La marcha federal fue contundente por la convocatoria y por la variedad en la composición de los concurrentes. “Una cosa es hacer los cálculos previos, otra muy distinta es ver a todo ese movimiento político y social en la calle. Porque como en toda marcha existieron operadores políticos y fogoneros, pero no se puede negar la legitimidad de la convocatoria”, dijo entre sorprendida y realista una fuente del gobierno nacional.
Eran las 6 de la tarde y un funcionario del gobierno de María Eugenia Vidal comentó en la misma línea: “Recién pasé por el centro, estaba colmado, no se puede mirar para otro lado, hay que tomar nota de esto”.
Así fue. Por la noche el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, convocó a los organizadores Hugo Yasky y Pablo Micheli a un encuentro la semana que viene. Hay dos elementos a tener en cuenta que hablan por sí mismos: en primer lugar, Micheli y Yasky habían elevado su voz a principios de año cuando el Gobierno los dejó afuera de la cumbre sindical. El titular de la CTA autónoma había dicho que “Macri tuvo una actitud poco democrática, ya que no se puede circunscribir el diálogo a un grupo reducido”. Días más tarde lo comparó con el kirchnerismo por haber adoptado esa actitud y dijo sentirse “ninguneado”. Por otra parte, es de público conocimiento que Micheli ha venido repitiendo hasta el cansancio la necesidad de una convocatoria a un gran acuerdo económico y social para consensuar políticas que permitan aliviar la situación de los trabajadores. La realidad está a la vista: lo incomprensible es que hayan tenido que pasar nueve meses para una reacción que, una vez más, vino del ala más política del Gobierno. Alfonso Prat-Gay admitió que “no hacer un pacto social implica menos actividad y más inflación” por lo que el ministro Triaca se prepara para recibir a los organizadores de la protesta.
La “marcha de la resistencia” mostró en el palco a figuras del kirchnerismo, algunas decididamente impresentables. Verlas aplaudir al secretario general de la Central de Trabajadores Autónomos (CTA), Pablo Micheli, a quien Cristina Fernández de Kirchner nunca recibió, fue una manifestación más de la contradicción K y de las mentiras que atraviesa su relato.
Este es el segundo episodio en el cual el Gobierno se muestra sorprendido ante los hechos. El otro fue el fallo de la Corte Suprema por el aumento de la tarifa del gas. Eso habla de la existencia de un microclima en las alturas del poder del cual el Presidente debe salir.
Ególatras. El duelo de egos es otra de las conductas que varios funcionarios nacionales deben moderar. “Son dos soberbios”, reconoció una empinada figura del oficialismo. Prat-Gay envió un mensaje directo a Federico Sturzenegger al declarar en una entrevista radial con Luis Novaresio que la inflación ya no era un problema. El titular del Banco Central recogió el guante y respondió al día siguiente que una baja significativa en un mes no era síntoma de un logro persistente o de batalla ganada, lo cual obligó al ministro de Hacienda a rectificarse. En el fondo de esta disputa de vanidades está nada menos que la difícil tarea entre la reducción de las tasas de interés y la reactivación de la economía.
El círculo rojo también expresó sus críticas hacia el Gobierno. Lo hizo en el acto de celebración del Día de la Industria. Hay reclamos que son justos aun cuando es curioso observar cómo algunos que durante los años del kirchnerato guardaron silencio ante las tropelías de ese gobierno alzan hoy sus voces con renovado brío.
En el Gobierno saben que no pueden darse el lujo de fallar, pero por momentos parecería que no comprenden del todo que el naufragio en la gestión dejaría al país al borde de la vuelta al populismo.
Por su parte, el kirchnerismo duro –cada vez más raleado– continúa activo. Más allá de las declaraciones explosivas de sus componentes más rancios, son varias las fuentes de sectores intermedios vinculados a los barrios que advierten movimientos destinados a generar descontento y agitación con la mira puesta en el fin de año. Desde el gobierno nacional destacan la buena sintonía con las agrupaciones sociales que, en otro momento político, lideraban la calle. El grupo de “ministros de desarrollo humano” (Trabajo, Desarrollo Social y sectores de la cartera de Interior) se reúnen periódicamente para trabajar en el tema. Fuentes del Ministerio del Interior aseguran que hacia fin de año se volverá a conformar una mesa que sumará a este grupo a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y a la gobernadora María Eugenia Vidal, con la mira puesta en el Conurbano.
Desde el peronismo, prefieren no darle crédito a las versiones desestabilizadoras. “No hay margen para un escenario disruptivo. Nadie quiere agarrar esta papa caliente y la gente no perdonaría la más mínima desprolijidad en esta etapa de la vida democrática”, dijo una fuente de contacto permanente con líderes territoriales.
Desde el grupo Esmeralda –integrado por intendentes peronistas, muchos de pasado kirchnerista pero con un perfil más dialoguista– aseguran que “el kirchnerismo duro está cercado y no tiene margen de acción”. La Matanza sigue siendo el refugio de los díscolos. “Fernando Espinoza y Verónica Magario van a terminar aislados. Hasta Ferraresi (intendente de Avellaneda) ha empezado a comprender que el kirchnerismo extremo ya no es negocio para nadie”, sostienen los allegados a distintos jefes comunales. Quienes abonan la teoría de la apuesta por un escenario caótico sostienen que “la primera línea de ex funcionarios del kirchnerismo –incluida la ex presidenta– saben que está en juego su libertad dado el avance en las causas por corrupción en los tribunales de Comodoro Py.
Si el gobierno macrista llega al 2017 mejor consolidado, el destino de CFK será la cárcel. Por el contrario, un escenario de tensión social con riesgo institucional les permitiría ganar tiempo”. En su lucha por la supervivencia política que le asegure la libertad, Cristina Fernández de Kirchner está cada vez más sola.
Producción periodística: Santiago Serra.