“Usted es libre, elija; es decir, invente. Ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer; no hay signos en el mundo.”
Jean Paul Sartre (1905-1980)
Joseph Blatter es esa clase de tipos a los que uno imagina creyendo que la pelota rebota porque tiene un conejito adentro. Empresario y dirigente de hockey sobre hielo en Suiza, por alguna razón –no tan difícil de intuir– en 1998 llegó a presidente de la FIFA. Si ya me resulta difícil asociarlo al pasional mundo del fútbol, más insólito es que me haya recordado nada menos que a... Marlon Brando. Lo juro. Ay, ay, ay, ¿puede ser que la falta de fútbol me afecte tanto? ¿Qué tienen que ver esos dos?
Nada. Sólo que, cuando supe de la extraña sentencia de Blatter en defensa de Cristiano Ronaldo, me vino a la memoria el papel del genial Brando en Queimada!, uno de sus filmes más olvidados. Como el chico del Manchester United sigue lloriqueando porque no lo transfieren por una bruta millonada al Madrid, el bueno de don Blatter se conmovió. “Hay que respetar su deseo. Tenemos demasiada esclavitud moderna en el fútbol”, dijo, rotundo y libertario. ¿Pueden creerlo, muchachos?
Queimada! fue dirigida en 1969 por Gillo Pontecorvo, con un presupuesto escaso y la presencia estelar de Marlon en su época más radicalizada, cuando mandaba a hermosas indias a retirar sus Oscar y denunciaba al colonialismo. Una película modesta pero con fuerte mensaje político, muy de la época. La historia era real: en 1520 los españoles incendiaron una pequeña isla del Caribe para acabar con una revuelta indígena; la llamaron Quemada y se repobló con negros del Africa para dedicarla al cultivo de azúcar. La producción prefirió eliminar toda referencia a España y reemplazarla por Portugal, después de recibir un llamado del gobierno de Franco que los amenazó con un boicot.
El tema eran las luchas por la independencia y cómo Brando –sir William Walker, agente británico enviado para asegurar el control comercial del nuevo país– alentó la rebelión, para después servirse de ella. Su cínico monólogo frente a la elite blanca preocupada por la violencia de los esclavos negros es antológico. Didáctico y brutal, los aleccionaba:
“¿Qué es mejor para ustedes, mantener una esposa o pagar una prostituta? Hablo desde un punto de vista financiero, ¿cuál es el costo del producto, cuál es su rendimiento? En este caso el producto es el amor físico, por supuesto; los sentimientos no tienen valor económico, caballeros... (risas). Una esposa requiere de una casa, alimento, ropa, atención médica. Hay que mantenerla aunque envejezca y se vuelva menos productiva. Con la prostituta es diferente. Ella ofrece un servicio, se la contrata por hora y se le paga. ¿Qué es más rentable, entonces, un esclavo o un obrero? ¿Prefieren la dominación portuguesa con su monopolio o una independencia con administración propia y libre comercio, obedeciendo sólo las reglas y los precios del mercado internacional? Decídanse. Si no se apuran, los negros no serán ni sus esclavos ni sus amos; serán sus carniceros. Encaucen esta revuelta. Aprovéchenla”.
Terrible semana esta que pasó, compatriotas. Todo se rompe. La CGT, el glaciar Perito Moreno, el matrimonio de Ingrid Betancourt, las tribunas de los actos políticos, los bloques peronistas y los millonarios contratos de los jugadores de fútbol.
Oscar Ahumada es un 5 luchador, temperamental, de notable entrega. En un equipo como River, es fundamental para mantener el equilibrio entre líneas. Después de la humillante eliminación contra San Lorenzo por la Copa, Ahumada habló. Su frase del “silencio atroz” de los hinchas parecía el fin de su carrera en el club, pero a las pocas semanas celebraba el campeonato, aclamado por todos. Ignoro si esa insólita metamorfosis de villano a héroe lo ayudó a decidirse, pero lo cierto es que, otra vez, pateó el tablero. Desconoció la renovación automática de su contrato y se consideró jugador libre. Detrás de él, decenas de telegramas esperan ser enviados por otros colegas. Hay rebelión en la granja.
Sensibilizados por la incomprensión de quien consideran como a un hijo, los dirigentes de River revelaron todas las cifras acordadas. Aunque le ofrecieron casi duplicar los 300 mil dólares anuales que ganaba, Oscarcito no quiso saber nada con arreglar. A 33 años de conseguido por su gremio, el histórico logro de prorrogar los contratos de los futbolistas por el 20% para quedarse con el pase a los dos años si no hay acuerdo hoy es un chiste. El ajuste sólo se aplica al salario mensual –un viático, comparado con las primas– y los obliga a jugar “en el freezer” hasta ser libres o a aceptar una venta y zafar, aunque casi siempre se “pierda” en el camino el 15% que les corresponde. Ahumada no piensa resignar la diferencia entre lo que vale su ficha en Europa y lo que pueda cobrar aquí. Aunque si le dieran esos 800 mil dólares que pidió, quizá… Veremos.
¿No es medio obsceno lo que gana esta gente? Sí, lo es. Pero también es cierto que son ellos los que sostienen un negocio brutal donde abundan parásitos que ganan tanto o más, no haciendo nada. Grondona –apretado por clubes invadidos por grupos inversores–, le pide a Blatter que inhabilite a sus rebeldes mientras el otro, como Brando, va y exige la independencia de la isla portuguesa Cristiano Ronaldo. Conmovedor.
Los clubes deberán acomodarse a su nuevo papel: servir de teatro de lujo para las megaestrellas, mover el mercado y proveer desde la periferia al negocio más grandioso del mundo. ¿Y los actores de reparto? A disfrutar de las delicias de la oferta y la demanda en el mercado global.
Yo ya me tengo que ir, pero por cualquier duda, consulten al experto Sir William Walker. Lo ubican en Queimada.