Franco “Bifo” Berardi, además de escritor y filósofo, fue durante décadas un activista que creía que el compromiso político podía cambiar al mundo.
Hoy encarna lo contrario, una corriente filosófica que plantea que la única actitud verdaderamente revolucionaria es la deserción de cualquier tipo de acción política.
Se lo explicó a Jorge Fontevecchia en un reportaje en enero: “Yo imagino una estrategia que llamo ‘deserción’. Es decir, una estrategia que nos permita salir de la trampa producida por la información y, sobre todo, por una política que está muerta, salir de esta trampa sin pensar en cambiar políticamente la situación.”
El filósofo “Bifo” Berardi propone desertar de toda actitud política. No ir a votar es una forma de hacerlo.
“Desertemos” es su reciente libro en el que se explaya sobre esa estrategia: “Desertar significa abandonar la batalla, eludir el combate y huir antes de que la Policía Militar te atrape y te fusile por la espalda para hacerte pagar tu cobardía. Se trata del único comportamiento que considero éticamente aceptable y estratégicamente racional: la fuga, el abandono, alejarse, desertar.”
Me resulta provocativa la idea, aunque me cuesta entender los beneficios que ocasionaría tal parálisis social. Creo que se trata de una filosofía de la depresión que refleja el sentimiento depresivo de un intelectual que pasó de la lucha por las utopías a sentirse abrumado por un mundo distópico.
En cualquier caso, la suya es una corriente que interpreta bien lo que siente una parte de la sociedad global. En ella se inscriben los argentinos que, ante cada elección, deciden desertar de la posibilidad de ejercer ese derecho: perdieron la esperanza de cambiar algo del lugar en el que viven.
No abstenerse. La mayoría de los que hoy no irán a votar no conoce a Bifo Berardi, pero deben percibir su misma desazón frente a un sistema político que no les ofrece las soluciones que esperan.
Hasta este domingo, en las elecciones celebradas durante el año sólo concurrió a votar el 58% del padrón. Representa 19 puntos menos que el promedio histórico y una caída notoria frente a los anteriores comicios de medio término de 2021, en los que votó el 71% de los habilitados para hacerlo (lejos del 80% que había sufragado en las presidenciales de 2019).
Berardi cree que “la política ha sido durante la Edad Moderna una expresión de la voluntad, ahora está muerta porque la voluntad humana ha perdido su eficacia sobre el proceso real.”
Sin embargo, la deserción que él promueve implica un dejar hacer. Quizá con la intención de generar un vacío revolucionario, pero los vacíos siempre se llenan. La pérdida de voluntad de unos es reemplazada por la voluntad de otros.
Javier Milei es la mejor muestra de cómo la voluntad de una persona inexperta puede ocupar la ausencia de voluntad de los expertos y actuar sobre “el proceso real”.
Nada. La rebelión de la nada lo que genera no es la nada. Genera algo que llena el vacío que produce la deserción electoral.
Ese algo pueden ser candidatos que ganan con una cantidad de votos que cada vez expresan a un porcentaje menor de la población. En 2023, Milei llegó al balotaje habiendo obtenido en las generales el 30% de los votos emitidos, pero que sólo representaban al 22% del padrón electoral. Y en el balotaje ganó con un porcentaje que equivalía al 40% de ese padrón.
La desazón extrema no sólo lleva a la abstención electoral como una forma de desertar de cualquier intento de involucrarse para cambiar lo que nos afecta.
Hay otras formas de desertar que expresan hastíos similares. Como el voto en blanco (en 1957, por ejemplo, esa fue la opción más votada frente a una dictadura que había proscripto al peronismo), la impugnación del voto (años atrás la moda era poner en el sobre imágenes de Los Simpson) o votar a animales como candidatos (como al rinoceronte Cacareco, quien ganó en el estado de San Pablo y cuyo ejemplo luego fue replicado en otros países con otros animales).
Outsider. El filósofo italiano diría que eso no es desertar, sino que implicaría algún tipo de compromiso político.
Puede que así sea, pero el gen que los une es el mismo: la frustración institucional. Es el gen que da vida a los outsiders del mundo. Esos sectores sociales los eligen porque se presentan como antisistema. El caso argentino expresa el rechazo al sistema de valores democráticos conocido desde 1983, y a los resultados conseguidos.
Ojalá hoy ocurra lo contrario: votar para intentar influir sobre la realidad
Milei es la consecuencia de la pérdida de confianza de tantos argentinos rotos por las crisis recurrentes y la permanente incertidumbre sobre el futuro.
De ese quebranto económico, social y psicológico, surgió un hombre que los espeja, tan roto como sus esperanzas.
Una parte importante del 56% que LLA obtuvo en el balotaje hace dos años usó a Milei para expresar ese descontento.
Planteado tanto por el oficialismo como por la oposición, como un nuevo balotaje, una especie de plebiscito en el que lo importante es votar a favor o en contra del modelo Milei, hoy se sabrá cuánto de aquel 56% volverá a votar a este oficialismo.
Lo que estará en juego serán sus logros y fracasos. O los logros y fracasos que vivieron en este tiempo quienes lo habían votado.
Deberían reincidir en su voto quienes antes lo apoyaron por valorar sus insultos, sus gestos agresivos y su rechazo a la búsqueda de consensos. También aquellos que pedían bajar la inflación a cualquier costo.
Y los que encuentran en él la mejor forma de expresar su rechazo a la tradición peronista y un dique de contención frente al supuesto avance mundial del comunismo, los que coinciden con su alineamiento excluyente con los Estados Unidos, los que conservan la esperanza de que sin Estado ni déficit el país terminará creciendo, los que odian lo suficiente a los periodistas y los que les gusta como canta.
No reincidentes. A su vez, es probable que no reincidan en su voto los que creían que el ajuste no era para ellos y resultó que sí, y los que suponían que venía a acabar con la corrupción y resultó que no.
Habrá desilusionados entre quienes votaron a Milei y terminaron descubriendo el poder de su hermana; y entre los que estarán incómodos por las derivas místicas de ambos.
Y puede que tampoco reincidan los que simpatizaban con sus formas durante la campaña presidencial, pero no imaginaban que así sería siempre; los que no le creyeron cuando decía que venía a destruir al Estado y ahora sufren las consecuencias de su ausencia; y los que no les gusta que cante en medio de la crisis.
Nunca se sabe, pero es posible que la mayor parte de quienes no lo votaron en 2023, tampoco lo hagan ahora porque corroboraron sus peores sospechas.
En cualquier caso, abogo por la antideserción, reivindicando lo que significa y puede lograr la suma de un voto más otro.
Quienes se sienten bien reflejados por este gobierno, deberían hacerlo sentir yendo a votar a sus candidatos. En especial, quienes coinciden con el Presidente en que se trata del “mejor gobierno de la historia”.
Quienes creen lo contrario, deberían saber que si no salen de sus casas para votar a alguno de los tantos candidatos opositores, serán un poco responsables de las consecuencias que seguirán sintiendo sobre ellos y el resto de la sociedad.