Qué buena sensación, esta de estar viviendo una novela o por lo menos los párrafos iniciales de una novela. De ciencia ficción además. ¿Se acuerda, estimado señor, de aquel libro Sobre cosas que se ven en el cielo? Bueno, pues ahí estamos. Y conste que yo estaba ocupada en otros menesteres, llamémoslos domésticos, en el momento en el que oí eso de “el cielo se puso verde”. Uff, pensé, ya no saben qué meter entre crimen, violación, droga, explosión, accidente de siete camiones en la ruta… y así pensaba seguir cuando continúo oyendo (era inevitable) el asunto de la luz verde que no era solamente una luz, parece.
Claro, sí, querida señora. Para cuando usted lea estas modestas líneas ya se sabrá de qué se trataba y las posibilidades no digo que son infinitas pero son muchas y variadas. ¿Qué fue, eh? Dígame qué fue. Unos muchachos que prendían luces de bengala para festejar el cumpleaños de la novia de uno de ellos. Un incendio del otro lado del río y entre los árboles en el que se quemaron ejemplares de rustcellia lambifolia que ya se sabe que con la combustión tiñe todo verde a su alrededor, o una cuadrilla de naves interestelares que llega desde el fondo del universo (no me lo diga, el universo no tiene fondo, ya sé y ya sé además que se expande a todo lo que da y una ya no sabe adónde vamos a ir a parar) que trae a unos seres raros y sabios que vienen a poner orden en esta bola que gira alrededor de un globo de fuego. O en una de ésas es un escenario en el que se está filmando Los que llegaron del lejano planeta Sisquirimbumm. No sé cuál elegir. Me gustan todas, le juro.