En un reciente debate con Osvaldo Bayer a raíz de su insistencia en el derribo de las estatuas de Roca le señalé que su iniciativa, sin duda teñida de incuestionable justicia histórica, es cuestionable por cuando un gesto aislado de tal envergadura significaría la impunidad para otros culpables de los dolores de nuestra patria.
En lo que estoy de acuerdo con él es en la importancia de los actos simbólicos de denuncia y revisión de las arbitrariedades de nuestra historia consagrada. Algunas proposiciones:
1) Quitar a la que suponemos la avenida más larga del mundo el nombre de Rivadavia, iniciador del venal endeudamiento externo que hoy tiene acuciante realidad, también enconado enemigo de San Martín.
2) Retirar el monumento a Juan Lavalle de lo que fuera el solar de la familia del gran Manuel Dorrego, su víctima. Una imperdonable irreverencia.
3) Mover la escultura de cuerpo entero de Sarmiento, maravillosa obra de Auguste Rodin, erigida donde estaba el dormitorio de Juan Manuel de Rosas en Palermo. Una herejía quasi erótica…
4) Honrar calles de Buenos Aires con el nombre de los caudillos federales castigados en nuestra historia oficial, entre ellos Estanislao López, gobernador de Santa fe y Francisco Ramírez, gobernador de Entre Ríos, ambos asociados al gran Gervasio Artigas en los “Pueblos Libres”.
5) Bautizar con el nombre de Juan Bautista Bustos, otro caudillo federal, primer gobernador de Córdoba, jefe de Estado Mayor del Ejército del Norte a las órdenes de Belgrano.
6) Homenajear al caudillo tucumano Alejandro Heredia, gobernador, quien defendió heroicamente nuestro territorio de la invasión de la Unión Peruano Boliviana del mariscal Santa Cruz.
7) Reconocer la importancia histórica de otros caudillos como Felipe Ibarra, Chacho Peñaloza, Felipe Varela y otros, ausentes en la denominación de las arterias capitalinas.
8) Salvar la injusticia de que ninguna calle lleve el nombre del gran político y escritor Lucio V. Mansilla ( no confundir con su padre, Lucio N. ), castigado por defender a su familia luego de Caseros.
9) Borrar la calle dedicada a Manuel J. García, traidor a la Patria que instalado en la corte imperial en Río de Janeiro ayudó a organizar la invasión portuguesa desde el Brasil a la Banda Oriental, por entonces parte de nuestro territorio. Fue también quien independizó al Uruguay entregándolo al designio británico.
10) Dedicar una avenida a recordar a Juan Manuel de Rosas, el primer jefe popular de la Argentina en llegar al gobierno y que durante más de veinte años tuvo en jaque a la oligarquía portuaria.Una estación en la línea Urquiza (¡) no es suficiente.
11) Limpiar el callejero de nombres de batallas entre hermanos, por supuesto victorias unitarias: Caseros, Yeruá, Caaguazú, Pavón, Cañada de Gómez y varias más.
12) La influencia del liberalismo antipopular porteñista es dramáticamente visible en todo nuestro territorio. Por ejemplo, la bella plaza principal de la ciudad de Salta está delimitada por las calles “Caseros”; “Mitre”, el historiador que lastimó la memoria del gran Güemes; “España”, que insólitamente sustituyó a “Victoria” que celebraba el decisivo triunfo patriota en la batalla de Salta; “Zuviría”, quien formó parte de la conspiración de la “patria nueva” que tumbó a Güemes como gobernador y luego lo asesinó.
12) La discriminación a los pueblos originarios de la historiografía liberal, que es la que ha bautizado las calles y avenidas de Buenos Aires, hace que ninguna de ellas lleve el nombre de los grandes jefes de las insurrecciones indígenas en contra de la colonización hispánica: Juan Viltipoco, Juan Calchaquí, Tupac Katari y otros.
13) Por supuesto grita por una sorprendente y significativa ausencia una estatua del general Perón en la Capital Federal, el distrito más antiperonista de nuestra Argentina.
*Ex Presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico “Manuel Dorrego”.