COLUMNISTAS
NI PERDON NI OLVIDO

Noche de paz, noche de amor

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Al parecer, el tío Juan se comía las manos. Eso decía el tío Abelardo cuando Juan, que “ya de chiquito se peinaba así” según contaba la tía Coca, le refutaba una opinión a Abelardo con palabras extrañas para esa casa y ese barrio. Entonces, alterado, molesto, Abelardo se llevaba los dedos de la mano juntos a la boca y decía siempre lo mismo: “No ves que te la comés”. El recuerdo de ellos dos me llega en medio de un griterío. Dieciocho, veinte o más a la mesa. Sueltos, solitarios, vecinos, vecinas. Todo era motivo de discusión. Vitel toné o matambre y rusa, vino o cerveza, el fútbol, la política, Manal o Los Gatos, Palito Ortega o Sandro, lechón o pollo, helado o ensalada de frutas, Alka Seltzer o Uvasal.
Alrededor, los pibes hacíamos la nuestra. Tirar rompeportones a los pies de las nenas, encender petardos y taparlos con las ollas, apuntar al cuerpo con las cañitas voladoras y correr altos riesgos. Basilio perdió un ojo cuando trató de encender cinco ametralladoras juntas. Al año siguiente intentamos hacer una, atando quince cohetes, pero no resultó. La mecha de lana se apagaba.
Ya grandes, Juan se casó con Roberto, su pareja de siempre. El tío Abelardo fue uno de los padrinos y les tiró arroz a la salida del civil. Esa Nochebuena, Abelardo quería que Juan reconociera “la igualdad de derechos” que le había concedido el gobierno. “Agradecé algo, agradecé”, gritaba Abelardo. Juan sostenía que un derecho no es una “dádiva”, y que todo formaba parte de “un relato que encubre la pobreza, la corrupción y los muertos que causa”. “Como dijo el filósofo Tomás Abraham –tiró Juan–, es una estafa ideológica”. “Callate, puto”, vociferó Abelardo, que era fan de Guillermo Moreno. Ahí intervino Roberto. Abrazó a Juan y le dijo: “Vamos, querido”. Pero no, nadie, nunca, se iba antes de las doce.
“Bellas noches”, acotaría Nelson Castro. Ahora se acerca una que promete. El año ha sido áspero, intenso, agotador, pero hay toda una ondita “tengamos la fiesta en paz” que me preocupa. Se escriben libros (Cerrar la grieta, Edi Zunino-Carlos Russo) con “ideas urgentes para el reencuentro”. El nuevo gobierno también se propone como objetivo “la unión” de los argentinos”. Y no, no, ¿por qué?. ¿Para qué?. Si estamos bien así.
¿Qué sería de nuestras Nochebuenas si no discutimos en la previa adónde ir, con quién pasarla, qué hacer de comer, qué traer, qué llevar, si vienen los que no querés, si no se enfrentan a gritos los que se resisten a cualquier cambio y los que quieren cualquier cambio. ¿Cómo cerrar un año en el que, según Google, Twitter y Facebook, la mayoría de los argentinos se dedicó a buscar temas vinculados a la política o al fútbol para saber, entender, atacar y defenderse mejor? ¿Cómo vamos a cenar tranquilos, intercambiando murmullos y medias sonrisas, cuando estamos participando y disfrutando de un quilombo increíble? Una vez que tenemos algo en común que nos separa de verdad, ¿vamos a entregarnos así nomás? ¿Con lo que nos costó ser reconocidos en el mundo como grandes individualidades incapaces de llevarnos bien de a dos, nos retiramos sin más de la batalla? ¿Justo cuando, por si faltara algo, queda todavía por saber si el festejo del año es de River o de Boca?  
Naaa. Si algo aprendimos es que la división suma. Por las grietas entran ideas nuevas. Combatir a los fanáticos te mantiene en forma. Saber quién está del otro lado te confirma en tu lugar. Ponele que te dicen: allá están Aníbal, D’Elía, Recalde, Gerardo Martínez. Milani, Schoklender. Me quedo acá entonces, confío en mi. Leídas desde la altura del tiempo, todas las historias tienen sentido cuando se escriben con las pasiones del momento.
Acordemos cumplir con un par de reglas básicas antes de entrarle a la picada; 1) ni olvido, ni perdón, juicio y castigo a todos, los de antes y los que vengan, y 2) no vale usar medios públicos, ni guita ni recursos que son de todos. A las doce paramos para brindar “por un país para todos”.

*Periodista.

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