—Te traje varias propuestas como para que elijas tu outfit –me dice Magda, mi asesora de vestuario.
Carla, mi asesora de imagen, me había llamado para decirme que estamos viviendo tiempos de cambio, y que era fundamental renovar mi vestuario. Por eso me mandó a Magda, egresada de la carrera de Diseño de Indumentaria de la UBA, pelo rapado al costado, anteojos de marco violeta, vestido muy corto negro y a lunares, llena de tatuajes y, creo, bajita, aunque no estoy muy seguro, sus zapatos con plataformas de veinte centímetros me hacen dudar.
—Tengo todas estas propuestas para ofrecerte –me dice, acercándome un gran perchero lleno de camisas.
Me quedo mirando las camisas un rato. No lo puedo creer.
—¡Pero esto es todo igual! –me quejo–. ¡Son todas camisas celestes!
—¡Obvio! –me dice Magda, sin dudar–. Esta es la ropa del cambio. A no ser que vos estés con la continuidad…
—No, yo lo que quiero es vestirme… no sé… con algo más jugado.
—¡Ah, bueno, hubieras empezado por ahí! –dice Magda y trae otro perchero donde hay una camisa blanca, un frac, un moño y una galera–. Esto es más jugado y seguís estando en la onda del cambio. Es el outfit del Mago sin Dientes.
—No, no, tampoco eso… además, outfit… a mí me gusta llamarlo ropa.
Magda me mira asombrada, como si le estuviera hablando en otro idioma.
—Sos re siglo XX vos, ¿no? –me dice algo enojada–. ¿No sabés que estamos en el siglo XXI? No tenés idea de lo que es el cambio, ¿no?
—No, sólo quiero escribir mi columna de actualidad política en Perfil –le digo–. Y todo bien con la ropa, o como quieras llamarla. Pero lo que necesito saber es qué va a pasar con la inflación, con las tarifas, si va a haber ajuste, si se levanta el cepo al dólar, si van a empezar las clases, si va a seguir aumentando todo, si…
—¡Siempre buscando conflicto! –Magda ya está muy enojada–. No hay dudas, vos sos re siglo XX y querés seguir con la grieta. ¿No te das cuenta de que la gente está pidiendo un cambio?
—Sí, eso lo entiendo. Por eso necesito saber qué tipo de cambio va a haber…
—¡Por gente como vos tenemos este país dividido! –estalla Magda y da un golpe en el piso con una de sus plataformas eternas.
En ese momento entra Carla y siento la aparición de una salvadora.
—¡Esto es un desastre! –se queja a los gritos–. ¿Podés creer que Alicia Kirchner estuvo en la reunión de gobernadores con Macri en Olivos?
—Y sí, suena lógico –digo tímidamente, tratando de no contrariar mucho a Carla–. Digo, el Presidente convocó a todos los gobernadores y es lógico que asistan todos los gobernadores… y todas las gobernadoras.
—¿Vos me estás cargando? –me increpa–. ¡Necesitamos la grieta! ¿O vos de qué te creés que vas a escribir si se termina la grieta?
—Y, no sé… pensaba que tal vez podría averiguar qué va a pasar con el dólar, con los precios, con las tarifas, con los subsidios, con la inflación, con…
—¡Boludeces! –Carla sigue a los gritos–. La grieta es lo mejor que nos pasó en los últimos años. Los periodistas no pueden vivir sin la grieta, se va a poner todo muy aburrido. ¡Aguante la grieta! ¡Aguante la división entre los argentinos!
Miro a Magda buscando una respuesta, pero está muy concentrada acomodando no sé con qué criterio todas esas camisas celestes exactamente iguales.
—Disculpame…
Magda ni se hace cargo de lo que le digo y sigue concentrada en esa marea de tela celeste.
—¡Magda! –le digo.
—¿Sí?
—¿No pensás decir nada?
—¿Sobre qué? –pregunta, como si no tuviera idea de qué estoy hablando.
—Sobre lo que dice Carla de la grieta…
—No sé, no la escuché –dice haciéndose la tonta–. Pero no tengo idea, no entiendo nada de política. Yo sólo hablo de ropa.
—De outfits…
—¡Claro!
Mejor sigo hablando con Carla.
—¿O sea que vos decís que debería hablar sobre la grieta? –pregunto.
—Es lo mejor –responde Carla–. Es lo más picante, y necesitás que tu columna sea bien picante.
—Puedo hablar de la polémica por el traspaso, de las dos plazas, del bastón…
—¡Sí, claro, y no te olvides de la primavera pinedista, también! –me parece que Carla se está burlando de mí, aunque no estoy muy seguro–. Es más, no descarto que en un futuro Macri forme una agrupación juvenil y le ponga de nombre La Pinedo. Y que canten “Pinedo, Pinedo, Pinedo corazón/ acá tenés los pibes para hacer la transición”.
—Convengamos que todo eso fue una clara expresión de la grieta –digo, suponiendo que Carla sí estaba hablando en serio–. Cristina se fue con una movilización popular enorme, como no sucedió nunca con ningún otro presidente de la democracia. Te diría que con ningún presidente que dejó el poder.
—No me digas que ahora te están asesorando Barone o Sandra Russo –se ríe Carla.
—Esa es una acusación berreta, típica de la grieta.
—¡Por eso mismo vale! –dice Carla–. Ya te dije que la grieta recontra garpa. Igual deberías procurar dejar la onda 6,7,8 y subirte a la onda Alejandro Rozitchner de los discursos de Macri.
—¿Cómo?
—Y, ponele, decir que entre una cosa buena y una cosa mala, vos preferís la cosa buena. Que entre la unidad y el odio vos preferís la unidad. Y así todo.
—Pero eso no tiene nada que ver con la grieta.
—No te creas…
—¿Entonces no hablo de las dos plazas?
—Olvidate, eso es el pasado.
—¿Y con Cristina negándose a ponerle la banda a Macri?
—Ya fue. Nadie se acuerda de eso.
—¿Y sobre la dificultad de Macri para leer un discurso?
—Mm… puede ser. Aunque lo más probable es que aprenda. Tenele fe a Duran Barba.
—No sé sobre qué escribir, entonces.
—Tranquilo, ya se te va a ocurrir algo. Esto es la Argentina. Si no se te ocurre nada es porque sos bastante más imbécil de lo que creía.
Miro a Magda, que sigue inspeccionando camisas celestes. Miro a Carla, que ya está metida en su iPad, leyendo diarios extranjeros. No se me ocurre nada.
—¡Ah, cierto! –digo por fin, con algo de esperanza–. ¡Me parece que ya tengo el tema! ¡El bastón! ¿Qué te parece que puedo hacer con el bastón?
Carla me mira, piensa un rato con cara de “¿lo digo o no lo digo?”, hasta que finalmente lo dice:
—¡Metételo hasta el fondo de la República!