El primero de los desafíos de Cristina Fernández es demostrar que puede gobernar sola, porque hasta el 27 de octubre contó con un operador privilegiado, su marido, a cargo de los más variados roles. Esta situación de excepción le facilitó tanto el acceso a la presidencia como la gestión posterior.
Confortada por el apoyo popular recibido en los días de duelo, y decidida a no mirar más allá, Cristina ha ratificado que el modelo político y económico “nacional y popular” sigue siendo el mismo. Falta definir quiénes serán los principales colaboradores de la etapa que se cierra, provisoriamente, en diciembre de 2011.
Néstor Kirchner concentraba tanto poder como ningún otro dirigente ha logrado hasta ahora en la historia reciente del país. Principal ideólogo y fiscalizador de las políticas de gobierno, controlaba personalmente a los funcionarios nacionales, provinciales y municipales, presidía el PJ y, si bien eludía las funciones que le correspondían como diputado nacional, encontraba tiempo para las tareas internacionales de Unasur.
Se discute en estos días si se renovará el equipo de gobierno. Si la Presidenta se decide a hacerlo, tendrá una buena oportunidad para seleccionar a los más leales y capacitados entre los funcionarios ya probados o los que aún no han desempeñado altos cargos.
Sería de desear que en la nómina se incluyan personalidades nuevas que contribuirían a renovar la gestión. La ficción de que todos los que hoy están son mujeres y hombres de la Presidenta no convence.
Precisamente una de las caras nuevas de la dirigencia peronista, el gobernador de Salta, ha demostrado sensatez al considerar inaceptable que ya se esté presionando a Cristina para que se postule a la presidencia en 2010.
Primero, dijo, ella debe resolver una cuestión que no manejaba, “la conformación del espacio político que conducía Néstor Kirchner”.
Por cierto que entre los que presionan por la reelección figuran los “ultra cristinistas”, que en su desesperación por arrancar definiciones develan la trama de los intereses particulares que los impulsan.
Diferenciar dichos intereses de los de carácter público, al momento de seleccionar colaboradores, forma parte del desafío.
También mantener el equilibro entre la conducción del sindicalismo y las otras fuerzas políticas y sociales que la apoyan, pondrá a prueba su aptitud para gobernar. Porque así como las expresiones antes citadas demuestran sentido común, las del jefe de Gabinete, “La CGT de Moyano es la columna vertebral del Gobierno”, que ponen el acento exclusivo en una parcialidad, resultan desafortunadas.
En efecto, un peronista histórico debería tener en cuenta las enseñanzas del pasado en cuanto al poder sindical.
Los sindicatos fueron un excelente recurso para defender al PJ en épocas de gobiernos de facto y resultaron útiles también para erosionar a gobiernos democráticos no peronistas. Pero mientras en vida de Perón la “columna vertebral” formó parte de un esquema de poder en el que sus funciones estaban asignadas y no podía extralimitarse, muerto el General, en la presidencia de su viuda, Isabel Martínez, la CGT y las 62 Organizaciones resultaron un aparato rígido e ineficaz que le dobló el brazo al gobierno en la pugna salarial de 1975 que aceleró su desprestigio y su caída.
De estas lecciones de la historia, ¿sacará fuerza Cristina para limitar el avance sindical, tanto más peligroso en períodos de alta inflación, como el que se vive? Por último, ¿tendrá el coraje para cambiar de actitud en el trato del otro, sea peronista no kirchnerista, franco opositor o independiente?
Si la Presidenta iniciara una razonable apertura, escaparía al sino de muchos gobernantes que sólo atienden al pequeño círculo que los rodea y se dejan envolver por el clima palaciego que aplaude todo y acepta todo, mientras mantenga sus espacios y ventajas.
La otra opción es confiar sólo en el mensaje del multitudinario entierro, dejar de lado las lecciones de 2008 y 2009 y aprovechar el desconcierto y las debilidades de la oposición, tanto como los buenos precios internacionales de las exportaciones, para seguir adelante, mientras dure el viento a favor.
*Historiadora.