COLUMNISTAS
Eva de Dominici

Mucho más que una cara bonita

Estrenó en cine Sangre en la boca. De novia con Joaquín Furriel, asegura que los veinte años que él le lleva no los distancian en lo absoluto.

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Etapas. Con Gonzalo Heredia en Los ricos no piden permiso, para el prime time de El Trece. Con Joaquín Furriel, su novio. Como boxeadora en la nueva Sangre en la boca. | Néstor Grassi
Su padre le puso Eva por ser un militante peronista y ella, De Dominici, desde el año 2009 prefirió cambiar su apellido por éste, el de su abuelo materno, ya que se burlaban en la escuela de Quattrocci. “No lo veía como artístico y me gustaba no tener el mismo que en el documento”, confiesa. El próximo jueves 25 se la conocerá como Deborah, coprotagonista junto a Leonardo Sbaraglia de la película Sangre en la boca, de Hernán Belón. Allí se refleja el mundo del boxeo y el de una pasión amorosa.

“Empecé estudiando a los 8 años en el Centro Cultural San Martín –confirma–, también comedia musical en la Fundación Julio Bocca. Después seguí en la escuela de Julio Chávez, pero como era adolescente tuve como profesoras a Luz Palazón y a Lili Popovich, aunque pude presenciar algunas clases de él. Fueron tres años. También hice un seminario con Inés Estévez”.
Sangre en la boca es su segunda película; la primera fue El encuentro de Guayaquil. “Allí hice una pequeña participación –cuenta–, sólo tres escenas. Encarné a una de las mujeres del general San Martín. Era la criada mulata. Se encontraron cartas en las que se demostraría este vínculo. Me interesó componer un personaje tan alejado de mí”.

—¿Llegaste a las pruebas para interpretar “Sangre en la boca” sabiendo la cantidad de desnudos que harías?
—Sí, había leído el guión y sentí que este personaje era para mí. Que estaría bueno mostrarme como actriz. Es un drama erótico, se cuenta la historia de una pasión entre dos boxeadores. Tiene algo de crudo y salvaje.

—¿Cuáles son las dificultades de filmar escenas estando desnuda y con otro actor en tus mismas condiciones de exposición?
—Me preguntaron mucho si nos pasaba algo, y la verdad es que no nos conectábamos con tanta gente alrededor y estando desnudos. El sexo es un acto íntimo, por lo cual, aunque estábamos desnudos, no se daba erotismo entre nosotros. Fue una ventaja hacerlo con Leo (Sbaraglia), que es un gran profesional con mucha experiencia en el cine y que sabe resolver estas escenas.

—¿Cuánto hace que salís con Joaquín? ¿Te ayuda?
—No soy de contar los meses, pero serán siete. Tenemos caminos diferentes. El tiene una formación, ya que es egresado del Conservatorio. Su recorrido fue más intelectual, con un gran recorrido en el escenario. Nos acompañamos muchísimo, pero ninguno se mete en el trabajo del otro. Compartimos profesión, pero tenemos distintas visiones y nuestras cerreras son diferentes.

—¿Vio la película? ¿Qué le pasará con los desnudos?
—(Se ríe) Todavía no la vio. Es un actor y seguramente debe haber tenido o tendrá escenas con otras actrices. Joaquín no es una persona celosa, le gusta que haya filmado con Leo (Sbaraglia) porque lo admira.

—¿Sentís la diferencia de edad (se llevan veinte años)?
—El vivió más que yo, pero no me importa. Cada persona es distinta. Estamos disfrutando el ahora, no convivimos. Me encantan las familias, y casi todas las mujeres tenemos la idea de formar un hogar con hijos.


Lejos de shakespeare y de Estado Islamico

Aún no sabe qué hará después de las grabaciones que finalizarán en octubre de Los ricos no piden permiso, tira que emite diariamente El Trece. Eva De Dominici asegura que tiene proyectos para cine, teatro y televisión, pero aún no definió qué hará a esa altura del año. “El puntapié inicial de mi carrera fue en Chiquititas, con Cris Morena –recuerda–. También siento que hay un redescubrimiento ahora que estoy haciendo Josefina Mansilla en Los ricos no piden permiso. Todos fueron importantes, pero aquí estoy al lado de Gonzalo Heredia y Agustina Cherri y me ubico en otro lado, para un público más adulto”.

Cuando se le pregunta qué no haría profesionalmente, duda: “Algo muy alejado de mí, por ejemplo, una japonesa. Me ofrecieron hacer un Shakespeare, pero sentí que no debía aceptarlo. Si no me interesara lo que me proponen, no coincidiera conmigo o viera que es malo, no lo haría. Por ejemplo, pensaría mucho algún proyecto que tocara el tema de Estado Islámico. Son muy delicados. No tengo metas. Hay caminos, nunca llegás y espero tener buenas posibilidades”.