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crimenes

Mal amor

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Veo series. Me interesa el sistema convencional, acepto y disfruto de lo que ya no soportaría en una novela (excepto en las de Salgari), la alfarería de cada capítulo, la interrupción significativa, la promesa de la continuidad. Sin saber bien por qué, veo (por internet) dos o tres sobre asesinos seriales, atormentados o hedonistas, fetichistas o gastronómicos. La combinación de ambiente falsamente victoriano, psicologismo barato americano y exhibición de mutilaciones de Hannibal me provoca, directamente, repulsión. También sigo The fall, donde una mujer comisario en posición levemente fálica y que adopta para sí la práctica de una sexualidad liberada busca meter en prisión a un violador y asesino que descubre su rostro a las víctimas en el momento en que va a matar. Termino de ver ese capítulo y me entero por los diarios del crimen de una adolescente en Colegiales. Su nombre es Ángeles, nombre que soporta mejor que otro la idea de que una criatura es demasiado buena para este mundo. Claro que la bestia inmunda que la violó y la arrojó entre la basura para que las maquinarias de procesamiento dieran cuenta final de su faena no pensó en el nombre o no lo conocía o no le importó, porque se sabe que no hay ángeles reales en este u otros mundos, y entonces sólo supo de la violencia de su acto y temió para sí las consecuencias (no para su presa) y la mató. Quien no puede amarse a sí mismo sólo logra su simulacro en la rapiña y la violencia, y se desgracia a sí mismo y apesta con su morbo al resto de la humanidad.