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Los usurpadores de cuerpos

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Recuerdo una noche en la que estaba viendo una película con mi viejo, y él se fue a dormir al cuarto matrimonial y yo me quedé solo, paralizado de miedo, viendo The Body Snatchers, una película de ciencia ficción en blanco y negro –al menos así la recuerdo– en la que los extraterrestres llegaban a la Tierra para suplantar a los humanos. El argumento era éste: unas semillas gigantes llegadas del espacio caían en la ciudad de Santa Mira, California. Mientras la gente dormía ellas creaban una réplica exacta del durmiente dentro de su vaina y lo sustituían. Al verdadero creo que lo hacían papilla. La película empezaba cuando un doctor –llamado Miles Bennell– volvía al pueblo después de un congreso al que había asistido y recibía en su consulta gente del lugar que le decía que algo les pasaba a sus parientes cercanos, que éstos tenían la misma apariencia pero no sus recuerdos y tampoco poseían sentimientos. La película fue rodada a mediados de los años 50, en plena Guerra Fría, y se la interpretó como propaganda anticomunista ya que los extraterrestres predicaban un sistema donde prevalecía lo colectivo por encima de lo individual. Yo la interpreté siempre como la verdad escalofriante de que nuestros seres queridos a veces son demasiado extraños, difíciles de predecir. También tuve la sensación de que determinadas personas parecen no ser de este planeta, de este espacio-tiempo o de lo que sea que llamamos realidad, y que no hay que tener la cabeza hiperparanoica de Philip K. Dick para percibir esto. Todos lo sabemos. ¿Qué vienen a decirnos estas personas? ¿Cuál es su misión? ¿Por qué a veces nos hablan y por qué a veces prefieren no hacerlo? ¿Es mejor saber lo que nos vienen a decir o mejor no pegarse spoilers de trompa? Para la misma época otra película de ciencia ficción sacudía a Hollywood: El día que paralizaron la Tierra. Esta parecía una réplica aguda a los fantasmas del anticomunismo. El hombre que estacionaba el plato volador en un parque de los Estados Unidos traía un mensaje para la humanidad. La Tierra debía perecer para poder salvar al sistema entero, porque veníamos haciendo las cosas mal, éramos como un tumor. En la remake de hace unos años, el personaje principal, llamado Klaatu, fue interpretado por Keanu Reeves. Con lo cual los nombres de pila eran bastantes parecidos, ¿no? Klaatu, Keanu. El actor de Matrix siempre me resultó alguien que venía de una zona fantasma para decirnos algo, pero no sé qué. Hay toda una retórica en torno de este actor fetiche de los Wachowsky: que es gay, que se casó con un amigo, que se le murió su novia, que es drogadicto, que es venusiano, que es yanqui, etc. Lo cierto es que el bueno de Keanu es un actor muy limitado con grandes papeles, algo extraño, no? ¿Será un virus del espacio exterior? Lo mismo sentí una noche con un joven alto, de pelo corto y muy arreglado en su ropa que se metió en una carpa en la que acampábamos con varios compañeros de la facultad. Estábamos en ese entonces retozando en un camping de San Miguel de Tucumán. Nos dijo que quería viajar con nosotros y nos mostró los planos de unos terrenos que tenía en Cafayate. Dijo que podíamos ir ahí y fundar colonias espirituales. Todos nos paralizamos de miedo. Tengo la misma sensación, desde hace tiempo, con Marcelo Barovero, el extraordinario arquero que tiene River. Síganlo atentamente. Cuando se abrazan en el túnel todos los jugadores, antes de entrar a la cancha, en la arenga, él no toca a nadie. Tiene los brazos a los costados, duro. Tampoco hace un gesto de más cuando posan para la foto grupal, ya en la cancha. Y cuando le muestran un video motivacional como hicieron contra Boca, permanece inmutable. Todos los jugadores de River dijeron que sintieron la ausencia de su público en la Bombonera, el pasado superclásico. A Barovero no le importó. El domingo pasado se limitó a atajar todas y a quedarse quieto como una estaca en el tiro libre de Riquelme porque, hombre venido del futuro como es, ya sabía lo que iba a pasar. Orión, en cambio, un pobre mortal como nosotros, se la pasó protestando y llorando cuando le metieron el gol de cabeza.