COLUMNISTAS

Los unos y los otros

Por Beatriz Sarlo | Si la Presidenta cree que su gobierno está jaqueado, llama la atención que actúe aislándose dentro de un escudo de protección obsecuente.

Cristina Fernández de Kirchner, acompañada por Carta Abierta.
| DyN

Después de la imputación de Cristina por el fiscal Pollicita, hasta los más consecuentes seguidores de Carta Abierta deben considerar que hay que tirar al cesto de los papeles la Carta 18, casi recién nacida. La imputación de la Presidenta tiene el poder de volver todo obsoleto. Sin embargo, el esfuerzo de los intelectuales kirchneristas aspira a la larga duración. Y, sobre todo, discrepa con la corta duración de los cada vez más revisteriles discursos de la Presidenta. Como si los de Carta Abierta se volvieran cada vez más herméticos y la Presidenta, cada vez más diáfana.

Como sea, Cristina Kirchner hoy deberá encabezar otra campaña discursiva, donde en lugar de la corporación de los medios deberá exponer una teoría sobre la conspiración de la Justicia. Por eso vale la pena explorar el último discurso presidencial en paralelo con el último discurso de los intelectuales K.

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En la Carta Abierta número 18 leemos: “La atroz simplificación a la que está sometida la vida política argentina creyó encontrar en este abominable hecho (la muerte de Nisman) la piedra filosofal de la enajenación final del Gobierno”.

Tres días después de conocerse esta Carta, Cristina Kirchner misma incurrió, por cadena nacional, en la retórica que Carta Abierta diagnostica como enfermedad discursiva de la oposición. Desde la pasarela de Casa de Gobierno les dijo a los “pibes para la liberación” allí presentes que los kirchneristas eran la alegría y los “otros” el silencio. Dijo que la alegría es la patria, agitó la salvadora bandera nacionalista (que fue usada por gobiernos democráticos y dictaduras) y se fue llevando en sus oídos las voces que le prometían asistencia para la liberación. Pregunta a los intelectuales de Carta Abierta: ¿no es ésta una simplificación irresponsable?

Otra cita de Carta Abierta 18: “Las tesis sobre la responsabilidad institucional (respecto de la muerte de Nisman) no deben obnubilar la reflexión sobre la responsabilidad de la compleja lengua social del vituperio que hoy se habla, la degradación ostensible del lenguaje público en los medios informativos de masas, el montaje arbitrario de imágenes y el nivel elevado de lógicas conspirativas y acciones secretas con que se manejan los órdenes empresariales, financieros, comunicacionales y políticos”.

Les digo a muchos de los que revistan en el oficialismo: esto también los define a ustedes, porque el secretario general de la Presidencia, hablando en representación del Gobierno, no se expresa con respeto ni seriedad, sino como un provocador que estigmatiza la marcha del próximo miércoles atribuyéndola a narcos, antisemitas y fiscales que frenaron la causa AMIA. En cuanto a “montaje arbitrario”, allí los canales de la corpo rivalizan con los programas que son el condensado del oficialismo más obsecuente, como 6,7,8, magos del empalme de imágenes. Cuando la Carta habla de lógicas conspirativas olvida que los representantes del Gobierno denuncian conspiraciones sin presentar otras pruebas que su oratoria desatada. Ahora podrán sumar al fiscal Pollicita al bando de los conspiradores.

No voy a discutir lo que la historia ya ha demostrado, y en ese punto seguramente coincidiré con los intelectuales de Carta Abierta. Todos los golpes sucedidos en la Argentina tuvieron la complicidad o la anuencia de sectores empresariales y mediáticos que conspiraron con las Fuerzas Armadas. La “Marcha de la libertad”, que entonaron los partidarios más recalcitrantes de la Revolución Libertadora, fue grabada en los sótanos de la Iglesia del Socorro, y la jerarquía eclesiástica apoyó el derrocamiento de Perón en 1955, junto a la Sociedad Rural y la mayoría de los partidos. Periodistas y dueños de revistas fortalecieron con su prédica el golpe contra Illia, que fue recibido con expectativa por una parte de la corporación sindical peronista y por el propio líder que aconsejó “desensillar hasta que aclare”. Jacobo Timerman adecentó el golpe militar de 1976 de manera abierta y La Opinión hizo mucho para persuadir de que Videla era preferible a esperar el fin “normal” del gobierno de Isabel Perón. Pero el diablo es mal pagador: le sacaron el diario y fue encarcelado por la dictadura cuya llegada propició porque consideraba inevitable o porque quería negociar con ella. La lista de las complicidades corporativas y políticas es larga.

Pero los intelectuales de Carta Abierta no deberían hablar de “atroz simplificación” cuando es la Presidenta la que incurre en una lógica crudamente binaria: de un lado la alegría, del otro el silencio. Además de ser una oposición un poco inverosímil (¿por qué están tan contentos los kirchneristas?), lo que ustedes llaman “golpe sintáctico” es lo que el Gobierno sugiere como golpe blando. Y hoy se estará definiendo como “golpe fiscal”.

Si la Presidenta cree verdaderamente que su gobierno está jaqueado, llama la atención que actúe aislándose dentro de un escudo de protección obsecuente.

Si cree seriamente que el Gobierno puede ser erosionado, desmontado, inmovilizado por una conspiración mediática, la iniciativa responsable es convocar a su partido y a los de la oposición a la Casa de Gobierno, en lugar de zarandearse por la pasarela de su patio como la dueña del aplausómetro. Si la Presidenta cree verdaderamente que hay una conspiración en marcha, su deber es llamar a todos a defender la democracia. Los que no acudan serán marcados por la defección a los principios que dicen sostener. La Presidenta no puede hablar con medias palabras oscuras y alusivas cuando sugiere un golpe de Estado. Las medias palabras despiertan todos los miedos. Incluso el recuerdo del autogolpe de Fujimori con apoyo de las fuerzas armadas.

La muerte del fiscal Nisman tiene la trágica consecuencia, entre otras, de que los argentinos probablemente piensen que la fiesta realmente terminó. Y ahora la denuncia que quedó entre los papeles del fiscal ha provocado otro giro y otro fiscal imputa a la Presidenta. Queda una pregunta: ¿Cristina Kirchner insistirá en la tesis desestabilizadora que, de inmediato, enunció Aníbal?

¿Pronunciará un discurso intelectualmente más ambicioso que las consignas de los últimos tiempos? Ante la imputación, ¿sostendrá la Presidenta la tesis del golpe blando y logrará convencernos? Amigos de Carta Abierta, todo esto merece otra Carta. Va título: “Cristina en peligro”.