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Trump en la ONU

Nacionalismo y militarismo extremos

Nunca antes un presidente de Estados Unidos había amenazado con iniciar una guerra en el foro diplomático por excelencia. Las raíces de su prepotencia y arrogancia.

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Donald Trump | Pablo Temes

Donald Trump debutó esta semana en las Naciones Unidas con un discurso altamente belicista, impropio en un foro internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial para que las artes de la diplomacia se impongan sobre las pasiones de la guerra. Ni siquiera en los momentos más calientes de la Guerra Fría, un presidente de Estados Unidos utilizó la sede de la ONU para anunciar que estaba dispuesto a "destruir totalmente" un país, tal como lo hizo Trump, sobre Corea del Norte.

Los jefes de la Casa Blanca siempre se ocuparon de no atacar directamente a otros líderes mundiales en un organismo que privilegia, precisamente, el diálogo y el multilateralismo. Pero el magnate republicano dio este martes un paso más allá de la beligerancia de sus dos antepasados más incendiarios: Ronald Reagan, cuando señaló al "imperio del mal", por la URSS; y George W. Bush, cuando se refirió al "eje del mal", para cuestionar a países que auspiciaban al terrorismo. Pero ni Reagan ni Bush alentaron la guerra en la ONU.

En los 42 minutos que utilizó Trump para su alocución frente a los 193 países acreditados en Naciones Unidas, las palabras más pronunciadas fueron "nación" (56 veces) y "soberanía" (21 veces). En cambio, "libertad" y "democracia" solo salieron en 12 ocasiones de la boca del presidente de Estados Unidos. Mientras que "calentamiento global" o "igualdad de género" fueron conceptos que ni siquiera fueron mencionados.

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En su debut ante la Asamblea General de la ONU, el presidente estadounidense le habló al mundo entero como si estuviera despachando un tuit. Su personalidad disruptiva, agresiva y violenta irrumpió en el majestuoso y solemne edificio de Nueva York creado tras la derrota del nazismo para impulsar el "mantenimiento de la paz y la seguridad internacional".

Tras la intervención de Trump, un pesado murmullo recorrió la histórica sala de la ONU que en estas décadas presenció discursos enardecidos del bolchevique Nikita Jrushchov o del revolucionario Fidel Castro, que arremetieron contra el imperialismo norteamericano pero nunca amenazaron con borrar del mapa a otro país. Hasta el negacionista iraní Mahmoud Ahmadinejad lució más moderado que el empresario-presidente estadounidense.

Minutos antes de la amenaza de Trump, el flamante secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, había advertido sobre la tensión que se respiraba en la ONU, sin precedentes desde la caída del Muro de Berlín. "El lenguaje inflamatorio puede dar lugar a malentendidos fatales", aclaró el portugués. Pero Trump no se dio por aludido: "El flagelo de nuestro planeta –respondió–, es un pequeño grupo de regímenes paria que violan todos los principios en que se basan las Naciones Unidas".

También criticó a "la dictadura socialista" de Venezuela y al "régimen corrupto" de Cuba. Y cuando fustigó al terrorismo, no tuvo ningún pudor en asociarlo directamente con el Islam. "Detendremos el terrorismo radical islámico", alentó y dejó atrás su postura durante la visita que realizó a Arabia Saudita este año, cuando habló del “extremismo islamista”, una distinción que permite marcar diferencias entre la religión de más de mil millones de fieles en todo el mundo y el fundamentalismo que impulsa a grupos yihadistas como ISIS y al Qaeda.

También condenó el acuerdo que trabajosamente se logró hace unos años entre el Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania con Irán, porque dijo Trump, "fue una de las transacciones más negativas y unilaterales que Estados Unidos hizo jamás".  Curiosamente, el único jefe de Estado que se mostró feliz con el discurso de Trump, fue el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. "En mis treinta años de experiencia con la ONU, nunca escuché un discurso con tanto coraje", aseguró el ex general acusado de cometer crímenes de guerra en Gaza.

La primera intervención de Trump en la ONU se sustenta en dos estrategias:

-Nacionalismo extremo.
Fundado en la influencia del polémico Steve Bannon, que sigue presente en el relato del trumpismo. El ex asesor del Salón Oval, que dejó la Casa Blanca el mes pasado, es el verdadero ideólogo del chauvinismo de Trump. Bannon se inició en la Marina de Estados Unidos y luego hizo carrera y dinero como productor de Hollywood y banquero de Goldman Sachs. Es el responsable del "nacionalismo económico" que dio origen al American First y a la política antiinmigratoria. Bannon es también el hombre que sembró en Washington las semillas de la islamofobia y el discurso que fomenta la supremacía blanca y el racismo.


-Militarismo republicano.
Bannon tuvo que dejar la administración tras la feroz interna que mantuvo con el teniente general Hebert Raymond McMaster, asesor del Consejo de Seguridad, que dirigió comandos en Vietnam, Afganistán e Irak; el general John Kelly, jefe de gabinete de Trump, que supo estar a cargo del Comando Sur que opera en América Latina; y el general James Mattis, secretario de Defensa que estuvo al frente de los marines en Afganistán e Irak. Los tres jefes del Ejército representan el ala más dura de los halcones neoconsarvadores que comenzaron su carrera en la Casa Blanca en tiempos de Bush y son ahora los encargados de dar consejos de Seguridad a Trump, marcando el fuerte ascenso del militarismo que hoy se evidencia en Washington.

Algunos analistas asocian la escalada de Trump a tiempos de preguerra. Quizá no sea para tanto. Pero es cierto que todas las alarmas deben encenderse cuando el dueño de los códigos nucleares más peligrosos del mundo se maneja en las Naciones Unidas con la misma liviandad que supo tener cuando conducía un reality show.