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Ni un voto menos

El señor Leopoldo Moreau perdió la paciencia, con justa causa, cuando dos periodistas (Mónica Gutiérrez y Ramón Andino) lo interpelaron el lunes pasado con modales completamente fuera de lugar a propósito de la denuncia sobre la manipulación de datos en la provincia de Santa Fe y Buenos Aires en las PASO del domingo previo.

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El señor Leopoldo Moreau perdió la paciencia, con justa causa, cuando dos periodistas (Mónica Gutiérrez y Ramón Andino) lo interpelaron el lunes pasado con modales completamente fuera de lugar a propósito de la denuncia sobre la manipulación de datos en la provincia de Santa Fe y Buenos Aires en las PASO del domingo previo. “¿Y usted cómo sabe?”, lo interrumpía el Sr. Andino con los labios fruncidos de ira porque lo que Leopoldo Moreau estaba diciendo no admitía la menor contradicción: están los boca de urna, las mesas no contabilizadas, los videos tomados en el Correo Central, los porcentajes de diferencia de votos entre una fuerza y otra, adelgazándose hasta lo inconcebible a lo largo de una noche sin ninguna alegría, la investigación de Edi Zunino.

Por lo general no conviene pronunciar a la ligera enunciados como “neoliberalismo” o “prensa hegemónica” y, sobre todo, conviene desconfiar de quienes se presentan como extraterrestres recién desembarcados con un mensaje de paz y no como quienes gobernaron el planeta a su antojo durante 12 años. Pero observar cómo los panelistas que acompañaban a los tres periodistas antes mencionados señalaban que el día después fue “una fiesta para los mercados” (porque no había ganado Unidad Ciudadana), y que nadie mencionaba la visita del vicepresidente de los Estados Unidos (bienvenido sea) ni el vencimiento de los 500 mil trillones de bonos que habrá que renovar el mismo día como causa de una maniobra que, además de penosa, careció de toda capacidad para disimular lo evidente, daba (y seguirá dando para siempre) un poco de repugnancia, incluso a los votantes del FIT, que podrían estar festejando otra cosa.

Además de la complicidad de cierta prensa con las fantasías de poder de un gobierno que en definitiva se revela, por acciones como ésta, como carente de imaginación y fortaleza, no se entiende cómo se le regala al “enemigo” la oportunidad de un señalamiento de semejante importancia: amañar una elección (por más que se trate de unas primarias que poco significan en cuanto a efectos reales sobre la representación parlamentaria, porque para eso hay que esperar hasta octubre) equivale a reconocer el propio fracaso en relación con las fuentes del poder económico-financiero a las que se intentó seducir vanamente y que, en un rapto de delirio autoritario, reclamaron más. Y les dieron más: contra la transparencia democrática, la opacidad del fraude.

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