La mega utilización mediática de las declaraciones del Papa ha puesto otra vez sobre el tapete el tema de la pobreza, clásico argento, que normalmente dura un fin de semana o dos.
Sabemos de los beneficios de “hablar de pobreza” siendo fieles a la lógica vaticana, y la cúpula de la Iglesia argentina es un fiel intérprete de esta sinfonía. Sucede que el actual papado describe una situación que lo “escandaliza”, inmediatamente construye una visión piadoso-filantrópica, promociona la colecta de ocasión, y se cuida muy bien de no discutir jamás con los escandalizadores, normalmente parte calificada de su “audiencia” y, muchos, grandes c de su escudería. Ya Monseñor Helder Cámara nuestro gran obispo latinoamericano, ironizaba al preguntarse por qué cuando daba de comer a los pobres destacaban su bondad y cuando preguntaba por qué había pobres, lo estigmatizaban por su comunismo.
Al responder a la pregunta de por qué hay pobres en nuestro país, tras la aceleración de precios observada desde el primer trimestre de 2007, en especial su impacto en el rubro de alimentos y bebidas, especialistas ligados al discurso económico neoliberal y otros supuestamente heterodoxos, advierten sobre la fábrica de pobres que resulta la inflación actual. Pero ésta es apenas una menos que media verdad, o sea una gran farsa. Aun aceptando que la pobreza pasó del 27% en el segundo semestre de 2006, cuando el INDEC era confiable, al 30% en el primer semestre de 2009, según distintas consultoras privadas, la sentencia correcta debiera ser: sólo el 10% de la pobreza actual en Argentina es producto de “la inflación”, en particular de alimentos, acontecida a partir de 2007. Contrario sensu, el 90% de la pobreza obedece a causas no inflacionarias, relacionadas con la estructura distributiva y el mercado de trabajo que aún tras un lustro de crecimiento del PBI a tasas chinas, mantiene 40 puntos de informalidad – 45% considerando a los cuenta propia precarios– con salarios informales promedio de $ 800 y aún salarios formales privados de subsistencia extrema.
A tal punto es la carencia en el sector privado que, según la información oficial, para el 20% del universo formal privado, 1,2 millón de trabajadores, los salarios apenas superan los $ 1.500 mensuales, esto es, el equivalente al valor de la línea de pobreza para un hogar tipo metropolitano. En el mercado de trabajo formal privado el 20% de la cúpula se apropia del 50% de la masa salarial y el 20% de la base apenas el 10%. Analizando ingresos por hogar, el 20% de la cima de los perceptores de ingresos recibe el 52% del total, mientras el 20% de la base apenas del 4%.
Estas son las causas centrales de la pobreza nacional: un sistema de distribución del ingreso de inequidad creciente y la estructura del mercado de trabajo que reintroduce asimetrías vía empleo informal o concentración en la cúpula de los trabajadores formal privados de la mitad de la masa salarial .
¿Por qué entonces se pone tanto énfasis en señalar a la inflación como causa central de la pobreza cuando de cada 10 puntos de carencia, el aumento de precios explica sólo uno? Las respuestas son variadas y sólo una supone que de la mano del discurso “antiinflacionario” se mimetiza el desgastado paradigma neoliberal clásico de bajar la demanda agregada, controlar el gasto, etc., de una manera más convincente que asumiendo como causa central de la pobreza y su persistencia al patrón distributivo, la informalidad laboral, los salarios apenas de subsistencia.
Hay pobreza porque se concentra la riqueza y no porque aumenta la “canasta básica bien medida por Big Curring Consulting”, y no alcanza la siempre bienvenida colecta Más por menos. Seamos claros: con esta estructura distributiva y este mercado de trabajo, la pobreza impactará sin piedad y más allá del crecimiento económico sobre al menos el 25% de la población y el 35% de los menores de 15 años, constituyendo un núcleo duro persistente de carencia, aun con inflación cero. Finalmente y aunque por su cristalización la carencia se parece cada día más al resultado de una maldición bíblica sobre los pobres que “hubo siempre”, pero además de que acá son siempre los mismos, la pobreza es apenas un efecto de la bendición (la papal incluida) impartida sobre unos pocos.
*Director Consultora Equis.