COLUMNISTAS
PANORAMA económico

Milei, Macri y el desamor del Círculo Rojo

El libertario y el expresidente comparten el desapego de la elite empresaria por ellos.

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Esos locos bajitos, Mauricio-Javier. | Pablo Temes

A uno lo llaman “El hijo del Tano”. Al otro: “El loquito que trajo el Armenio”. Ambos tienen muchas coincidencias. El primero llegó a Presidente. El segundo lo intentará el próximo domingo. Cerraron a horas de las elecciones generales del 22 de octubre una de las alianzas políticas más polémicas de la democracia moderna recuperada hace cuarenta años. Ambos creen en liberar más la economía y la vida de los argentinos, a extremos complicados de explicar. Los dos son de Boca. Y los dos comparten una curiosa realidad: fueron ninguneados en el pasado y son hoy temidos por el poderoso y autodenominado Círculo Rojo. Al punto de que este grupo de personas influyentes en lo más alto de la élite empresaria con capacidad de presión directa y con artes mixtas, proclamaron pública o veladamente la necesidad de que Sergio Massa sea electo Presidente.

Se trata de Javier Milei y Mauricio Macri, quienes confirman que la política argentina, en su historia, está llena de curiosidades. Por ejemplo, que un candidato y su padrino con serias posibilidades de vencer, defensores de la apertura económica, de la disminución de la presión impositiva y del gasto público y militantes del superávit fiscal y la prudencia monetaria; no tengan el apoyo de los sectores que, teóricamente, más se beneficiarían con su llegada al poder. Hay argumentos explicativos.

En el caso de Milei, el calificativo relacionado con “El Armenio” refiere a que fue Eduardo Eurnekian, quien fue su padrino laboral, quien lo impulsó a llegar a los medios y quien lo catapultó a las grandes ligas de los economistas de élite del país. Sin embargo, tanto el zar de los Aeropuertos como la mayoría de los empresarios clásicos del país, no mostraron mayores apoyos a su llegada a la primera división de la clase política argentina. Más bien lo recibieron con frialdad, hasta llegar a la militancia en contra de la actualidad. El primer round en contra que vivió el libertario, fue en abril de este año, durante su presentación en el exclusivísimo Foro del Llao Llao. En medio del imponente hotel construido por Bustillo en Bariloche, y donde una vez por año la selección de empresarios más importantes del país se reúne a reflexionar y escuchar a los políticos dar examen; Milei llegó con traje de ganador y se enfrentó a personajes como Eduardo Elsztain, Marcos Bulgheroni, Marcos Galperin, Carlos Miguens, Federico Braun y Martín Migoya. Milei explicó allí, quizá por primera vez con detalles, sus planes dolarizadores y de demolición del Banco Central; recibiendo, con sorpresa para él, cierta frialdad ante el avance de su relato, y finalmente complicadas preguntas sobre un tema clave que hoy sigue teniendo actualidad: cómo implementará tamañas hazañas macroeconómicas sin mayorías políticas cercanas.

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No hubo vuelta atrás. Desde ese momento, los mayores empresarios del país (ante quienes había dado durante casi una década innumerables charlas) fueron calificados por el libertario como parte de “La Casta”. Y, en consecuencia, material a calificar de enemigos. Así lo hizo. Al punto de organizar hasta una Contracumbre de IDEA, boicoteando al tradicional evento de Mar del Plata de octubre, donde ante un puñado de empresarios decretó que en su gobierno se terminaría la economía prebendaria.

El caso de Macri es aún más curioso. Llegado al poder en diciembre de 2015 con todo el ímpetu de triunfar, desplegó unos primeros meses de gestión bajo el hit de campaña que aseguraba que sólo con su ingreso a la Casa Rosada bastaría para cambiar la realidad del país, y mutar el pesimismo en el futuro económico de la Argentina en un irrefrenable faro de reconstrucción de la confianza malherida durante el kirchnerismo. No pudo ser. A poco de andar, sus propios errores y las firmes dudas de los empresarios sobre el posible éxito final de su gestión, hicieron que ninguna de las dos partes estuvieran cómodas. Los vínculos comenzaron a romperse en aquella fallida conferencia de prensa del 28 de diciembre del 2017, donde el entonces jefe de Gabinete Marcos Peña sepultaba las posibilidades de éxito de la gestión económica, ante la vista atónita de empresarios que comenzaban a ver cómo el macrismo se transformaba en un proyecto algo fallido. Las inversiones nunca llegaron, los brotes verdes nunca crecieron y la promesa de crecimiento del segundo semestre se transformó en una broma entre integrantes de la élite empresaria.

La templanza del entonces presidente terminó durante la corrida cambiaria del segundo trimestre del 2018, que derivó en un regreso al Fondo Monetario Internacional (FMI), hecho criticado por la clase dirigente empresarial, la que temía, con razón, que llegaría un ajuste fiscal que terminaría por sepultar las posibilidades de reacción del macrismo en el poder. Llegó a los oídos del entonces jefe de Estado una definición algo denigrante, que en un encuentro empresarial había sido dicha por un clásico representante de los privados poderosos, vinculado a sectores de la construcción y energético. “Qué querés del hijo del Tano. Por algo el padre no quería que sea presidente”. No hubo vuelta atrás. Las partes nunca se reconciliaron y llegaron, en casos, a críticas furibundas y roces judiciales por acusaciones a altos referentes de la obra pública. Esto sumado a contratos incumplidos por el Estado y el llamado del entonces presidente a los empresarios a “terminar con comportamientos mafiosos”. En los días en que Macri presentaba su opus “Segundo Tiempo”, explicaría sus problemas con el Círculo Rojo, con la alegoría que siempre prometían apoyar cambios al tiempo que preguntaban “¿la mía está?”.

Ahora, ante su gran oportunidad electoral (en el caso de Milei) y su posibilidad de revancha (en el de Macri), ambos consideran que no le deben nada al Círculo Rojo. Y que llegados al gobierno podrán aplicar medidas duras y revolucionarias, muchas de las cuales afectarán la línea de flotación de muchos de los empresarios más tradicionales del país. Quizá esto llevó a una última curiosidad de las elecciones del próximo gobierno. Prácticamente todas las cámaras empresarias se volcaron a apoyar al candidato del oficialismo, pese a que tiene al kirchnerismo como uno de sus sostenes políticos. No sólo la UIA apoya públicamente a Massa. También los bancos (locales y extranjeros, privados y públicos), el comercio (pymes y grandes cadenas) proveedores de servicios, el rubro energético y petrolero y, fundamentalmente, los constructores nacionales están con el tigrense. Quizá, casi en soledad empresarial, hay un sector fundamental que está con el dúo del libertario y el exdesarrollista. El campo apuesta por Milei-Macri. Precisamente el sector que puede aportar lo que el próximo gobierno necesitará como el aire: dólares sanos y crocantes provenientes de exportaciones genuinas.

Esta semana habrá revancha. Entre el miércoles y el jueves, de la mano de Macri, Milei hablará ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp). Su supone, un terreno 100% Círculo Rojo, donde el campo tiene preponderancia y el macrismo influencia directa.