Roman Iucht llegó como todas las tardes desde hace 10 años para hacer su programa este viernes.
Lo esperaba la noticia, atribuladamente ofrecida por un empleado de TyC, de que no continuará en ese canal el año próximo.
Un caso raro el de Román. Consiguió hacer sus programas en ese canal sin divorciarse jamás del compromiso crítico que el establishment genera. La programación de los partidos, la caída económica de los clubes (que ahora tiene a los empleados de Racing guarecidos en el estadio esperando que se les paguen sus salarios), los horarios, los desbordes de Grondona –y tantos otros temas que hacen a la aflicción que provoca el fútbol en quienes pueden pensar por fuera del sistema– jamás fueron eludidos de los programas de radio en los que Román participa con quien firma estas líneas. Ahora se hartaron y como castigo para él y mensaje para los que quedan adentro, toman la decisión de terminar con un desobediente.
Podría decirse que la gente de TyC Sports y el presidente de AFA tienen “derecho” en la firma del último perverso contrato. Acordaron que Grondona digitaría quiénes pueden y quiénes no trabajar en la televisión que se compró las almas y las mentes del fútbol. La tele oficial del fútbol sigue ganando cientos de millones por año, a costa de la pobreza del fútbol golondrina, nivel B Nacional reforzado que se tiene hoy día, y Grondona se da algunos gustos. Por qué no habrían de hacerlo, si son los amos y les gusta que se sepa?
El monopolio generado –con el gobierno dando vuelta la cara a estos hechos– no se priva de nada. Y a eso nos vamos habituando de a poco. Les pone precio a los que le compran –la AFA– y a los que le venden –los telespectadores–. Los periodistas conocen perfectamente sus márgenes. Los de afuera son de palo. El atropello pasará inadvertido, aunque la Justicia, llegado el momento, ponga algunos asuntos en su verdadero lugar. No es problema. El dinero y el poder abundan como para preocuparse de lo que se deba pagar en un juicio. La cuestión es quitarse a los molestos de encima. Y que los demás aprendan de una buena vez. Si no se adquiere el arte de disimular, la vida profesional puede ser breve.
El fútbol del verano se presenta con chicas semidesnudas y los modestos trabajadores de Racing no cuentan con el beneficio de una nota, salvo que sea necesario amedrentar al gerenciador. La Academia suele dar la nota en el desastre.
El año termina como los anteriores e igual al próximo, y será así hasta el 2014, momento en el que el autodefinido “neófito” cumpla su amenaza de licitar por fin. ¿Alguien le cree? De todas maneras, si hubiese tal licitación, ¿quién puede competir con el dinero fácil obtenido en las bolsas durante todos estos años?
La elegancia no es un atributo de esta gente. Marcan a fuego, como al ganado, lo que les “pertenece” sean estructuras o personas. Al final de cuentas, puede reconocérseles que en el caso de Román, fueron tolerantes, hasta que, finalmente, alguna pregunta molestó, o un capo escuchó en directo apreciaciones intolerables. Y se hartaron.
Al Gobierno le interesan los títulos de tapa, a los dirigentes de los clubes atornillarse al poder; a los jugadores, jugar para ver si pueden salir de la trampa con una transferencia a cualquier parte, al néofito que no lo molesten.
Artículos como éste ya no son fruto de la indignación, sino de la simple desesperanza. El desencanto cede su espacio a la costumbre. Sólo se hace constar, como si se labrara un acta, que lo resuelto es lo que se sabe, lo de siempre.
Como las huellas en la arena húmeda de la playa, se borraran amenazas y promesas. En la cresta de las olas están ellos.
A los periodistas no les gusta ser noticia, carecen de entrenamiento para eso. Pero esta semana, mientras River estrena a Simeone, Boca vuelve de Japón, Racing corre por los bancos para conseguir el pan dulce de sus empleados, Huracán se queda sin un técnico al que ni el pasaje desde Londres pudieron pagarle, a Román le tocó ser noticia. No demasiado importante. Sólo aparecerá en los pocos medios sin afinidad con el sistema, salvo que Boca haya ganado esta mañana, o perdido abrumadoramente. Ambos resultados, cuanto más separados estén, venden por igual, y eso es lo que importa. Puede que el caso de Roman se quede sin una línea más que estas.