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Todos definen las listas con formas de la vieja política. El “piletazo” de Massa con Randazzo.

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DUEÑA DE LA PELOTA Cristina Fernández | Pablo Temes

Ni el PRO se salvó de la vieja política, al menos para elegir candidatos. Soportó la espera hasta 48 horas antes del cierre de las presentaciones, aguardando –igual que los otros partidos– el movimiento cupular de sus rivales.

Anunció lo que ya se sabía, Esteban Bullrich aspirante principal, como vaticinó este medio hace más de un mes, incluyendo al sucesor del ministro en Educación, Alejandro Finocchiaro (lo que no se anticipó entonces fue la futura jibarización de la cartera fusionándose con Ciencia y Tecnología). La inútil demora, las presuntas dudas y opiniones sobre su postulación en el circuito oficial, desgastaron a Bullrich antes de empezar el partido: trascendió que en los focus group se recogía hasta confusión de sexos cuando su apellido se confundía con el de su colega Patricia.

Y no se menciona, en este cuadro, la escasa levadura del candidato a pesar de medir dos metros de estatura y exhibirse en la función pública desde hace más de una década. Si bien la plata y el tiempo habrán de corregir estas fallas, cuesta entender la facilidad del Gobierno para fabricar problemas donde no existen, sobre todo por la ineptitud docente para explicar sus actos, desde un lanzamiento electoral al de un bono a cien años.

O al escándalo generado por la poda de subsidios a discapacitados, un desatino en la gestión si se lo confronta con una medida semejante de 1996, cuando se eliminaron en la nómina del pago del Anses a 200 mil muertos falsamente inscriptos y 350 mil asignaciones familiares truchas.

Nadie se indignó entonces. Por falta de experiencia o ignorancia manifiesta, en el Gobierno nadie recuerda una máxima tradicional: los votos se ganan de a uno, pero se pierden de a cientos cuando ocurre un error tonto. No se compara el manoseo a Bullrich con el padecimiento de Florencio Randazzo, quien ha perdido el habla –como es público– por los tormentos que le han infligido desde el cristinismo y el massismo para llevarlo a sus listas, por no incluir en la misma tarea de descuartizamiento a la fantasmal influencia de la Casa Rosada que propicia mantener su candidatura para beneficiarse con lo que le pueda rebanar a las otras dos fracciones. Randazzo sufre un coletazo del sistema: al revés de otros comicios, en los que importaban punteros, aparato y otras yerbas, en la Provincia se volvió determinante en los municipios acompañar una lista ganadora. De acuerdo a las encuestas, no es ésta la oportunidad del ex ministro de Cristina. Para el mudo intento personal, tampoco parece alcanzar la sigla del PJ, la foto, la Marcha, los colores, esos atributos peronistas que deambulan sin dueño como los viejos tangos, ya que caducaron los derechos de propiedad (si hasta Gioja, titular del partido en el orden nacional, ha renunciado a la postulación en su propia provincia).

Ella. Para deleite de los medios, volvió a la campaña la viuda de Kirchner, invocando en su módico discurso la doctrina de Mirtha Legrand, ya que a Macri –sin nombrarlo– le reprochó el mismo mensaje que la anfitriona gastronómica le había espetado en un almuerzo al Presidente: “Mauricio, ustedes no ven la realidad”. Expresó esa máxima en su minimalista actuación, de corte moderado cuando trata de captar voluntades, y con una puesta en escena que la pequeña burguesía de los medios analizó como si fuera un film de Ingmar Bergman. Como si esas observaciones le interesaran al gentío del Conurbano profundo.

Ella, mientras, desde mañana –si se postula– empieza a gozar de fueros parlamentarios que, según sus críticos, es su mayor ambición para evitar un presidio inevitable. Si uno se anota en esa estela furiosa, la ex mandataria debería alistarse para integrar el Senado por razones históricas: nunca ese cuerpo legislativo desaforó a ninguno de sus miembros, a diferencia de Diputados que registra más de un despido. Aunque la Cámara alta quizás sea menos resonante, contraria a su estilo, y con elementos menos amigables: responden a gobernadores que ni se acuerdan de ella y, si lo hacen, se les trastorna la memoria.

Por otra parte, con más certidumbre, se puede colegir que el mayor objetivo de la eventual candidata es sumar, para su agrupación, un número importante de Diputados que evite modificar la mayoría calificada en el jury del Consejo de la Magistratura, que fulmina jueces o los designa. Para ella, este bloqueo supera o asimila a la posesión de fueros, inclusive están implícitos: no casualmente reclama que sus diputados, antes de asumir, le firmen como tributo la renuncia en blanco, una ejecución anticipada que ni se le ocurría a Stalin. Previendo, quizás, que en la Cámara no todos los suyos responderán ciegamente a sus órdenes. Esta iniciativa autocrática, inexplicablemente ni comentada por sus rivales, se oculta bajo otra excusa: impedir que alguna voluntad libre apoye un proyecto oficialista, por convicción o seducción, facilitando lo que ella denuncia como la continuidad del ajuste. Debe saber, claro, que el Gobierno ya dispone de algún tipo de acuerdo con miembros de la oposición para establecer un pacto que apruebe leyes comunes para salir de la crisis. Sergio Massa, a su vez, hizo con Margarita Stolbizer un esfuerzo para incorporar a Randazzo en su lista.

Hasta ayer mismo, aunque quizás tardíamente. Juntos, claro, podían representar algo más que una avenida del medio entre macristas y cristinistas en la decisiva Provincia (también lo intentó la ex presidenta, ya que el especialista en Transporte y Documentos por sí solo no parece gravitante, pero su aporte u omisión podría facilitar el triunfo de otros: de ahí la alegría del tándem Macri-Vidal por su permanencia como candidato).

Podía servir como alternativa al voto extorsión que, en alguna medida y primariamente, ofrecen el oficialismo y Cristina: uno, plantea yo o el desastre que ustedes ya conocen de la sucesión Kirchner y, la otra, demanda el apoyo para impedir falta de empleo, despidos, pobreza y miseria que según ella encarna el Presidente.