La historia se repite una y otra vez, siempre con malos resultados. Quiero decir: tengo una idea para un libro. No se qué hacer, entonces consulto a mi amigo T.M que siempre me dice: “Andá a la editorial de la calle Bulnes, en Almagro, el editor es un tipo bárbaro, seguro le va a interesar”. Voy y efectivamente me encuentro con un bárbaro: un salvaje, un bruto, un desastre. Atrapado detrás de una nube de humo de cigarrillo negro, antes de saludarme ya me miró con absoluto desinterés. No bien le conté mi proyecto, abrió el ranking de libros más vendidos según la revista Ñ del 11 de julio, y me dijo: “Escuchá: primero, El amante japonés, de Isabel Allende. Segundo, Abzurdah, de Cielo Latini. Tercero, Almanegra, de Florencia Bonelli. Cuarto, Ay, amor, de autoras varias. ¡Eso quiero! De ahora en más voy a publicar sólo a mujeres. ¿Vos sos mujer? No. Entonces qué me venís a ver a mí”. A duras penas alcancé a decirle que esos libros eran infraliteratura, y que había otras escritoras que sí eran buenas o, más que buenas, extraordinarias (cada tanto vuelvo a leer la primera novela de Matilde Sánchez y me sigue pareciendo eso), que eran ésas las que valía la pena publicar. Pero no hubo caso. Mientras literalmente me daba golpecitos en la cola para que bajara la escalera de la editorial, alcancé a escuchar que me decía que vaya con mi proyecto a la Biblioteca Nacional. No es una mala idea, la gestión de la BN es la mejor en décadas, y el catálogo de libros que edita es notable. Teniendo en cuenta, además, que todo indica que el élan révolutionnaire surgido en 2003 va a continuar como si nada (¡Yo vi a Forster abrazado –o colgado del brazo– con Karina Rabolini en una foto que publicó este mismo bisemanario!), no estaría mal presentarles la idea, el libro podría salir al año que viene o el otro. Pero tengo dudas. No conozco bien Barrio Norte y no sé cómo llegar hasta allí.
En verdad, mi idea es hacer un libro, una gran compilación a partir de cuatro libros maravillosos que fui comprando en librerías de viejo en los últimos años. El primero es La noche de Buenos Aires, de Ulyses Petit de Murat (Leviatán, Buenos Aires, 1999). El segundo es Los excéntricos (varios autores, Cuadernos de Todo es Historia, Buenos Aires, 1976), el tercero es Buenos Aires: los huéspedes del 20, de Francis Korn (Sudamericana, Buenos Aires, 1974), y el último es Antología. Textos y protagonistas de la bohemia porteña. Varios Autores, CEAL, Buenos Aires, 1992). Sería un hermoso libro sobre la vida cultural y las derivas estéticas de la Buenos Aires de los 20 y 30, armado a partir de textos de personajes laterales, encantadores, vanguardistas y locos. El primer párrafo del libro de Petit de Murat marcaría el tono de la compilación: “La música y la arquitectura son para la noche (…) Agregaría que las ciudades también”. Sería entonces una historia de la noche o, más bien, de lo nocturno, de las aventuras que surgen después del crepúsculo, de los grupos literarios en cafés, de las cenas, los conventillos de inmigrantes (Francis Korn menciona incluso algunos platos habituales entre los judíos rusos: “Crepej o barenikes para las grandes ocasiones, y para todos los días albóndigas de carne –kakletem– con puré mezclado con cebolla frita”), una historia de los cabarets y los cantantes fracasados. En fin, voy a buscar suerte en otra editorial.