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Mario Vargas Llora

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En su reciente paso por nuestro país el extraordinario escritor peruano estuvo en la Feria del Libro, cenó con el presidente Macri y dejó ciertas definiciones políticas graciosas: dijo que el peronismo era lo peor que le había pasado a la Argentina, que Macri era la única posibilidad que teníamos de redimirnos, que ahora estábamos entrando en el mundo de una buena vez y dos o tres chistes más que siempre son bienvenidos acá, en La Gran Llanura de los Chistes. La verdad, escuchando a “Varguitas” me cuesta entender por qué Horacio González en su momento intentó que el escritor peruano no diera un discurso en una ya pretérita Feria del Libro: a Vargas Llora siempre es mejor dejarlo hablar. Lo curioso es cómo pudo captar en sólo dos o tres días de presencia en la capital del país al Zeitgeist de la historia argentina. Me acuerdo que me impresionaba mucho, de chico, ver el brazo izquierdo de Vilas más desarrollado que el derecho, ya que éste no lo usaba para pegarle con todo a la pelotita. Una pregunta: de haber jugado al tenis ¿con cuál le hubiera pegado Perón? ¿Cuál hubiera sido el brazo más desarrollado? Acertaron: el derecho. Porque por más vueltas que le demos, el peronismo es un fenómeno político de derecha. El peronismo, salvo excepciones, no produce sindicalistas heroicos como Agustín Tosco, produce fachos, burócratas. Pero acusar al peronismo de ser la gran tragedia argentina es una muestra de estupidez profunda. Es dejar de lado, por ejemplo, a la última dictadura militar, con sus crímenes horrendos a la que, hay que decirlo, le dieron lucha muchos obreros de la resistencia peronista. El mejor peronismo siempre está en la resistencia. La pregunta que me hago cuando pienso en Mario Vargas Llora es por qué entre una derecha que tiene ciertos ribetes heroicos y que le dio al pueblo argentino derechos que nunca antes tuvo, elige la derecha de Cambiemos, tan parecida a nuestra madre naturaleza, que premia la meritocracia, que piensa que los que no sirven para nada en valor de mercado deben ser expulsados del sistema, así como el león se tiene que comer al antílope defectuoso para mejorar la especie. Es decir, por qué un escritor tan grande como él no sabe leer la potencia de una épica compleja e inestable como las grandes novelas de Tolstoi y prefiere un best-seller creado in vitro en las consultoras.