En 2011, cuando culminaban las elecciones para jefe de Gobierno, Daniel Filmus atribuyó su nuevo fracaso a una campaña sucia realizada supuestamente con afiches y llamadas telefónicas. Dijo que en carteles, firmados por Proyecto Sur y el MST, aparecían él, Schoklender, De Vido y Tomada, con las palabras “Corrupción Nunca Más”, y que en las llamadas se preguntaba acerca de si su padre trabajaba para Sergio Schoklender. Nunca vi los letreros, y las llamadas parecían tontas. El señor Filmus era desconocido, no movía votos. Si se quería vincular a Daniel con Schoklender, era fácil usar las abundantes informaciones que circulaban acerca de sus negocios, como las de la página 10 del libro Sueños postergados que nunca desmintió.
Días después de la denuncia, gendarmes y agentes de inteligencia allanaron una oficina situada en Recoleta, en donde había un letrero con mi nombre. Daniel y sus amigos cultivan la tradición marxista de Groucho. Con la misma gracia con la que exhibió un cartel en el que 58 más 25 y 32 sumaban cien, sus amigos de la SIDE se dejaron fotografiar por cámaras de seguridad que fueron incapaces de detectar. Cuando creyeron que nadie los filmaba, manipularon computadoras, instalaron archivos y se robaron pequeños objetos. Los gendarmes y los testigos firmaron un acta mintiendo que se hizo una inspección en la que ni siquiera se tocó nada. Los gobiernos totalitarios actúan así: ordenan un allanamiento, implantan pruebas falsas, las “descubren” luego e instauran causas en contra de los opositores.
Al siguiente día vino el segundo allanamiento. Los gendarmes encontraron en las computadoras documentos disparatados, como uno que habría elaborado para asesorar a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Soy pacifista, nunca asesoré ni me reuní con militares, viajo cuando puedo para participar en manifestaciones en contra de cualquier guerra. Asomaron también las preguntas acerca del padre de Filmus, trámites de la Gendarmería, y otra serie de papeles que me atribuyeron los pasquines del Gobierno. Cuando la Justicia nos absolvió, los dueños de las oficinas allanadas iniciaron un juicio. Llamados a declarar, los gendarmes se acogieron al silencio y los testigos aceptaron que habían mentido cuando firmaron el acta, e informaron que los civiles que los acompañaron fueron agentes de la SIDE.
Durante la última campaña, Groucho no escribió algo en contra de la familia de Scioli, pero dijo: “Macri se atreve a repetir la campaña sucia porque logró que la denuncia sobre la campaña sucia en mi contra quedara impune”. Dijo también: “Como Duran Barba ha escrito en sus libros, es correcto mentir con el objeto de denigrar al adversario y producir desorientación entre votantes”. He publicado bastantes libros y artículos, he dictado cientos de seminarios y nunca dije nada parecido. Por el contrario, quienes me han leído o han participado en los cursos pueden dar fe de que siempre afirmo que no se debe mentir en una campaña.
Durante años Daniel atentó en contra de mi honra, lo pagará en su momento. Confieso que Filmus me divierte. Es un buen agente de ventas: recorrió los medios mostrando mi libro El arte de ganar, logró que sea uno de los más vendidos del país, y construyó la imagen de perdedor que lo adorna. La hubris lleva a esos excesos. Algunos políticos se sienten inmortales, abusan, mienten, sin recordar que el poder es efímero. Está de moda decir que lo importante es planificar los primeros días de un gobierno, pero lo importante es pensar en cómo se quiere llegar al último día. Algunos funcionarios que están por dejar el poder no lo entendieron así y se encuentran en problemas.
Más allá de eso, ojalá se tipifique en la Argentina como delito el espionaje a los opositores. Los agentes de inteligencia están para defender a los ciudadanos, no para armar causas tramposas y robar electrodomésticos. Quienes actúan de esa manera no son héroes que luchan por la patria, sino delincuentes comunes.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.