Lo que surge del escándalo es una desagradable descalificación del pueblo tucumano, sobre todo de sus humildes, de sus esforzados trabajadores. El ataque está dirigido contra los millones que votaron al candidato oficialista.
Los reclamos de la oposición darían a entender que todos o una gran parte de ellos depositaron su voto engañados, o sobornados por un bolsón de comida, o asustados por perder sus planes sociales. Es ése un agravio teñido de la más rancia discriminación y desvalorización que niega el voto a conciencia de los sectores populares tucumanos.
Por contraste, y sin razón aparente, donde ganó la oposición, en la capital provincial y en otros distritos, se da a entender que se votó legítimamente, sin sombras de fraude.
No hay dudas de que algunos pillos, nunca faltan, habrán empleado recursos punibles para robar votos, pero sin duda ningún partido ha tenido la exclusividad. Por otra parte, ¿qué importancia numérica pueden haber tenido en comicios resueltos por catorce puntos de diferencia?
Los denigrados de hoy son herederos de aquellos tucumanos que escribieron páginas gloriosas en nuestra historia. Y lo hicieron con la conciencia que hoy se les niega, imbuidos de patria y coraje.
Recordemos la heroica resistencia de los pueblos originarios en contra de la conquista y la colonización hispánica. Dejó constancia de ello el adelantado Diego de Rojas, quien murió en 1543 atravesado por una flecha certera. Los calchaquíes y los diaguitas, luego de guerrear entre ellos, se unieron para jaquear durante años a los intrusos europeos bajo el mando de caciques como Felipe Calchaquí. La represión realista fue feroz, como fue el caso de los “quilmes”, que luego de una empeñosa resistencia fueron erradicados por Alonso Mercado y Villacorta, gobernador español de Tucumán, y obligados a una caminata de 1.200 kilómetros que mató a la casi totalidad de los condenados, hasta la reducción de Santa Cruz de los Quilmes a orillas del Río de la Plata, que dio origen al partido que hoy lleva su nombre .
Los ejércitos de la patria fueron integrados por muchos tucumanos que dieron sus vidas, como sucedió cuando convencieron a Manuel Belgrano de desobedecer a Buenos Aires y no retroceder hasta Córdoba como se le había ordenado sino plantar cara a los realistas que lo perseguían al mando de Pío Tristán. La consecuencia fue la gran victoria al frente de fuerzas sin uniformes y casi desarmadas.
Uno de los grandes caudillos federales consustanciado con los sectores populares fue Alejandro Heredia, héroe de la independencia, hombre culto que leía y escribía en latín, buen gobernador preocupado sobre todo por asuntos educativos. Jefe popular que se enfrentó a la oligarquía de su provincia y fue asesinado en una emboscada por partidarios del centralismo porteño.
Son muchas las personalidades relevantes que Tucumán dio a la Argentina, no pocos de ellos nacidos en familias humildes, por lo que les alcanzaría el oprobio clasista de hoy: Juan B. Alberdi, Mercedes Sosa, Bernardo Monteagudo, Juan Falú, Thibon de Libian, Tomás Eloy Martínez, Alvarez Condarco, Ricardo Rojas, Nicolás Avellaneda, Julio A. Roca, Lola Mora, César Pelli, Raúl Prebisch y muchos más.
¿Es imaginable que alguno de ellos pudiese votar condicionado por el soborno, el engaño o el temor? Son muchos los políticos y periodistas de hoy que deberían lavarse la lengua con jabón, como hubiera dicho aquella tía Adela de mi infancia.
*Historiador.