Una de las características positivas de este diario es la contextualización como regla casi férrea, lo que suele transformar en material superior informaciones de diversa categoría, desde la menos trascendentes a las más sensibles. Para que los lectores lo puedan ver con mayor claridad: no es lo mismo decir simplemente que la inflación real en la Argentina es de alrededor del 25% (un dato que, si bien es aproximativo e impreciso, se acerca bastante al nivel real a pesar de que el Indec mantiene su cepo sobre la estadística veraz), que compararla con lo que registran otros gobiernos de la región o del mundo. Esto permite, por ejemplo, tener claro que nuestro país tiene el mayor índice de América latina, cinco puntos más alto que Venezuela y 15 o 20 más que la mayoría de las restantes economías continentales.
Este ejemplo muestra cómo es posible interpretar más acabadamente una realidad al comparar datos semejantes para ítems similares o situaciones comparables.
Tal manera de alimentar la información para darle mayor solidez (práctica habitual en PERFIL, como decía) falló ayer con el título principal de la tapa, que decía: “Narcotráfico: Rosario ya tiene más muertos por habitante que México”. La nota que da sustento a la portada está en las páginas 12 y 13, y refiere a la creciente y peligrosa actividad de bandas cruzadas de narcotraficantes en una ciudad en la que viven poco más de un millón de personas. Se dice allí que la cantidad de muertes violentas prevista para este año se acerca a 200, lo que equivale a alrededor de veinte por cada 100 mil habitantes, una cifra altísima si se la compara con el promedio del país (5,5 homicidios cada 100 mil).
Explico entonces por qué la comparación con los Estados Unidos Mexicanos es engañosa. Según las Naciones Unidas, el país tiene una tasa de homicidios de 23,7/100 mil, e investigaciones privadas indican que 7/100 mil tienen que ver con el narcotráfico. No es correcto comparar cifras de una ciudad con las de un país, y menos aún cuando una de ellas –la de Rosario– no corresponde a crímenes del narcotráfico únicamente sino a todas las muertes violentas registradas. Datos adicionales: el Distrito Federal de México registra una de las tasas de homicidios más bajas del país norteamericano, 12/100 mil, pero no es allí donde se concentran los mayores índices de muertes violentas de los Estados Unidos Mexicanos: la muy turística Acapulco (142,88), Nuevo Laredo (72,85) Cuernavaca (56,08) y Ciudad Juárez (55,91) la superan con largueza.
Sin intención de minimizar lo enorme del índice de asesinatos consumados en la ciudad santafesina, debo decir que sus veinte muertes cada 100 mil parecen pocas si se las compara con otras ciudades del mundo con similar población, como la hondureña Tegucigalpa (102/100 mil), la brasileña Manaos (70), o la estadounidense Nueva Orleans (56).
Y sumo un dato más para aportar mayor claridad a lo publicado ayer por PERFIL. Si bien el distrito Rosario tiene poco más de 1.100.000 habitantes, la cifra supera el doble con la suma del Gran Rosario, lo que hace del conjunto la segunda metrópolis de la Argentina. El informe no discrimina entre un territorio –el de la ciudad– y el otro –el Gran Rosario–, por lo que queda la incógnita acerca de si la cifra de homicidios proyectada por el estudio de la Universidad de Rosario y por el ministro de Seguridad de la provincia abarca a uno o a ambos.
Rosario y su región son, hoy, el distrito con mayor violencia mortal, es indudable. Su tasa duplica la del partido del Gran Buenos Aires que más asesinatos contabiliza, San Martín, y es cuatro veces mayor que el promedio nacional. Por lo visto en cada territorio que invaden, los narcotraficantes llevan la violencia al extremo y su poder aumenta a medida que penetran en la política, la Justicia, la policía y las organizaciones ciudadanas. Más allá de estas líneas, urge hacer algo.
Artículo 54. Afirma el lector Thomsen en página 38 que Gabriel Ziblat se equivocó al decir que la trepada de Michetti en la encuesta porteña para senadores beneficiaba las chances de Diego Santilli de serlo también, citando el Artículo 54 de la Constitución. Ziblat no erró: resulte el PRO primero o segundo, Michetti tiene asegurada su banca, pero no Santilli. Por lo tanto, que haya logrado tan amplia diferencia acerca más al actual ministro a una banca, pero no se la asegura.