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FAMATINA

Minería, sin licencia ni ética

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Un día llegó a manos de las mujeres de Famatina un documental sobre la historia de la minería en Catamarca con un título esclarecedor: Asecho a la ilusión. Era sobre aquella provincia que, según Carlos Menem y el entonces gobernador Arnoldo Castillo, entraba “sin vuelta atrás en el progreso”, de la mano de la extractora de cobre La Alumbrera.

Mientras las mujeres de Famatina miraban ese testimonio, el entonces vicegobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, derrocaba a Angel Maza bajo la acusación de estar “a sueldo” de la Barrick Gold. “No vamos a permitir el saqueo”, decía Beder agradeciendo la gesta de “los ambientalistas”.

Las mujeres de Famatina se encolumnaron detrás de Beder para enfrentar los temores que les provocaba una actividad que no traería progreso (huella de Catamarca) y en cambio prometía destrucción: para un gramo de oro se demuelen cuatro toneladas de montaña, leyeron ávidas y asustadas.

Beder, oriundo de Famatina, alcanzó la gobernación provisoria: dictó desde allí una ley de prohibición de minería con cianuro y otra que habilitaba la consulta popular para validar cualquier emprendimiento extractivo que desatara temores por su eventual impacto ambiental. Pocos meses después, ganó las elecciones como parte del campo nacional y popular. Alcanzó entonces el poder y la cúspide de la impudicia: sus primeras acciones de gobierno fueron derogar esas normas y, en una obscena conferencia de prensa, pedir perdón a Barrick Gold antes de rogarle que volviera a la provincia a reemprender la explotación de oro en Famatina.

Aquellas mujeres, ahora informadas sobre la realidad de la minería a cielo abierto y sobre la catadura moral del gobernador,  conformaron un movimiento con el cura, el intendente y la mayoría de los poco más de 1.500 habitantes de Famatina. Apoyados en la certeza de que sin licencia social no hay emprendimientos de extracción de recursos naturales que puedan sostenerse en estos tiempos, echaron primero a la canadiense Barrick y luego a la china Osisko, y prometieron resistir a todo embate que viniese de la mano del gobernador, quien ahora usa la televisión para desafiar a aquellos otrora abnegados ambientalistas: “Que me traigan una minera que contamine”, aúlla.

Lo han llenado de ejemplos. Es que la minería de hoy, dado que ha desaparecido la veta de mineral puro como oro y plata tras quinientos años posteriores a Potosí, sólo funciona volando con dinamita una montaña y separando los metales valiosos del resto de la roca con una mezcla de agua y cianuro. “Si diariamente se usan 25 millones de litros de agua y 15 toneladas de cianuro, no tiene motivos la sociedad para angustiarse”, escribió Jared Diamond en su notable ensayo Colapso.

Hace dos semanas, el músculo que duerme tenso en Famatina despertó ante rumores de que otra minera volvía a la carga. Allí fueron las mujeres, el cura y demás a la montaña, a exigir que cesaran cualquier tarea pues no hay allí ni habilitación municipal ni licencia social. Rápidamente, y como siempre, se militarizó la zona. La toma de partido por parte del gobierno riojano es tal que cuando llegamos al lugar para hacer una cobertura para América, el dispositivo policial parecía propio de una guerra contra un espía extranjero: nos impidieron circular por un camino local y para llegar a la mina en cuestión debimos transitar, en medio del amedrentamiento, por el lecho de un río seco.

La minera de marras es salteña, sin ningún antecedente en la actividad. Suponen los famatinenses que se trata de una cabecera de playa para, en caso de atravesar la resistencia local, volver a convocar a las multinacionales del oro.

Por supuesto, la persecución y criminalización de la protesta (hay mujeres con doce causas penales y el cura Omar Quinteros está acusado de sedición  por tocar la campana de la parroquia con el fin de detener la represión policial) viene con el chantaje: quien no quiere la minería se opone al progreso, alegan. Las mujeres de Famatina vuelven a recordar aquel documental de una Andalgalá tan paupérrima como ahora, tras casi dos décadas de minería a cielo abierto. Y releen otro dato que repudia la extorsión: el 83% del oro que se extrae de las montañas se usa para hacer lingotes o joyería suntuaria.

 

*Biólogo, periodista ambiental. Autor de Argentina, de espaldas a la ecología.