Más temprano que tarde, finalmente nos llegó la marejada tan temida. Y, al parecer, no estábamos tan firmes como había dicho la Presidenta en Nueva York, en una mezcla de expresión de deseos con soberbia infantil y ese pensamiento mágico que tienen los Kirchner: creer que lo que no se nombra no existe. “El Plan B lo necesitan ustedes”, fueron las 6 palabras que, a modo de factura, Cristina le pasó al Primer Mundo sin poder disimular cierta satisfacción por la desgracia ajena en su enigmática sonrisa giocondiana. Ahora resulta que la desgracia no era tan ajena. Las penas son de nosotros…
Ojalá este gobierno tuviera un Plan B para navegar en este océano absolutamente hostil y encrespado en que se convirtió la realidad nacional.
A Cristina y Néstor se los puede ver arriba de una canoa remando sin rumbo, cada vez más aislados, con respuestas espasmódicas y contradictorias, con los brazos cansados por el esfuerzo y con el combustible de la confianza pública cada vez más escaso. Hoy, el mar argentino tiene olas de una magnitud incluso superiores a las del peor momento del Gobierno en su combate contra el campo. Y, al igual que en aquella situación, la mayoría de los problemas han surgido por una bulímica voracidad de fondos. Eso les hizo negar la realidad y multiplicar la sucesión de errores no forzados de un matrimonio que al parecer habla con poca gente y escucha menos todavía. Cualquier funcionario de mediana experiencia sabe que cuando un gobierno se dispone a tirar un misil con la intención de provocar un formidable cambio estructural como la estatización de la jubilación privada lo debe hacer con mucha responsabilidad, rodeado del mayor consenso político e institucional posible y previendo las próximas diez jugadas, como en el ajedrez. Nada de eso ocurrió.
La astucia de la conducción política de Maquiavelo siempre apeló al elemento sorpresa como una de sus mejores armas. Pero hay que saber utilizarla. A veces, los Kirchner confunden sorpresa con improvisación, y audacia con falta de reflexión. Y como si esta mezcla explosiva fuera poco, tienen una tendencia marketinera adictiva a presentar sus necesidades como si fueran epopeyas revolucionarias. Retroceden aceleradamente, pero siempre gritando: “Los vamo’ a reventar, los vamo’ a reventar”.
El viejo Néstor Kirchner, el que recién empezaba a trepar la cuesta, prometía un país serio que no se levantara todos los días sobresaltado por anuncios rimbombantes y sin que sus habitantes supieran qué era lo que iba a pasar. Ahora, el matrimonio está haciendo todo lo contrario. Ese valor que antes le daban a las certezas, a la previsibilidad y a las reglas claras se fue incinerado bajo el lema “La necesidad tiene cara de hereje”.
Los vientos huracanados que están sacudiendo como una coctelera la canoa de los Kirchner no vienen solamente del tsunami financiero internacional. Ellos le pusieron su propia cuota nacional y popular de remolinos patagónicos. Tal vez no había peor momento para meterse con los ahorros de los trabajadores, y fue tan mal explicado que todo se pareció más a un acto de campaña que a una medida estratégica de un gobierno.
Los mercados reaccionaron como era previsible. Pegaron los alaridos típicos de quienes sienten que les están arrancando beneficios y enrareciendo el clima de negocios. El Gobierno fue sorprendido por la magnitud de la respuesta. Estaba jugando con todo al ataque cuando se comió un par de goles de contragolpe.
Encima, la semana negra conmovió a la sociedad con el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea. Reapareció un lenguaje que meneó otra vez el fantasma del no ingeniero Juan Carlos Blumberg y desnudó las diferencias abismales que hay dentro del oficialismo para afrontar el tema de la inseguridad, tan subestimado por los Kirchner. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, se cruzó con el ministro Aníbal Fernández sobre el rol y el despliegue que tiene que tener la Gendarmería en La Cava. Daniel Scioli salió a poner la cara y recibió un cachetazo de Jorge Ceballos, el líder de Barrios de Pie, uno de los grupos kirchneristas más radicalizados y funcionario del ministerio de Alicia Kirchner. El gobernador bonaerense es una de las principales cartas en imagen positiva que tiene Kirchner para potenciar las elecciones de 2009 y Ceballos lo acusó de apelar a un discurso de mano dura más típico de Patti y de Ruckauf.
Los balazos no picaron solamente en territorio bonaerense. Los docentes hicieron una huelga nacional para castigar a Mauricio Macri, pero también afectaron al gobierno kirchnerista con el que muchos de sus sindicalistas simpatizan. El mundo laboral empieza a padecer la crisis con mayor contundencia. Las expresiones que presagian conflictos más graves son los despidos de los obreros mecánicos en Córdoba y las amenazas en Rosario, la fuerte caída de la construcción y la amenaza de una catarata de telegramas con cesantías que hace la UIA si no hay una urgente y fuerte devaluación.
En este marco convulsionado es insólito el maltrato de los Kirchner hacia España y Uruguay. Es incomprensible la capacidad de castigar a los aliados que tienen Néstor y Cristina. Se trata de dos de los países más cercanos en los afectos y en la historia común. Sus jefes de Estado y líderes políticos tienen equivalencias generacionales e ideológicas con nuestro matrimonio gubernamental. Sin embargo, las relaciones de Argentina con España y con Uruguay están en su peor momento histórico.
