El Exodus 1947, un navío repleto de judíos sobrevivientes del Holocausto que, en julio de ese año, violaron la prohibición de emigrar a Palestina (por entonces bajo control inglés) fue interceptado por buques británicos. En el abordaje, los judíos se defendieron con lo que tuvieron a mano y tres de ellos recibieron disparos mortales. En el blog Tierra Prometida del periodista israelí Noam Sheizaf, un perplejo participante se pregunta si no asistimos a otro Exodo, esta vez palestino, a la luz de lo ocurrido en el Mavi Marmara, el buque insignia de bandera turca de la pequeña “Flota de la Libertad”, de ayuda humanitaria a Gaza.
El lunes pasado, después de advertencias desoídas, 14 integrantes del Shayetet 13, comando naval israelí de elite se descolgaron desde un helicóptero sobre el barco, que navegaba en aguas internacionales. Los activistas los recibieron con palazos y otras contundencias. Todos terminaron heridos, pero del lado de los ocupantes del buque –a más de numerosos lastimados– hubo nueve muertos; son turcos, salvo un norteamericano de esa ascendencia. Los abordados denunciaron más víctimas que las declaradas. Un total de 750 activistas ocupaban los seis barcos, con distintas banderas, y entre ellos periodistas de nacionalidades varias, parlamentarios europeos, el exitoso escritor sueco Henning Mankel, autor de la saga Wallander, y Mairead Corrigan-Maguire, Premio Nobel de la Paz. También la cineasta brasileña Iara Lee, quien declaró haber podido burlar el control israelí escondiendo en su ropa íntima tarjetas de memoria con imágenes de alta definición.
Funcionarios israelíes han invocado el derecho a revisar las naves, que bajo el pabellón de la ayuda humanitaria sospechaban portadoras de carga bélica. Los buques, al salir de puerto, habían sido revisados por autoridades turcas y griegas. Israel alega legítima defensa de sus comandos. Los soldados dijeron al Canal 10 de la TV israelí que no esperaban un recibimiento violento; como mucho, insultos y algún empujón, por lo que iban armados con rifles lanzadores de bolas de pintura, aunque también con alguna pistola. El ministro de Defensa, Ehud Barak, declaró que la flotilla era una provocación política y que sus sponsors eran partidarios de una organización terrorista.
Si la operación era considerada una provocación, no se entiende por qué el gobierno israelí cayó en la trampa. El Naum Barnes, importante diario israelí, reclama la renuncia de Barak. Un articulista del liberal Haaretz escribe que el bloqueo de Gaza se está convirtiendo en el Vietnam de Israel. Otro artículo –del ex ministro Yosi Sarid– se titula “Siete idiotas en el Gabinete”, aludiendo a la unanimidad de un sector decisivo del gobierno. Según la prensa local, Zvi Hauser, secretario de Gabinete, previno sobre las consecuencias de interceptar la flotilla.
La fundación turca Insaní Yardim Vakfi es la principal responsable de la “Flota de la Libertad”. IYV, de inspiración islámica y centrada en ayuda humanitaria, es miembro consultivo de las Naciones Unidas. El presidente de Turquía, Abdulá Gül, declaró: “Turquía nunca olvidará, nunca perdonará el ataque de sus ciudadanos. Nada será como antes.”
Dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el mismo lunes de la tragedia se desarrolló un entremés que sirve para explicar por qué esa pieza de la institucionalidad internacional retrocede como instancia apta para brindar soluciones a los problemas del mundo. Mientras los representantes del Líbano (a cargo de la presidencia del Consejo), Turquía y los Estados Unidos discutían la letra chica del anodino pronunciamiento que se conoció más tarde, el resto de los miembros del Consejo de Seguridad esperaban haciendo tiempo. En un momento determinado, un avezado embajador anunció a sus colegas: “Voy hasta el Consultation Room para ver si el imperio tiene alguna decisión”. A su regreso, anunció al resto: “Dice el imperio que volvamos a las 9”. A los trompicones, todos salieron al tráfico neoyorquino: eran las cuatro de la tarde y ninguno había almorzado.
Estados Unidos es un país muy influyente y poderoso, pero un organismo que funcione concediéndole carácter imperial no puede hacer las cosas como debe.
La primera conclusión del episodio es que representa un desastre diplomático para Barack Obama, que confiaba en relanzar las negociaciones de paz entre Israel y Palestina. Esa posibilidad, por la que el gobierno norteamericano ha apostado fuertemente desde hace meses, se aleja ahora de nuevo y, con ello, toda la política de Obama en Oriente Próximo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, debía estar este martes en la Casa Blanca anunciando, según lo que se esperaba, su disposición a iniciar el diálogo directo con las autoridades palestinas.
Israel es un aliado tradicional de Estados Unidos y Turquía un estado miembro de la OTAN. Los próximos ejercicios militares conjuntos con la participación de Turquía e Israel han sido, naturalmente, suspendidos. Thomas Friedman, en su columna del 3 de junio en el New York Times, lamenta que “dos de los mejores amigos de Estados Unidos se estén atacando furiosamente” y advierte que si Turquía se inclina demasiado hacia Oriente, perdería su papel histórico como país que puede ser musulmán, moderno, democrático y con buenas relaciones tanto con Israel como con los árabes. Destaca el importante papel de mediación jugado entre Israel y Siria.
A propósito de Siria, en un revelador reportaje al diario italiano La Repubblica, su presidente, Bashar al Assad, expresó que: “Va naciendo un nuevo mapa geoestratégico que alinea a Siria, Turquía, Irán, Rusia, que reúnen en común intereses, políticas e infraestructuras. Va tomando forma un único espacio atravesado de gasoductos, oleoductos, ferrovías, redes viales, electroductos, que une cinco mares: Mediterráneo, Mar Caspio, Mar Negro, Golfo Arabe, Mar Rojo”: un nuevo “centro de gravedad del mundo”.
La segunda conclusión es que Turquía está destinada a jugar un papel más relevante que el que le asigna Friedman y que se corresponde con la visión norteamericana del tablero. El prestigio de Erdogán crece en el mundo árabe y el clamor mundial parece acercar el fin del bloqueo de Gaza y, por lo pronto, quizá condiciones más humanas para sus habitantes.