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Machos y hembras; tomo y obligo

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| Cedoc

Y hoy al verla envilecida / a otros brazos entregada / fue pa’ mí una puñalada / y de celos me cegué / Y le juro todavía / no consigo comprenderme / cómo pude contenerme / y ahí no más no la maté…”. El tango, cima universal de la música y poesía populares, reflejaba las relaciones hombre-mujer, “de género”, vigente hasta hace pocas décadas. Solo los hombres tenían derecho al amor y al sexo. Las mujeres, el deber, no el derecho, de amar. En cuanto al sexo, solo cuando y como lo dispusiera el marido y padre de sus hijos.
Aquellos tangos pintaban a trazos gruesos y hermosos la moral y costumbres aceptadas entonces como convenientes tanto por hombres como por mujeres (http://bit.ly/machos-hembras). Esa fue también la época en que las mujeres comenzaron a acceder a la educación. Entre nosotros, Alicia Moreau de Justo, una de las primeras doctoras en Medicina del mundo, fundó en 1902 el Centro Socialista Feminista y la Unión Gremial Femenina. Propuestas políticas, gremiales, culturales, para la liberación de la mujer; de todas las mujeres. Un nivel de conciencia que hoy no pasa, salvo excepciones, del estruendo de las denuncias en televisión e internet. Por ejemplo, cambiar el lenguaje antes de que cambien las cosas; esa tontería.
Todo esto viene a cuento porque va siendo hora de ubicar en perspectiva el promisorio tembladeral que van armando las mujeres; justamente para alentarlo. Llegará el momento en que las actrices, consagradas o no, que en todo el mundo son hoy cabeza del reclamo, vayan ya no “a la tele”, sino “con la tele”, a las fábricas y comercios; a todos los sitios donde millones de mujeres también ganan mucho menos que los hombres por igual trabajo, pero a “la tele” no le interesan.
En cuanto a la violencia de género, se dijo también en esta columna: “Lo de Hollywood es en efecto un escándalo de positivas secuelas. Pero (…) los medios, con alguna excepción, no han iniciado investigaciones serias sobre el asunto en la clase trabajadora, empresas o Estado. Convengamos en que, ante un chantaje sexual, no es lo mismo lo que se juega una trabajadora de servicios, industrial o administrativa, con hijos y a veces hasta marido que mantener, que una joven aspirante a estrella con estudios y familia, cuando no portadora de apellido (http://bit.ly/espuma-escandalos).
También es reprochable que los medios, al menos los argentinos y salvo excepción, pongan en segundo plano o simplemente ignoren el tema de la presunción de inocencia. Un ejemplo, entre muchos: una periodista preguntó a Adrián Suar si “volvería a contratar” a Juan Darthés. Pregunta lógica, pero incorrecta. Lo objetivo, profesional, sería: “¿Si la Justicia lo encuentra culpable, volvería a contratarlo?”.
Con este tratamiento mediático; en este clima, ¿alguien imagina el futuro profesional de Darthés –y tantos otros– si la Justicia lo declarase inocente? Este es uno de esos casos, entre tantos aquí y en todo el mundo, en el que, por lo que se sabe, apostaríamos por “culpable”. Pero los asuntos de justicia no son objeto de apuestas, sino de respeto, aunque no satisfagan a la opinión. También las leyes acabarán adaptándose a las nuevas normas de convivencia.
Cuando las mujeres hayan conquistado todo por lo que hoy luchan; cuando una real y total igualdad de derechos y obligaciones sea cosa de todos los días y todas las clases sociales, los hombres podremos reflexionar y, luego, contarles lo que nos han costado cosas como aquella de que “un hombre macho no debe llorar...”. Las amenazas y lamentos hombrunos de Tomo y obligo son hoy pura nostalgia y alguna crítica desde lo políticamente correcto, pero mañana serán más nostalgia y algún “qué loco, no?; los hombres tenían prohibido llorar”, en boca de alguna mujer. Y todos reiremos, hombres y mujeres, de nosotros mismos.
Esto apenas empieza.


 *Periodista.