Una parte de los economistas con voz y repercusión mediática auguran un año 2011 sin mayores dificultades, salvo el proceso inflacionario, que podría ser realimentado por la pugna en paritarias, donde ya se conocen reclamos entre el treinta y el doble de aumentos. Prometen que el consumo continuará, aunque quizás con menos uso de las tarjetas de crédito, y se espera una producción industrial muy interesante, por lo menos, en el área automotriz: la meta del sector es llegar a producir 850 mil unidades, considerando que el 70% de ese total se encamina al mercado brasileño. Algunos sectores prometen jugosas inversiones. Es el caso, por ejemplo, de las telecomunicaciones, con un incremento del servicio de banda ancha, ampliación de redes, telefonía celular.
Punto. Es decir: un año sin sobresaltos, favorable para el Gobierno, inserto a toda marcha en elecciones presidenciales en el próximo mes de octubre.
¿La economía nacional es eso y nada más? ¿El fuerte crecimiento de la actividad, pese a la inflación permite avizorar un futuro promisorio? ¿O ese crecimiento está sobrevalorizado viendo cómo se estiran hacia arriba la industria metalmecánica y la automotriz, pero las otras no tanto? ¿El buen consumo de estos días debería conformar o acaso sirve como instrumento para satisfacer políticamente a los futuros electores?
El consumo se mantiene, pero cae el ahorro público y el privado y eso es grave. Muchos economistas agregan: el país tiene buen nivel de reservas externas y no habría problemas o exigencias externas imperiosas a la vista. ¿Es tan así? Habría que pagar en los próximos meses al exterior US$ 7.500 millones. ¿Se usarán las reservas o los fondos de la Anses y los Bancos Oficiales? ¿Otra vez la plata de los jubilados?
En contraposición, hay otros economistas que no logran conformarse con los datos 2011 y consideran que se vienen arrastrando problemáticas que repercutirán y dañarán la próxima administración de gobierno, fuera cual fuere. Y el mediano y largo plazo también.
Un ejemplo: por desconfianza, por falta de credibilidad en la seguridad jurídica, acelerada por cambios bruscos en las decisiones oficiales, por la contaminación de los indicadores que provee el Indec y su falta de correspondencia con la realidad, la Argentina está aislada del mundo financieramente.
Otro ejemplo: la inflación que castiga persistentemente a los pobres y a la clase media está beneficiando al Gobierno. La usa, se acomoda a ella, se sirve de ella. La plata “quema” en los bolsillos de la gente o en el banco, por lo que se impone el consumo y el IVA y el Impuesto a las Ganancias incrementan la recaudación fiscal. Total, piensan algunos funcionarios, los indigentes y los más necesitados son compensados con los subsidios que se entregan.
Parecería que la clase media no importa y mucho menos la media-baja. Por lo menos, hasta que se multipliquen sus protestas. Y mientras tanto, los de Capital pagan muchísimo menos por el gas y la electricidad que la gente de las provincias, por igual respaldo de los subsidios estatales.
En las cuentas que llevan los extremadamente optimistas no cuentan datos preocupantes. Fuera del circuito nacional, fugados, en los colchones, en las macetas o en el exterior, los argentinos tienen más de US$ 160 mil millones (algo así como US$ 50 mil millones menos de lo que necesitará Japón para revivir, tras el desastre que produjo la naturaleza).
Desde 2003 hasta ahora se han “fugado” del sistema unos US$ 70 mil millones. Estas partidas no sólo denuncian desconfianza. Es mucho más que eso. Paralelamente, los buenos indicadores no han podido concluir ni con la pobreza (el 30% de la población) y la indigencia (15%). Tampoco figuran las soluciones en las agendas de los partidos políticos.
Lo trascendente, pero de lo que se habla poco, es que el optimismo parte desde la primarización de la economía. Una verdadera contradicción. La soja es la producción dominante, con todas las consecuencias que acarrea. Este año la cosecha será récord, pero la balanza comercial enfrenta deterioros por el aumento de las importaciones. El gobierno impuso serias restricciones al respecto. Muchos son equipos y repuestos que el país no produce por falta de planta fabriles.