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Monstruos modernos

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No sé si he subrayado lo suficiente la calidad extraordinaria de la serie Penny Dreadful (el título refiere a las ficciones baratas de terror que, hacia finales del siglo XIX, circulaban en Londres). Acaba de comenzar la tercera temporada y el suceso de las dos anteriores me da un poco de miedo. Ya sabemos cuán esclava es la televisión del éxito: si no lo tiene, los proyectos se discontinúan: si lo tiene, probablemente los desvirtúe.
La producción fue, desde un comienzo, británico-estadounidense. Pero esta tercera temporada ha amplificado esa desagradabe característica y me hace temer lo peor.
Por lo pronto, los personajes andan desperdigados a los dos lados del Atlántico.
En Londres, Vanessa Ives (una cada vez más extraordinaria Eva Green) anda paseando con Mr. Sweet (que es, en verdad, Drácula). Cada tanto va a un consultorio a someter sus neurosis a un tratamiento psicológico. El secretario de la analista (que en la temporada pasada fue una bruja) es Renfield, quien le cuenta sus secretitos a Mr. Sweet.
Por otro lado, andan juntos el Dr. Frankenstein y el Dr. Henry Jekyll, compañeros de estudios, potenciando sus experimentos. Y, finalmente, Dorian Gray anda del bracete de Lili, “la novia de Frankenstein”, convertida en feminista radical, con deseos de conquistar el mundo (asesinando de paso a varones que explotan a las mujeres).
Del otro lado del Atlántico están Ethan (el lobo de Dios), acompañado de una bruja. Los persiguen, además de las fuerzas de la ley, Mr. Murray y el padre apache de Ethan, para salvarlo de no se sabe bien qué peligro y para, en última instancia, salvar al mundo.
La trama norteamericana carece de la intensidad de la trama londinense (ah: el monstruo de Frankenstein vuelve después de un raro periplo a la ciudad, con recuerdos frescos de su vida pasada).
El revoltijo de nombres y figuras clásicas del gótico británico no significa demasiado porque la historia, originalísima, teje con ellos una intriga nueva. Miss Ives es el centro de la trama (todas las fuerzas del mal, en las sucesivas temporadas, tienen el propósito de aniquilarla). Ella, que se ha entrenado en las artes oscuras de la brujería y que es además vidente, sufre casi sin interrupción desde el primer capítulo, hace tres años.
El primer capítulo de esta temporada fue extraordinario: situó el relato el día que murió Alfred Tennyson (el 6 de octubre de 1892) lo que, de paso, sirvió como índice de las fuentes de inspiración de John Logan para escribir sus extraordinarios diálogos.
La producción es impecable, los escenarios quitan el aliento y la cinematografía de la serie sostiene con perspicacia los claroscuros de una trama en la que oscuras potencias (ni siquiera el Bien es agradable, porque está teñido de positivismo) van produciendo, uno a uno, los monstruos de nuestra modernidad.