COLUMNISTAS

Memoria sin balance

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Hace diez años que publico esta columna cada domingo. Esta es la primera del poskirchnerismo. Para la mayoría de quienes actúan en el medio cultural, parece haber sido una década feliz. No recuerdo otro momento histórico en el que quienes escriben, filman o investigan hayan sido masivamente oficialistas. Las excepciones a la regla fueron notorias por lo escasas, y si bien las adhesiones al kirchnerismo no fueron siempre explícitas, el medio intelectual y artístico lo validó en silencio. Luis Brandoni suele decir algo evidente: que la cinematografía argentina nunca contó lo ocurrido en esta década. Disciplina que vive largamente del subsidio, el cine vio sus recursos incrementados en la era K. La autocensura resultante sirvió para disimular el autoritarismo, la corrupción y la mentira.

Nada me une a Brandoni y desde hace años no me hablo con Juan José Campanella, con quien tuve agrias disputas. Pero hay que reconocerle a Campanella la valentía para expresar con firmeza sus críticas (amables y moderadas) frente a una horda de linchadores simbólicos. En el terreno literario, el comportamiento fue parecido: más allá de algunos veteranos, entre los escritores de ficción sólo se me ocurre el nombre de Marcelo Birmajer como ejemplo de quienes expresaron en público sus disidencias (que no coinciden demasiado con las mías). Entre los periodistas políticos hubo demasiados mercenarios y demasiados que se dedicaron sistemáticamente a denostar a Elisa Carrió, la gran resistente de estos años. En ese campo, sin embargo, las protestas fueron más frecuentes y me gustaría mencionar a Fernando Iglesias (con quien no acuerdo y tampoco me une una relación cordial) entre quienes fueron abiertos e inclaudicables opositores. Los opositores no fueron notorios entre los académicos, pero recuerdo con admiración las intervenciones periodísticas de Luis Alberto Romero (a quien alguna vez hice objeto de una broma grosera que llegó a sus oídos), cuyas apreciaciones sobre el pasado y el presente fueron el mejor prólogo para un futuro republicano.

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En el ámbito universitario, como en el de la literatura, como en el del cine, también hubo dinero K: aumentos de sueldos y presupuestos para investigar, subsidios para publicar, viajes, contratos con el Estado. Pero sería no sólo injusto sino miope atribuir el oficialismo cultural de estos años a la venalidad. Como en los 70, el progresismo fue cooptado por una ideología que desprecia la democracia liberal, justifica el abuso de poder y esgrime esos desatinos como anticuerpos contra males mayores, que en los últimos meses se expresaron en el repudio a la figura de Mauricio Macri, que no es otra cosa que un político de la democracia, como quedó demostrado en su gestión en la Capital. Sin embargo, no conozco a uno solo de los que pronosticaron catástrofes cuando Macri asumió la intendencia que haya reconocido su error de entonces y no se empecine en repetirlo. Mientras el progresismo se aferraba a sus prejuicios, el kirchnerismo nos hizo retroceder con su prepotencia y sus simplificaciones, de las que la emisión diaria de un engendro fascista como 6,7,8 en la Televisión Pública fue el perfecto símbolo.
Creo que el interregno anterior al 10 de diciembre es el momento para recordar estos detalles, antes de volver a la oposición.