El “Cristinazo”, como lo bautizaron algunos medios españoles, hay que buscarlo en los desplantes de los hechos consumados. Una cosa es defender los intereses argentinos y otra muy distinta imponer socios locales a empresas globales, fogonear agresividades sindicales para bajar precios de activos o pegar volantazos en las decisiones que afectan los patrimonios sin siquiera poner el guiño a la hora de girar. Otra vez envueltos en la bandera, los Kirchner producen daños severos y a veces irreparables en las relaciones diplomáticas con otros países. Es la expresión internacional de sus costumbres domésticas. José Luis Rodríguez Zapatero está acosado por la desocupación creciente y muchas dificultades económicas internas y del continente, pero se sintió traicionado al enterarse por el desplome de la bolsa al ritmo canyengue del 2x4 que las medidas tomadas en Argentina le multiplicaron sus dolores de cabeza. Los empresarios españoles exigen que su gobierno los proteja de los cachetazos argentinos. “Nos están echando a los golpes”, dijo Gregorio Díaz Ferrán, uno de los más encumbrados. Los embajadores Rafael Estrella y Carlos Bettini tuvieron que trabajar a destajo para evitar que todo se saliera de madre. La tensión extrema recién aflojó cuando Cristina en persona dio garantías de que no tenía intenciones de avanzar sobre la propiedad de las empresas españolas que tenían acciones de las AFJP y cuando Ricardo Jaime anunció que iban a dar marcha atrás con la decisión ya tomada de expropiar Aerolíneas Argentinas. Cristina estuvo a punto de bailar “El último tango en Madrid”, pero apareció un milagro para salvarla en El Salvador. Allí, en medio de la Cumbre Iberoamericana, Zapatero le pasará cara a cara a Cristina todas las facturas para evitar que la sangre llegue al río.
Con Uruguay las cosas son igualmente graves, aunque por motivos distintos. Tabaré Vázquez al principio estuvo muy agradecido por el apoyo que Néstor Kirchner le brindó en su campaña electoral. Pero después la relación entre ambos presidentes fue creciendo en desprecios dichos en voz baja y humillaciones realizadas a la intemperie. Estaba cantado que Uruguay no iba a apoyar la candidatura de Néstor Kirchner a la conducción del Unasur. Fue el presidente con el que más encontronazos tuvo y el gobierno con el que más problemas tiene. La ruta que nos une sigue cortada y no sólo en Gualeguaychú. Eso es realidad y metáfora a la vez. El Gobierno argentino no creyó necesario hacer un trabajo especial para conquistar el voto uruguayo. Actuó como diciendo “van a tener que venir al pie, no les queda otro remedio que sumarse”. Se confiaron en que la ausencia de otro candidato del peso específico de un ex presidente y el apoyo del resto de los países iba a arrastrar a Uruguay. No fue asi. En pleno uso de su soberanía y emitiendo también un mensaje para el frente interno, Uruguay se negó a respaldar a quien le faltó el respeto. Tabaré tiene todo el derecho de no querer complicarse en una actitud seguidista ni masoquista. ¿Cuál hubiera sido la actitud racional de cualquier gobierno frente a semejante mensaje? La búsqueda de conversaciones reservadas en el más alto nivel diplomático para reabrir los puentes de las mejores relaciones. ¿Cuál fue la respuesta del canciller Jorge Taiana? Un comunicado rajante que califica la decisión como “agravio a los argentinos”, redobla la apuesta y profundiza más la brecha entre ambos países. En el peronismo se acostumbra a pedir subordinación y verticalismo. Pero Uruguay es un país independiente, no es un militante.
A veces parece que Néstor Kirchner no duerme de noche pensando qué nuevo frente de conflicto puede abrir. Que tiene una agenda donde apunta a los dirigentes, periodistas e instituciones que espera a la vuelta de la esquina para ejercitar sus puños en la pelea. Su drama es que todavía no registró el cambio de época. Antes, Kirchner crecía en los combates frontales.
Ahora decrece. Produce mal humor y, sin embargo, su consigna parece seguir siendo “Ni olvido ni perdón”. Con el imprevisible debate que se abrió por la estatización de las jubilaciones quedó muy evidente lo contraproducente de apostar siempre a la revancha y la crispación.
Muchos referentes importantes ante la opinión publica están a favor doctrinariamente de lo esencial del proyecto de ley, más allá de las formas groseras y los tiempos inadecuados. Sin embargo las críticas públicas de Julio Cleto Cobos, Felipe Sola, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, el radicalismo y el socialismo hacen presagiar un tránsito complicado en el Parlamento. Los más opositores sueñan con resucitar el bloque que abortó la Resolución 125. Esta vez es más difícil porque el único partido que rechaza de plano conceptualmente las jubilaciones estatales es el de Mauricio Macri. Todos los demás estan dispuestos a negociar una ley sin discrecionalidad y con transparencia en el manejo de los fondos jubilatorios. Ese amplio espectro opositor está dispuesto a convertir al Parlamento en la fragua de una ley razonable que calme las turbulencias, y que discuta de nuevo el Presupuesto para quitarle ficción y superpoderes. Nadie puede asegurar que el Gobierno tenga la misma actitud. Kirchner debería ser hoy más cuidadoso que nunca.
Hay demasiados ciudadanos que ya no sólo critican a los Kirchner por lo malo que hacen sino también por lo bueno. Desde una perspectiva republicana esa fractura expuesta es el peor escenario posible. Y desde lo económico es el que advirtió Roberto Lavagna: la estanflación, ese temible fantasma que se advierte en el horizonte y que mezcla explosivamente estancamiento con inflación.
Los Kirchner vienen de perder por paliza, hay heridas que no terminaron de cicatrizar y le quieren mojar la oreja a luchadores más poderosos que ellos.
Esa actitud suele levantar la ovación de las tribunas, pero acelera su deterioro físico y mental. Disfraza de presunto coraje su debilidad.
A éso, algunos le llaman huir hacia adelante.
Otros, suicidio