Confieso que no lo he buscado en internet. Hay ocasiones en que a nuestro orgullo y, ¿por qué no?, a nuestra imaginación les hace bien no encontrar evidencias de que lo que se nos ha ocurrido miles de personas lo han pensado antes. No hay nada nuevo bajo el sol, sólo cambia la forma de presentarlo.
¿De qué se trata? Hay un 80% de la población mundial que tiene ojos marrones, azules un 10%, verdes un 3%, 1% negros y el resto en colores infrecuentes: grises, violetas y otras tonalidades.
En el instante de ver la realidad, por ejemplo, ¿los que poseen ojos castaños la observan del mismo modo que los de ojos verdes? o, tal vez, ¿los de ojos negros son más negativos que los de iris azules? ¿El color de ojos condiciona la realidad?
Estas hipótesis oculares absurdas (si es que lo son, insisto en que no lo “gugleé”) podrían dar pie a que cada uno proclamara, sostuviera, lo que le viene en gana. El argumento funcionaría, más o menos, así: “Esto te lo digo yo y te lo aseguro porque tengo ojos verdes, vos no lo ves de este modo porque tus ojos son azules”.
Existe algo parecido a lo predicho y es la llamada Ley Campoamor, que señala que “todo es según el color del cristal con que se mira”.
Esta ley se sustenta en famosos versos del poeta español Ramón de Campoamor (1817-1901), que dicen: “¿Quién es en pintar más fiel/ las obras que Dios creó?/El cinismo dirá que él/la virtud dirá que yo/y es que en el mundo traidor/nada hay verdad ni mentira/todo es según el color/del cristal con que se mira”.
La Ley Campoamor se ha aplicado para admitir que ningún valor es definitivo, que gobiernan la subjetividad y el relativismo.
Pero, como a todas las leyes, los argentinos podemos encontrarle una vuelta más de tuerca, ya no
elegimos con sensatez un color para mirar la realidad sino que buscamos el cristal que posea el color que nos conviene.
Con un empecinamiento rayano, lindante, con la incongruencia, una porción de compatriotas está usando el cristal que adapte, con capricho, la certeza a la mentira. Se observa el círculo pero se asevera que es un cuadrado.
No estamos hablando de la mirada crítica que nos permita discernir lo mejor de lo peor, lo bueno de lo malo, lo corrupto de lo virtuoso. El objetivo es excusar la creencia. Intentar, con palabras, que la Tierra deje de ser redonda.
Estamos tan enfermos de nuestro “color de ojos”, tan fanatizados, que lo que creemos nos impide ver al otro, o peor, verlo y negarlo.
No tiene importancia indagar en lo que afirmamos, es irrelevante si nuestra narración es falsa. El credo, el diario que nos hemos escrito, pasó a ser la coartada que todo lo permite y disculpa.
El fundamentalista, el fanático, niega al otro, lo suprime y va viviendo en un mundo cada vez más sesgado y pequeño, cada vez más egoísta e irracional.
No lo busqué en la red porque, en definitiva, no se trata del color de los ojos con que contemplamos, ni tampoco de aplicar la Ley Campoamor, donde todo es según el color del cristal con que se mira.
Hace rato que parece que algunos argentinos pretenden ver el país, no a través de un cristal, de lentes, de microscopios o binoculares, sino que la realidad, para ellos, es lo que les muestra el espejo.
*Secretario adjunto de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).