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prohibiciones

Mandrake, el mago

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Me parece una excelente idea la que tuvo un editor al que no voy a nombrar para no andar metiendo chivos en el corral, pero seguro que usted adivina quién es en cuanto yo le cuente cuál es la excelente idea.

Hubo una época en la que se la llamó literatura dibujada y se la conocía en letras de molde por LD, que ya era el colmo de la sofisticación. Me gusta más LD que NG que viene a ser novela gráfica. Y se trata precisamente de eso, de meterse en un libro lo más prestigioso posible porque tampoco es cuestión de echar mano de engendros por más experimentales u originales que sean; meterse en un libro, decía, armar un guión y publicarlo bajo la forma de una historieta. Los que he visto son estupendos: dibujantes, guión, impresión, todo perfecto. Y supongo que además… No, además no: creo que lo más importante es que alguien partiendo de la NG, se interese por el libro que le dio origen.

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Y bien, ya dije la palabra clave. Historieta. Cuando yo era una niña y cuando mis hijos y mi hija eran niños y niña, eso se llamaba historieta y que yo recuerde, solamente a veces, muy pocas, alguna historieta partía de un libro para convertirse en esa magia de la tira de cuadraditos en la que pasaban las cosas más maravillosas que pensarse pueda. Creo recordar un Gulliver en el país de los enanos o de los gigantes o de vaya una a saber quiénes. Pero en general, los héroes de las historietas no eran los héroes de ningún libro. Eran eso, héroes de historieta. Allá, hace un montón de tiempo, mi madre sostenía que las historietas era malsanas, de modo que yo tenía que esconder El Tony, Pif-Paf y todas las demás que recibía de contrabando debajo de la ropa de invierno en verano y de la ropa de verano en invierno, cosa que llevaba una buena cantidad de planificación de estrategias, tiempo, ingenio y cuidado con el calendario. No sé lo que siente la gente joven que lee hoy la NG pero sí recuerdo, como si fuera hoy, el amor que sentí por Mandrake, el mago, Flash Gordon y en menor medida, el agente secreto X-9. Después llegaron otras, pero ya la infancia se había ido y nadie me prohibía nada.