Quien busca información realmente tiene poco que hacer en los diarios y noticieros. Internet ofrece alternativas, pero yo iría poco por allí: la amenaza de cadenas infectadas con troyanos, el autoritarismo ignorante de Wikipedia y los sitios donde la gente debate anónima, violenta y vilmente los temas “importantes”, me quitan toda gana.
Leer los diarios reporta al menos alguna ventaja estadística: si uno compara, se ve cuál es el recorte de la información que mejor se adecua al statu quo. Informar se ha transformado en recortar. Ante la superposición de noticias de igual peso específico (o de caracteres), ¿quién y cómo decidirá lo que es digno de informarse?
Mientras la prensa informaba –escandalizada, con razón– el tardío estreno en la TV cubana de la película Fresa y chocolate, omitía algo más relevante: que Cuba acaba de sufrir (como Haití) el azote de dos huracanes devastadores (el Gustav y el Ike). Hay 3 millones de evacuados; se ha perdido la cosecha; las casas en pie se convierten en escuelas o refugios; cineastas, pintores y poetas donan obras o se movilizan para reconstruir, como se pueda, el ya austero cotidiano cubano. Las cifras oficiales cuentan pérdidas en 5 mil millones de dólares, así que imaginen las reales. La evacuación, que fue prioridad, evitó las muertes que se cobrara otrora New Orleans. Qué raro no haber leído nada sobre esto. Mala suerte tuvo la noticia en los medios: justó cayó la Bolsa norteamericana, invitando al planeta a una crisis que será pagada por los más pobres. Cuba pide ayuda a las naciones más lejanas, a sabiendas de que su vecino está un poquito ocupado.
El azar –cuándo no– ha querido, consecuente con su naturaleza, que ésta fuera la columna más breve de nuestra misteriosa doble página.