El sábado pasado fue lluvioso y me puse a mirar el partido entre Argentinos Juniors y All Boys. A ambos equipos los dirigían dos maestros de la antimateria: Ricardo Caruso Lombardi y Julio Falcioni. Me acordé de un conocido de mi viejo que llegó a tener una funeraria grande en Boedo. ¿Cómo lo hizo? Se iba a las salas de espera de terapia intensiva de los hospitales, decía que tenía un pariente internado ahí y se hacía amigo de las demás personas que sí tenían uno. Cuando alguien moría, este tipo, con los ojos llenos de lágrimas, les recomendaba una funeraria donde ya habían velado a otro ser querido suyo. Lo mismo hace Caruso Lombardi con los equipos que se están por ir a la B. Se les acerca, los merodea y cuando el técnico sale despedido, ¡zas! Ya está él en primera fila.
A Falcioni le vi hacer otro tipo de proeza. Cuando dirigía Boca, convirtió a un crack como Erviti en un jugador picapiedra, haciéndolo retrasar y pegar. Lo mismo hicieron los guionistas de Lost con un personaje extraordinario como Benjamin Linus: le quitaron misterio y lo trivializaron. Fernando Niembro (tan parecido a Carlos Fuentes) y Mariano Closs son otros que practican la teoría de la eficacia. En los partidos coperos entre River y San Lorenzo, cuando River le daba la espalda a su historia y la pelota al Ciclón, repetían este mantra: “Ojo que meterse atrás y meter y meter también es jugar”. A Closs y a Niembro no les gusta el fútbol, les gusta el rugby.