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Madonna conurba

Hace un par de semanas, volviendo de Río Negro, la pantalla obligatoria del ómnibus proyectaba a cuarenta centímetros de mi cara un video de un recital de Madonna en Londres a todo glamour, mientras por la ventana pasaban kilómetros y kilómetros del Conurbano bonaerense arrasado por esta lenta bomba atómica de nuestros tiempos, que va convirtiendo todo en un basural.

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Hace un par de semanas, volviendo de Río Negro, la pantalla obligatoria del ómnibus proyectaba a cuarenta centímetros de mi cara un video de un recital de Madonna en Londres a todo glamour, mientras por la ventana pasaban kilómetros y kilómetros del Conurbano bonaerense arrasado por esta lenta bomba atómica de nuestros tiempos, que va convirtiendo todo en un basural. Detrás de los grandes espectáculos siempre está el basural. Se necesitan el uno al otro. El show avanza y va dejando sus detritos. Los papeles y el círculo de tierra quedan donde estuvo la carpa de circo. Eso lo sabemos los argentinos desde que se levantó el telón pintado de la convertibilidad y el primer mundo y vimos detrás la tierra baldía. Madonna, subida a los cubos de luz del escenario, brillaba y cantaba una versión de Like a Virgin remixada, un poco estridente, sonando en los parlantes saturados del micro de larga distancia que brinda ese servicio de DVD, con películas, butacas totalmente reclinables (todo el confort) y cortinas a los costados para no tener que ver los desagües, los chicos saltando una zanja al lado de un caballo muerto, la quema, los perros flacos, el asador criollo vacío con las ventanas y puertas arrancadas, el alambre de púas por todos lados, los potreros, los ranchos, los montones de basura volcada, rastrillada, revisada, desperdigada, los campos llenos de bolsitas de plástico atoradas en los yuyos. Me llamó la atención que nadie mirara para afuera. Me acordé del libro Sobre la historia natural de la destrucción, donde Sebald cita las pocas crónicas que existen de los días posteriores a los bombardeos ingleses sobre las ciudades alemanas. El tren avanzaba entre los escombros que antes eran ciudades y los pasajeros, en lugar de mirar asombrados el paisaje de la destrucción, bajaban la vista, miraban hacia el interior del vagón, disimulaban. Ya sé que estoy exagerando. Porque esto no es la guerra. O quizá sí. Quizá el enemigo somos todos y nadie. Mejor cerrar las cortinas, mejor mirarla a Madonna, total el ómnibus sobrevuela el basural y sigue, sigue, sigue camino a la Edad Media.