Es importante que las personas más jóvenes, y no sólo los jóvenes, que se manifestaron recientemente en Brasil puedan expresar sus deseos, aunque no sepan muy bien para qué lado van y aunque los deseos sean muy dispares. Está claro que, a partir de las manifestaciones, los que son responsables, los que están en el gobierno, deben percibir: las cosas no andan tan bien como ellos piensan.
Hay desconfianza en los caminos políticos, entonces los partidos que quieren recomponer su vínculo con la gente deben acercarse a ella y sentir sus demandas.
Ahora que vemos a las calles vibrar, debemos reconocer que hay cierto malestar. Ese malestar deriva de muchas cosas, pero sobre todo de que se comienza a percibir algunas carencias. En este sentido, la inflación es un termómetro de la insatisfacción del pueblo brasileño. El dinero ya no alcanza como alcanzaba antes.
Mejoramos en muchas cosas. Queremos más. Es un momento de consolidación. Y nadie hace nada solo, la única forma es todos juntos.
Descalificar a los jóvenes como si fueran bandidos es un grave error. Decir que las manifestaciones son violentas es una mirada parcial y no resuelve nada. Justificar la represión es inútil: eso no encuentra apoyo en el sentimiento de la sociedad. Es mejor entenderlas y admitir que provienen de las carencias, las injusticias, la mala calidad de los servicios públicos y la corrupción.
Las reacciones en cadena, utilizando las nuevas tecnologías de comunicación, constituyen la marca registrada de las sociedades contemporáneas. Quien tiene responsabilidades políticas debe actuar entendiendo el porqué de esos acontecimientos, que surgen de un sentimiento difuso de descontento y de deseo de tratamiento digno a las personas.
Debemos celebrar esta época de plenos derechos, en la que cualquiera puede manifestarse libremente. En nuestra juventud, cuando muchos de nosotros salíamos a las calles, terminábamos en la cárcel. Es bueno remarcarlo y recordarlo.
*Ex presidente de Brasil entre 1995 y 2002. Discurso pronunciado en el Senado de Brasil.