que modifican el accionar tanto del sector público como del privado, alterando el fino equilibrio que permitía al Gobierno aplicar una política económica de pan para hoy y hambre para mañana.

Hoy más que nunca vale recordar que la economía es una ciencia social, y todavía no sabemos con certezas cómo va a digerir nuestra sociedad los traumáticos acontecimientos vividos.

 

// ECOLATINA