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arte y guerra

Mikhail Reva, el escultor ucraniano que hace obras con lo que la guerra le deja

El modelista más conocido de Ucrania, Mikhail Reva, alguna vez fue famoso por sus obras caprichosas: creaciones divertidas y descomunales, que se encuentran en parques y plazas de todo el país, y esparcidas por su ciudad natal, al sur de Odesa. La guerra de Rusia contra Ucrania cambió todo eso. El artista trabaja ahora con los materiales del día: fragmentos de misiles y casquillos de proyectiles, listos para ser ensamblados en piezas que reflejan un mundo al revés.

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Reva. A la fecha ya utilizó más de 2 toneladas de chatarra de guerra que militares ucranianos supervisaron que no serían peligrosos para el trabajo con sopletes y sierras de corte. | MARCUS YAM

Desde el pasado mes de julio la ciudad de Odesa –conocida como la joya del mar Negro– se convirtió en objetivo de ataques del invasor, incluyendo su puerto, desde donde partía la producción de granos ucraniana. Allí, pese a la lluvia impredecible de bombas, drones y misiles, persiste trabajando en su taller el arquitecto y escultor Mikhail Reva.

Estaba en las afueras de Kiev, en Bucha, cuando el invasor se retiró dejando un tendal de civiles torturados y asesinados. Reva, nació en 1960 en Crimea, y es uno de los tantos ucranianos que hablan ruso (su hija, también artista, vive en Kiev y es su orgullo que hable ucraniano). Educado en San Petersburgo, quedó indignado con los crímenes de los invasores. Al regresar a Odesa encontró que su casa de campo, o dacha, había recibido impactos de artillería: un vecino le alcanzó los restos de las esquirlas. Ahí descubrió el nuevo material para su arte.

En distintas entrevistas cuenta que, al comienzo de las hostilidades, decidió trasladar a su madre, suegra y esposa fuera de la zona. Es más, su madre falleció al poco tiempo, no soportó la migración forzada. Pero él volvió a su taller a trabajar en estatuas para retratar el conflicto, lo hace dando forma a los restos de la guerra, trastos, basura bélica, pedazos de metal destrozados, municiones, hierros retorcidos por el calor. Explica: “es como armar un rompecabezas gigante, un rompecabezas hecho de horror y caos”.

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Las formas aparecen en la mixtura de las partes. Así, los engendros resultan en estatuas de dimensiones que amenazan o subvierten los efectos de los ataques. A la fecha ya utilizó más de dos toneladas de chatarra de guerra que militares ucranianos supervisaron que no serían peligrosos para el trabajo con sopletes y sierras de corte. Con más de 3,5 metros de altura, la masa de hierros retorcidos que evoca a un oso erguido se encuentra en Berlín, en la exposición titulada Russkiy Mir (Mundo Ruso). Esta figura evoca a Moloch, el dios cananeo que exigía sacrificios humanos, como también al símbolo no oficial de Rusia.

Un dragón cuya forma surge del techo de un vehículo militar destrozado; las alas de un búho a partir de las aletas de mortero deformadas; un grupo de clavos intrincados, soldados unos contra otros, elevándose como el centro de la cruz de Cristo, es un monumento a Mariúpol. Efectos artísticos que describe la escritora y periodista estadounidense de origen judío y ucraniano Zarina Zabrisky:  “Reva traduce la épica batalla de los órdenes mundiales a la materia. Él esculpe la lucha de las ideas abstractas, la libertad contra la esclavitud y el bien contra el mal, en el espacio. El lenguaje de la guerra no es verbal, y el escultor transforma los conceptos de gobierno nuevo, arcaico, democrático y autoritario en imágenes tridimensionales. Para dar corporeidad a lo indecible, erige túmulos funerarios con los restos de metal fundido de los cohetes y tanques oxidados rusos. Para representar el horror, deconstruye el espacio habitual y deformado al llenarlo hasta el borde con estructuras toscas. El grotesco de Bosch estalla con fuego infernal. Pinturas saturadas y formas discordantes explotan los significados calcificados. Las ricas texturas, las alucinaciones ctónicas de Lovecraft, parecidas a un tapiz, queman la retina. Las visiones inquietantes, cargadas de simbolismo, penetran profundamente en el inconsciente.” 

En breve, estas obras se expondrán en algún lugar de la Unión Europea. Mientras que Odesa misma tiene a las esculturas de Reva como tesoros insertos en una arquitectura que se remonta al siglo XVIII y la emperatriz Catalina la Grande. La manzana o fruta prohibida, en el Parque Griego; un Árbol del Amor y el Tiempo de Odessa en la Ciudad Jardín; los relieves del Ángel de Gracia, a la entrada del centro para niños discapacitados; una inmensa “Más libros, menos miedo”, frente a la Biblioteca Científica.

Pero llama la atención su instalación escultórica Domus Solis (Puerta del Sol), emplazada en 2017 sobre una explanada de madera en la playa de Lanzheron, cercana al puerto. El conjunto refiere al marco y una puerta señorial, con grabados, a través de la cual se aprecia la salida del sol. Durante la marea alta, las olas atraviesan la misma, como puerta de bienvenida y también de despedida. Desde la misma dirección hoy llueven los disparos desde los barcos de guerra rusos.

Otra ironía cuasidiabólica que recuerda Reva es su trabajo como encargo como orfebre para el gobierno de Ucrania, todavía aliado al Kremlin: un pequeño reloj de sol que le fuera regalado hace 20 años a Putin y que lució en su escritorio. 

Odesa siempre estuvo en conflicto con el imperialismo ruso. Es más, fue el cine quien le brindó una trascendencia mundial: se trata de la escena de las escalinatas y el cochecito del bebé cayendo por ellas, mientras los cosacos disparan a los obreros en rebeldía. Se trata del Acorazado Potemkin de Sergei M. Eisenstein (1925), película muda que glorifica la rebelión obrera de 1905, antecedente de la Revolución Rusa. En ella Eisenstein también redefinió al cine como arte de la imaginación e invención. La escena de las escalinatas recibió varios homenajes, tal vez el más notable a manos de Brian De Palma en Los Intocables.

Esas escalinatas se terminaron en 1841, diseñadas por el arquitecto italiano Francesco Boffo. Tienen 142 metros por 27 de altura, hoy con doscientos escalones y diez descansos. Vista desde arriba, no se ven los escalones y sí los descansos, desde abajo no se ven los descansos y sí los escalones deformados. Fenómeno óptico que no altera la realidad: están bajo amenaza de destrucción.