“Dos prepotencias se saludan”, podrían haber dicho, por qué no, en claro parafraseo del Mono o Tigre Gatica, el diputado nacional al volante y los agentes de tránsito que lo demoraron con aparente malicia. Hay que ver el tenor de este tan singular encuentro: un hacedor de la ley, por un lado, y los representantes de la ley, por el otro, se trabaron en áspera disputa. Uno lo filmó (¿es legal?) y ahora entonces lo vemos: vemos cómo el diputado (¿es legal?) movió influencias por celular.
No está en mi espíritu ponerme estricto con lo que una persona puede llegar a decir cuando se desencaja ante un presunto atropello. El destino de mi voto en octubre (los candidatos del Frente de Izquierda y de los Trabajadores) no está sujeto a esta clase de incidentes, que a mi juicio no deciden un proyecto de país. Si de legalidad e ilegalidad se trata, para el caso, más atónito me deja escuchar que una legisladora (¡piedra libre para Lilita Carrió, ahí debajo del auto!) declara delincuentes a las víctimas de la desaparición ilegal, que ciertamente no pasaron (como era su derecho) por la Justicia.
Del affaire Cabandié no me queda claro qué es lo que en el control de tránsito le requerían exactamente. ¿Es un detalle menor? No me sorprende, porque a mí me fascinan los detalles menores. ¿Le pedían el registro de conducir, como informó Jorge Lanata? ¿Le pedían los datos del seguro, como informó, en cambio, TN? ¿O le pedían la constancia del pago del seguro, como refirió el propio Juan Cabandié? Tampoco me quedan claras las medidas a tomar por las autoridades de tránsito: ¿le iban a labrar una multa por infracción? ¿O le iban a secuestrar y retener el vehículo?
No es lo mismo una cosa que la otra que la otra. Tenemos que saberlo los ciudadanos comunes, los que en circunstancias semejantes no podemos pegarle un llamadito a Martín ni ponernos en guapos con los guapos: la exigencia del último recibo del pago del seguro no corresponde y es improcedente; la pretensión de retener un automóvil por tal motivo es un abuso; y si la cosa se estira en conciliábulos interminables, no es descabellado suponer que se está ante una típica búsqueda de “arreglo”. Haga valer cada cual sus derechos en casos como éste, con la razón que le asiste.
Y lo demás, dirímalo en las urnas, según lo que su conciencia política le dicte: si vota el cambio o lo de siempre, si vota el cambio de siempre o el cambio.