El ministro de Justicia, Germán Garavano, dio hoy una clave para entender el primer gran desacierto de Mauricio Macri, quien enfrentó una ristra de críticas de adversarios y aliados por nombrar a dos jueces de la Corte Suprema sin pasar por el Senado. En los malabares que debió hacer para defender una medida que había criticado en privado, Garavano dijo que, al fin y al cabo, eran los periodistas quienes habían insistido con el problema de la gobernabilidad. No se trataba entonces solamente de cubrir el vacío de la Corte Suprema sino de demostrar poder. La confesión demuestra primero que existe preocupación por dar evidencias de la capacidad de gobernar frente a la falta de mayoría en el Congreso y las suspicacias que despierta tener al peronismo en la oposición. En segundo lugar, la explicación advierte que Macri está dispuesto a dejar de un lado las formas y gobernar por decreto si la política lo incomoda. La decisión de no llamar a sesiones extraordinarias en el verano, fue la primera evidencia. La conformación del gabinete, donde abundan los ejecutivos de empresas privadas y brillan por su ausencia los ministros crecidos en los tejidos de la política, demuestra la misma aversión.
“Fue una decisión del Presidente”, subrayó Garavano interrogado radialmente por Luis Novaresio. El presidente venía de hilvanar aciertos, en la convocatoria a los políticos con quienes había competido en la campaña y en la reunión con los gobernadores. Ahora cometió un error, que abrió las primeras grietas con sus aliados de la UCR y con sectores de la Justicia que hasta ahora lo ensalzaban sin grises. Existen en el gabinete quienes creen que la demostración de poder compensa los cuestionamientos. Se verá.
Sin duda no había apremios para hacerlo.
Pero si la preocupación por mostrar gobernabilidad explica una parte de la decisión, el papel cumplido por el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, puede aclarar el resto. El gobierno de Macri se preocupó en deslizar que la medida había sido conversada con Lorenzetti. Horacio Rosatti, uno de los candidatos a ocupar un cargo en el Máximo Tribunal, era el ministro de Justicia cuando se envió al Senado el pliego para convertir a Lorenzetti en juez de la Corte Suprema. Se conocen bien. Garavano deslizó hoy que la decisión respondía a “un reclamo de la misma Corte” y que en la conversación privada que había mantenido con Lorenzetti se le transmitió la necesidad de “cubrir rápidamente las vacantes”. No llegó a comprometerlo con la polémica elección del mecanismo de designación. Pero el Gobierno buscó abrazarlo a la decisión.
Lorenzetti, como pocas veces, salió rápidamente a despegarse: “Nosotros como Corte Suprema no fuimos consultados ni debemos ser consultado porque es una cuestión que corresponde al Presidente”. Así cargó toda la responsabilidad en Macri pero le concedió un favor: evitó repetir las críticas que habían enumerado sus colegas constitucionalistas y prefirió elogiar a los nuevos integrantes del Tribunal. Un equilibrista dispuesto a cosechar en las nuevas necesidades de gobernabilidad.
(*) Editor Jefe de Política en Diario PERFIL. En Twitter: @damiannabot