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casamiento homosexual

Maestro Kirchner

Néstor repitió el esquema que utilizó con la 125: ni un paso atrás, viajes y Banelco, pero esta vez ganó.

Robertogarcia150
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De festejo por el nuevo matrimonio gay, claro, pero cauto a la hora de celebrar. Aunque le correspondía a Néstor Kirchner el sabroso banquete, la servilleta con puntilla, los cubiertos de gala y los alcoholes preciados también, por mérito personal y exclusivo: sólo él mantuvo a los gritos el proyecto original de Diputados, rechazó cualquier tipo de negociación y le impuso obediencia absoluta a sus legisladores que, por honor al burocrático club al que pertenecen, habían intentado algún acuerdo modificatorio para quedar bien –nunca mejor esta alternativa– con Dios y con el Diablo. Terco, Néstor ganó en esta oportunidad, como había perdido con la misma tozudez en la l25. Por razones políticas de conveniencia, celebró casi en silencio, magnánimo, evitando excesos. Y, si se atiende a la cuestión física, para no atragantarse con una ingesta que le agregará más kilos a los que últimamente lo acechan (¿cinco, ocho, diez?), esos que a los 60 cuesta tanto expulsar, producto de la angustia oral, el stress o derivaciones de algún medicamento traicionero. Ya evitan decirle “flaco”, como antaño, y su rostro, otrora de Modigliani, deriva a una pantalla plana de las que se venden en cincuenta cuotas. Exagera el cronista, quizás para que empiece una dieta, no vaya a ser que pierda las formas estéticas para los carteles de la candidatura, ésa en la cual no ceja para 2011, convencido –repitiendo el latiguillo como forma de persuasión a propios y ajenos– de que “vamos a dar vuelta” las encuestas, un sueño que robusteció en la semana con la victoria legislativa, a pesar de que lo acosan demandas opositoras. Su esposa trastabilló en China en su negociación por las exportaciones de aceite de soja (ni siquiera pudo estar a solas con su colega oriental), tampoco se desempolvó de dos fiascos contra Clarín y, otra vez, con el frío, se desnudó la precariedad del perfil energético argentino, incapaz de sostener la demanda industrial. Pero no hay nubarrón que le quite el placer de haber vencido, en su pugna personal, al cardenal Jorge Bergoglio, a quien le imputa parte de su infortunio. Apeló a todos los recursos en la Cámara: desde la captación con viajes a senadores contrarios (al mejor estilo Julio Grondona con los directivos de los clubs), una institucionalización de la Banelco (ver discurso de la legisladora Quintela), la repentina transformación espiritual de algunos, el ejercicio explícito de la borocotización de conciencias y las patéticas o rocambolescas intervenciones en los veinte minutos de fama que la TV les concedió a los senadores (el caso del entrerriano Torre, quien sostuvo que Sor Juana de la Cruz era lesbiana y, cuando le preguntaron por el origen de esa información, contestó rampante: “De Internet”). Maestro Kirchner, entonces, en el conocimiento de las conductas humanas, de esos especímenes cristianos que pueden pecar sin culpa porque finalmente alguien los perdonará. Así es la religión. Y la política.

La cuestión era ganar. Y con la misma meta, pensando en 2011, se reúne con delegados bonaerenses para fabricar una elección interna en su PJ que, entiende, puede robustecer el partido para la primera vuelta de los comicios generales, ésa en la cual debe triunfar con guarismos rotundos para evitar una segunda ronda (la cual, de acuerdo a todos los números, inevitablemente lo mostraría perdedor). Y se junta, como ejemplo, hasta con Sergio Massa, el “Massita” que no se quejaba de las patadas que le pegaba en los picados, que consentía insolencias para tomar mate luego con Cristina en la quinta, quien a su juicio y por comentarios de sus continuadores, se pertrechó en el Anses para enfrentar un sinnúmero de inviernos. El mismo que, siendo jefe de Gabinete, se anotó en las testimoniales con su esposa pero sin llevar a Kirchner en la propaganda; el mismo que nunca negó el trascendido de que había tomado a Néstor del cuello cuando se le insolentó a su esposa por la derrota; el hombre de las sospechadas camaritas que a su vera ubicó a dos perlas bonaerenses –para Néstor– como Amondarain y Larraburu, imán del periodismo, sea porque seduce a esos trabajadores o porque se reúne con agencias ad hoc dedicadas al menester de prensa. Saldo: siempre lo nombran y, lo más importante, siempre ubican su fotografía. Lo tiene calibrado Néstor, lo empuja a la interna contra Daniel Scioli, del que Massita desconfía desde que lo asaltaron en su country, un gobernador que esta movida lo pone tan nervioso que siempre lleva a su médico Cahe para que le tome la presión. Mientras, todos se apromiscuan por aquello de las efectividades conducentes. Uniones transitorias para un destino incierto, ya que el peronismo en su conjunto –hay que incluir al disidente– se muestra enturbiado y casi jaque mate para 2011. Está claro, es definitivo, que no irán las dos partes asociadas para esa elección general (Duhalde ya se anotó con Unión Popular y la Democracia Cristiana) y dudosamente puedan quedar ambos núcleos para dirimir en una segunda vuelta. Se supone que, entonces, habrá otra fuerza de centroizquierda que compita y, ante esa eventualidad, cuando haya que poner el voto final, ¿los disidentes apoyarán al oficialismo o el oficialismo apoyará a los disidentes? Nadie imagina a Duhalde, por dar un nombre, colaborando para que gane de nuevo Kirchner; tal el odio que lo encarna. La reflexión vale, al revés, para el kirchnerismo frente a los disidentes, a quienes les teme más que a otras agrupaciones, con el añadido de que Néstor piensa quedarse con el escudo, la marcha y el sello para ser luego oposición. Si este teorema se cumple, el justicialismo dejaría de ser poder en 2011. Contra esa alternativa, también lucha Kirchner, quien prefiere a Solanas o a Alfonsín antes que a Duhalde.

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¿Y Mauricio Macri? Tampoco se sabe su final, aunque coquetee con los disidentes. Por ahora, luego de su reciente procesamiento, demostró una notable inconsistencia: no supo elegir a quienes lo defiendan técnicamente, sus colaboradores demostraron incompetencia y falta de argumentos para defenderlo en las últimas horas, otros se protegieron a sí mismos y él, tampoco, supo defenderse. Como tampoco sabe atacar, parece Argentina ante Alemania perdiendo por cuatro a cero. Quizás sea un momento, el cual tampoco ignora que en este caso, como en el Senado para el matrimonio gay, Néstor se aplicó a la tarea de apelar a todo tipo de recursos.