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No es magia

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Algún avezado comentarista de la política, de esos que gustan pasearse por la tele en cualquier día y horario, se podrá sorprender de la asistencia perfecta de gobernadores al almuerzo presidencial de ayer en Olivos. Habrá quien interprete semejante presencia como parte de una traición a Cristina, con adecuación a los nuevos tiempos incluida. Y no faltará el que diga o escriba que estuvieron allí por el influjo seductor del liderazgo zen de Macri (por estos días se ve cada cosa...).

Los textuales posteriores de los protagonistas fueron a tono con esta sensación térmica tan PRO de acuerdos, concordia, gobernabilidad, paz y amor. Tanta dulzura contrastaba con el gesto adusto de ciertas caritas oficialistas, que hasta ahora parecían tener tatuada la sonrisa.
Todas estas explicaciones pueden ser ciertas, claro. Por qué ser malpensado. Pero se podría explorar también que estuvieron allí todos y todas por otra razón de peso, literalmente hablando. Con mejores y peores administraciones, no hay provincia argentina que pueda darse el lujo de dejar de lado la “benevolencia” del Estado nacional. Que se entienda la ironía del encomillado: el kirchnerismo edificó en 12 años un sistema perverso de fondos coparticipables (de hecho la Corte Suprema acaba de fallar a favor del reclamo de tres provincias, con esos tiempos tan lorenzettianos) que se enviaban en tiempo y forma según la simpatía. Ni hablar de los discrecionales premios –y castigos– en formato de obras públicas y aportes del Tesoro.

Habrá que ver si Macri, como prometió en la campaña y en el encuentro de ayer con los mandatarios del interior, quiere y puede desanudar esa estructura patológica de distribución de dinero, que en realidad corresponde a cada provincia pero lo recauda el gobierno central. No es una gracia sino un derecho. Después, lo que hace cada distrito con esos fondos es otra discusión (de la que no debería ser excluido el derecho penal), amén de que el estancamiento de la actividad del último trienio agravó el deterioro de las economías regionales.

Más allá de la voluntad macrista, está claro que cualquier modificación en el reparto a las provincias no será posible en el corto plazo. Y ciertos temas urgen a los invitados que visitaron la residencia presidencial: en unos días deberán pagar aguinaldos y sueldos, y a casi ninguno le cierran los números para hacerlo.

El Presidente lo sabe, tanto como su ministro del Interior, Rogelio Frigerio, uno de los hombres que más conocen la situación económica de las provincias argentinas desde los tiempos de su consultora especializada en la problemática, Economía & Regiones. Tanto lo saben, que ese conocimiento lo aplican como moneda de cambio para conseguir gobernabilidad. No es magia.