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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Los siete hábitos de los presidentes efectivos

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Los siete hábitos de la gente altamente efectiva es el famoso libro de Stephen R. Covey, escrito en 1989. Fue uno de los más vendidos en su tipo, aborda temas como desarrollo personal y organizacional así como psicología del desarrollo. Se volvió algo así como una autoayuda, pero desde el management.

La pregunta de si esto es aplicable a líderes políticos tiene una respuesta simple: no. Un líder y aún más un presidente deben laudar entre intereses contrapuestos y resolver en busca del beneficio del conjunto por sobre el individual. No sirven los libros de autosuperación para quienes deben ayudar al pueblo en su conjunto a superarse a sí mismo.

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El management y sus lecciones poco tienen para decirle a la política, dado que la eficiencia de recursos que persiguen los equilibrios parciales y microeconómicos no siempre se lleva bien con los procesos de desarrollo sostenible para que los países cambien en su propio favor.
Sin embargo, lo anterior no tiene por qué obturar la búsqueda de valor, donde el aumento de la productividad de los factores como resultado de inversiones sea la mejor manera de construir la base sólida de naciones que acumulen riqueza al tiempo que ésta se distribuye de forma razonable.
Es suma, el desarrollo implica ir de mayor a menor, donde el Estado debería diseñar lo mayor y tratar de intervenir poco en lo menor. A modo de ejemplo, necesitamos que las autoridades que se preocupan por la mesa de los argentinos generen las condiciones para que tengamos más producción de carne, tomates y papas, antes que por intervenir los mercados con la lista de precios del supermercado.

No se trata de lanzar tarjetas con descuentos 2x1 para el cine; la conducción política del Estado debe generar las condiciones para que eso lo realice el sector privado, y regular e intervenir para garantizar que las “reglas de juego” que se piden apliquen tanto para los que las solicitan como para sus clientes, que somos los mortales de a pie. Es decir, para que los mismos que piden facilitar las inversiones en telecomunicaciones, cuando brindan el servicio, lo hagan sin violentar los derechos de los consumidores a diario.

Si tuviéramos que repensar aquel best seller, pero para presidentes, podríamos replantear el contenido que se desarrolla luego de cada título, a saber:

◆ Primer hábito: sea proactivo. En este sentido, a diferencia de la “actitud proactiva” de corte individual, quien conduce debería tener la capacidad de anticipar los problemas derivados de sus decisiones y construir escenarios donde no se confunda la iniciativa con la hiperactividad. Privilegiar la iniciativa es una virtud, pero fomentarla en el conjunto de la sociedad es un elemento fundamental para el capitalismo moderno.

◆ Segundo hábito: empiece con un fin en mente. La capacidad de resolución de problemas a título personal o aun de carácter empresarial tiene regularmente aspectos que son propios de la creación de valor en mercados determinados, es decir que los decisores suelen moverse dentro de su zona de confort. Quien conduce un país debe hacer justamente lo contrario, tener claro que cuando se siente confortable, hay algo que debería hacerle ruido, ése es el tiempo para empezar a moverse.
Quien conduce tiene que tener en mente el objetivo, dibujar horizontes que el resto desconocemos, y alentarnos a tomar el camino que nos conduzca hacia allí. Más que un fin en mente, debe tener la flexibilidad suficiente para construir esos fines como la suma de una sucesión de medios.

◆ Tercer hábito: establezca primero lo primero. Uno de los puntos claves en materia económica radica aquí, dado que el orden de los factores efectivamente altera el resultado; la capacidad para definir prioridades y diferenciar lo urgente de lo importante en función del objetivo político de largo plazo es una de las cualidades más relevantes de los presidentes altamente efectivos.

◆ Cuarto hábito: piense en ganar/ganar. Esto es un hábito deseable en las negociaciones donde se busca agrandar el pastel antes que repartir las partes que ya existen, pero no aplica a los líderes, dado que justamente operan sobre pasteles que no se agrandan.
Ganar/ganar en términos agregados como política económica no existe, los presidentes deciden si se colocan del lado de la renta o del lado del salario, aun considerando los matices que siempre existen y la chance de que, en las formas y la búsqueda de consenso, eso se note un poco menos. Aun hasta se puede realmente agrandar la economía, pero eso no quiere decir que la contradicción principal desaparezca, de modo que aquí el habito más efectivo es el coraje ya que siempre habrá ganadores y perdedores, y el desafío radica en contener a ambos.

◆ Quinto hábito: procure primero comprender y después ser comprendido.
Este debe ser el hábito donde mejor aplica la versión original del libro de Covey. El punto se explica por sí mismo y nos invita a reflexionar sobre el valor de la escucha. Sobre todo en los tiempos cuando las cosas salen bien, dado que cuando nos enamoramos de los modelos, comienza a ser el momento de pensar cómo cambiarlos. Allí escuchar deja de ser un acto de humildad y hasta loable; en realidad, saber escuchar y comprender es un acto de supervivencia política.

◆ Sexto hábito: sinergice. Los presidentes efectivos no sinergizan, construyen sueños, marcan el camino, instalan la agenda. No dependen del focus group, sino que generan nuevas potencialidades, nuevos vasos comunicantes que se interconectan y construyen valor por su sola existencia. Promueven la economía de mercado con presencia del Estado. La sinergia que generan los presidentes altamente efectivos no es otra cosa que el desarrollo económico sostenido de un país.

◆ Séptimo hábito: afile la sierra. Aquí nuevamente surge alguna diferencia con la literatura empresaria, dado que la mejora continua es potestad del sector privado y en todo caso la burocracia del Estado en la gestión pública. Pero los presidentes altamente efectivos deben velar por construir sociedades que tengan redundancia. Esto quiere decir que no esté todo atado con alambre, que haya plan b y plan c. Que si bien implica resignar algo de crecimiento,   también implica mayor probabilidad de convertir el desarrollo en un proceso sustentable a pesar de la ocurrencia de cisnes negros.

Para todo esto, los presidentes altamente efectivos, más que leer libros de management, sólo deben tener vocación de gobernar en función de los intereses del conjunto por sobre los de algún sector en particular, así como saber interpretar cuáles son los intereses de la mayoría, que muchas veces difieren bastante de lo que relatan los gurúes de ocasión, por más libros que éstos hayan escrito.

 

*Docente UBA. Autor de Ladrones.